30 de agosto de 2007

¿Atrapados por las formas?


En esta entrega quiero abordar lo que considero una paradoja en el sentido retórico: Vivimos en una sociedad que se ocupa mucho de las formas, y sin embargo no existe esencia en ellas. Para todo existen leyes y normas, pero muy raras veces nos ocupamos de buscar los principios subyacentes a tales lineamientos. Y nos conformarnos con “hacer” las cosas bien, a la manera que nuestra sociedad nos lo pide, aunque esto no es equívoco en sí mismo, pero el problema viene cuando al analizar nuestros motivos estos están amarrados a la formalidad de un determinado “procedimiento”.


La otra cara.


Pero la realidad debe verse desde dos dimensiones complementarias, especialmente si nos dedicamos a tareas o profesiones que tienen que ver con el trato con los demás. Benjamín Franklin creía que el éxito de una vida estaba en la virtud de carácter, y claro que esa virtud no puede ser sólo una expresión, debe ser un hábito cultivado, una constante de nuestro diario vivir.


Lo que quiero decir es que mientras hoy nos ocupamos mucho en las técnicas de oratoria, descuidamos la documentación que nos hará dominar un determinado tema; mientras estamos ocupados estudiando las normas de calidad ISO 9000, descuidamos nuestra propia calidad como personas (y eso que las empresas existen por nosotros); mientras tratamos de memorizar respuestas para pasar un examen, dejamos de valorar el aprendizaje a largo plazo que debemos sacar como el aprovechamiento de nuestras clases. Por eso han progresado mucho los asesores de imagen, pues queremos saber cómo vendernos al mejor postor en nuestro mercado competitivo y globalizado, pero pensamos muy poco en la calidad intrínseca que tenemos para proyectarnos al mundo.


No se trata de que debamos renunciar a las normas y procedimientos de calidad, ni a los asesores de imagen, sino de que les demos su debido lugar: Después de cultivar los hábitos correctos para nuestra vida.


Para decirlo de otra manera, usando una metáfora adaptada del libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, si tuviéramos que viajar a un país desconocido para nosotros y sin guía, seguro que lo más sabio sería comprar un buen mapa. Pero que tal si en la tienda donde compraremos un mapa hay uno que tiene un error de impresión: Dice que es el mapa de Chile, por ejemplo, pero el lugar que describe en realidad es Argentina. ¿Hasta dónde podríamos llegar con ese mapa en Chile? La respuesta es que a ningún lado. Pero las normas de calidad dicen que si maximizamos el esfuerzo y delegamos tareas, mientras priorizamos nuestras metas, entonces vamos a llegar a nuestro destino mucho más rápido. Así que hay que rentar un carro que no consuma mucho combustible y un buen personal para cargar maletas y que este listo por si el automóvil sufre algún desperfecto. ¿Hasta dónde llegaríamos con ese mapa que en realidad describe a la Argentina? De nuevo la respuesta es: a ningún lado.


¿Nota cuál es el problema? Las normas están en lo correcto, pero tenemos el mapa equivocado. De alguna manera eso pasa en muchas empresas hoy en día. Tienen buenas normas (formas), y se esfuerzan por proveerse de seminarios que les ayuden a ser más eficientes y eficaces en lo que hacen: en la producción, en el servicio al cliente, en el seguimiento del cliente, en sistemas de “calidad total”, etc. Pero qué sucede con los motivos de quienes están inmersos en todas esas tareas. Sin temor puedo decir que esta clave vale al menos cinco mil dólares ($ 5,000.): “Sólo en la medida en que cultivamos hábitos como el servicio, la laboriosidad, la responsabilidad, la creatividad y otros… solamente entonces la calidad total cobra sentido en las empresas, y en cualquier otra área de la vida”.


Tal vez al ponerle precio a esta premisa he limitado su verdadero valor, pues no todo es dinero en la vida, aunque este sirve mucho. Pero lo que he querido hacer al valorarlo es mostrar a penas una ínfima dimensión de lo que podemos hacer, paso a paso, pero con constancia y dedicación, mientras cultivamos hábitos de excelencia que nos conviertan en personas de excelencia.


En conclusión.


Así, la paradoja deja de existir (quizás nunca existió) cuando en vez de comenzar con los formalismos de las normas, comenzamos a trabajar en nuestro propio ser, comprometiéndonos con una visión y una misión, y desarrollando al máximo nuestro potencial. Claro está que las empresas deben proveer los medios para que sus empleados puedan cultivar las cualidades de carácter que les darán calidad, pero cada uno es íntimamente responsable de tomar la decisión de quedar amarrado(a) a las formas o liberar todo su potencial.


Mi deseo es que tengas el mejor de los días, porque es tu decisión. Éxitos.

21 de agosto de 2007

¿Opción o Vocación?


Todos nosotros somos capaces de reconocer cuando alguien está haciendo algo por vocación o porque simplemente era la única opción que le quedaba (o que le pareció mejor remunerada), y lo notamos por la dedicación que muestra en sus tareas, por la sonrisa que mantiene en el rostro y porque siempre está dispuesto a dar más de sí mismo.


En cambio, hay algunas personas que cursan una carrera, ponen un negocio o consiguen un empleo porque simplemente “esa” era la opción “adecuada”, porque el mercado los exigía (al menos por un momento), pero al final parece que pudieron haber hecho cualquier otra cosa y entonces se habrían sentido realizados.


Es cierto que a veces no podemos llegar a ser todo eso que soñamos de niños, después de todo, ¿cuántos de nosotros somos astronautas o inventores? Sin embargo, a medida que crecemos vamos descubriendo nuevas dimensiones en las que podemos desarrollarnos y con las cuales haríamos un aporte singular a la sociedad, pero cuando aun estas dimensiones son suprimidas por la presión social no nos queda más que optar por una “opción” entre un espectro muy limitado.


Pero, ¿qué sucede con nuestra vocación, con nuestras habilidades y capacidades? ¿Deben ser sacrificadas porque simplemente no dan de comer? Hace un par de meses una amiga me dijo que ella nunca estudiaría Psicología porque de eso no se puede vivir, y me citó el ejemplo de dos primos suyos que ya habían egresado de la universidad y aún no encontraban trabajo. Después de unas palabras más me resultó evidente que habían estudiado la carrera sin tener en cuenta la dirección que querían darle a su vida y profesión.


¿Cuándo sabemos que estamos siguiendo nuestra vocación?


En palabras sencillas podríamos responder: Cuando estas satisfecho con lo que haces y sin embargo buscas más en la vida. Sin embargo, nos hará bien considerar tres hitos que aseguran que estamos siguiendo nuestra vocación.


a) Cuando somos conscientes del costo.


Seguir un sueño (o vocación de vida) no es sinónimo de ser ciegos. Es preciso considerar el precio que estamos dispuestos a pagar para alcanzar lo que queremos. La historia está repleta de personas que lograron lo que deseaban no porque el camino estuviera pavimentado con nubes, sino porque una vez hecho los cálculos, decidieron pagar con su sudor (y en algunos casos con la vida).


Ser conscientes del costo de nuestra vocación nos sitúa en la realidad, nos hace darnos cuenta del trayecto que hemos avanzado y de cuanto nos falta por delante. Esto requiere de una aguda visión de nuestro futuro, junto con el desarrollo constante de nuestras capacidades (innatas o aprendidas). Pero una vez que somos autoconscientes la gama de posibilidades comienza a crecer sustancialmente para nosotros.


b) Cuando podemos renunciar a todo lo demás.


Se dice que en cierta ocasión, Alejandro Magno arribó a las costas de sus enemigos para entablar una cruenta batalla. Sus soldados, un poco temerosos, se sentían desmotivados, pero luego que todos los soldados hubieron bajado de los barcos, ordenó quemar las naves. Mientras el ejercito veía cómo ardían en el fuego las naves, Alejandro se dirigió a ellos diciendo: “Hemos venido a ganar una guerra y no hay forma de retirarnos. Debemos vencer o morir en el intento, pues sólo regresaremos a nuestros hogares de la única manera posible: en los barcos de nuestros enemigos”.


Una vez que decidimos pagar el precio de nuestra vocación debemos ir tras ella a como de lugar. Esto me recuerda la historia de Alexander Graham Bell, quien nos legó la maravilla del teléfono. Aunque podría haber hecho grandes cosas con sus talentos, decidió que quería inventar un aparato con el cual comunicarse a grandes distancias. Seguramente era una locura, pues no tenía dinero para financiar sus investigaciones y pruebas y quien podría haber aportado el capital para esta labor lo consideraba un desquiciado. Sin embargo, a pesar de las privaciones que le toco vivir por algún tiempo, continuó ocupándose en su proyecto (su sueño, su vocación) hasta que un buen día los resultados salieron a la luz, y toda pena fue compensada. ¿Qué diría Alexander Graham Bell si pudiera ver los celulares?


El punto es que sólo la constancia en lo que hacemos (cuando lo hacemos porque es nuestra vocación) garantiza resultados sorprendentes.


c) Cuando somos felices en lo que hacemos.


Nada puede reflejar si estamos siguiendo nuestra vocación o no tan fielmente como la alegría con la que realizamos nuestras tareas. Como has notado, los tres hitos que hemos descrito brevemente hasta el momento tienen una secuencia lógica: si somos conscientes del costo entonces podemos renunciar a todo lo demás para hacer lo que realmente nos gusta hacer y cuando hacemos aquello para lo que nos sentimos llamado solo podemos ser felices.


A propósito de eso de “ser felices” conviene recordar que la felicidad no es una meta que se alcanza, es más bien un camino por el que es nuestra decisión transitar. Abraham Lincoln dijo una vez: “cada uno es tan feliz como se decide a serlo”. ¡Cuánta verdad hay en esas palabras! No se trata de los cientos de miles de dólares en el Banco, o de las mujeres guapas que frecuentamos, ni de los amigos influyentes que tenemos. Todo eso puede desaparecer un día así nada más. Pero cuando hemos decidido ser felices, incluso bajo circunstancias adversas, nada ni nadie puede quitarnos esa felicidad.


Es verdad que a veces podemos sentirnos desanimados porque nuestros planes no salen como deseamos, y podemos llorar desesperados y preguntarnos “por qué a mí”, pero incluso entonces, nuestra decisión de ser felices por quienes somos y lo que valemos nos ayudará a superar la tormenta.


Finalmente.


Reconozco que esto puede sonar demasiado idealista. Pero te invito a meditar en los tres hitos que hemos descrito con brevedad y trata de aplicarlos a la actividad que actualmente realizas, para saber si es o no tu vocación.


Hace un par de años leí una historia interesante. En una conferencia de motivación un joven estudiante fue llamado al frente por el expositor, quien le pidió que se presentara y dijera que estudiaba. “Soy estudiante de ingeniería” respondió, “y voy ya a la mitad de la carrera”.

- “Muy bien” - replicó el conferencista - “y ¿por qué usted decidió estudiar ingeniería?”

- “Pues me pareció la mejor alternativa entre las carreras en demanda actualmente”

- “Muy bien, y ¿qué más?”

- “Pues sé que hoy en día da mucho dinero ser ingeniero”

- “Pero no lo noto muy entusiasmado que digamos” – indicó el conferencista – “¿Qué otra cosas le gustaría hacer? Si pudiera renunciar a la ingeniera para hacer lo que en verdad le gusta, ¿qué es lo que haría?”

Los ojos del muchacho brillaron y con una media sonrisa dijo: “Me gustan los niños, y me gusta enseñarles sobre carpintería, a veces lo hago los domingos por la tarde, pero…”

En ese momento el expositor lo interrumpió y terminó la oración por él: “¿Pero nunca has pensado que a los maestros de manualidad para niños también les pagan?”.


Mi deseo es que te conviertas en un experto servidor (eso hace a un verdadero líder) y que tengas un día exitoso.

14 de agosto de 2007

Las Cuentas Bancarias del Líder – parte II.


En esta entrega vamos a abordar la segunda cuenta bancaria más importante que todo líder debe tener con mucho saldo a favor. Y si hemos trabajado conscientemente en incrementar nuestra cuenta de la integridad, será mucho más fácil hacer crecer la “Cuenta de las Relaciones”.


¿Qué es la Cuenta de las Relaciones?


Como notamos en la parte 1 de este artículo, nuestra cuenta de la integridad tiene una sola sucursal y se centra esencialmente en el desarrollo de nuestro carácter, autoestima, habilidades y demás características que nos convierten en auto-líderes sumamente competentes y de calidad.


La Cuenta de las Relaciones, por otro lado, tiene múltiples sucursales, tantas como deseemos o podamos tener, y se centra en todas aquellas personas con las que entramos en contacto, ya sea contacto familiar, personal, laboral/profesional, etc. Manejar esta cuenta (y hay que aclarar que es bastante compleja) requiere de mucho carácter, pues nunca ha sido fácil tratar con otras personas que tienen sus propios motivos, deseos, sueños e ideales, que seguramente no tienen nada que ver con los nuestros. Sin embargo, es vital para nuestro progreso contar con las personas apropiadas e interactuar con ellas en un ambiente propicio.


Los seis depósitos que trataremos para fortalecer nuestra cuenta de las relaciones son sólo una introducción a un tema más amplio que abordaremos en futuras ocasiones, me refiero a la Interdependencia, un paradigma que cuando es implementado explota el máximo potencial de los integrantes de un equipo, convirtiéndolos en generadores colectivos, en vez de quedarse como productores individuales.


Así que, una cuenta de relaciones es nuestra interacción con los demás, por lo que pasaremos a describir brevemente los depósitos principales que podemos hacer en dicha cuenta:


1º Ser leal.


A ninguno de nosotros nos cuesta entender lo que significa ser leal porque cotidianamente buscamos que los demás lo sean con nosotros. Pero ¿qué alcance tiene la lealtad que la convierte en uno de los primeros depósitos a realizar en la cuenta de las relaciones, qué tan amplia es? La respuesta está en lo que hacemos cuando alguien no se encuentra presente.


Una vez, un distinguido conferencista llegó a un lugar a hospedarse porque tendría que dictar una conferencia, pero no gustó de la persona que fue designada para recibirlo y atenderlo, y percibió un mal servicio, por lo que se dirigió al gerente del lugar y le dijo que tenía que decirle algo sobre su empleado. “Ya veo” dijo el gerente, “así que usted tiene una queja”. “Claro que sí”, respondió el conferencista algo irritado, “y quiero que usted haga algo al respecto”. En ese momento el gerente replicó, “Muy bien, permítame llamar a mi empleado, pues creo que no sería justo que tratemos algo que tenga que ver con él y no se encuentre presente”. El conferencista quedo asombrado de la actitud de aquel gerente y aprendió una valiosa lección.


Sin duda, la peor cosa de la que podamos enterarnos (y que nos molesta muchísimo) es que alguien haya estado hablando a nuestras espaldas. Generalmente depositamos nuestra confianza en algunas personas con las que compartimos situaciones que no están disponibles para todos, así que cuando nos son leales seguimos confiando y los consideramos como nuestros mejores amigos. Sin embargo, cuando conocemos a alguien que gusta de divulgar los secretos de otros, o que habla mal de sus amigos cuando estos no están presentes, no lo consideramos como ideal para fortalecer una relación.


2º Cumplir promesas.


Como en el caso de nuestra integridad, nuestras relaciones se fortalecen cuando cumplimos nuestros compromisos con los demás. Por ello alguien ha dicho que hay que ser “tacaños” a la hora de hacer promesas, pero una vez que asumimos un compromiso debemos esforzarnos para cumplirlo a toda costa.


Así que nos serviría recordar que antes de hacer una promesa debemos hacer un balance sobre nuestra capacidad para cumplirla, pero ¿qué pasa si no queremos defraudar a alguien? Para responder esa pregunta hay que hacer otra: ¿Cuándo defraudamos a alguien: cuando no hacemos una promesa o cuando no la cumplimos? Claro, la respuesta es obvia. Es mejor no establecer un compromiso, porque cuando dejamos de realizarlo retiramos una cuota considerable de la cuenta de las relaciones.


3º Disculparse con sinceridad.


A veces sucede que, aunque hayamos hecho todo nuestro esfuerzo, no podemos cumplir una promesa, y entonces, ¿qué podemos hacer para detener el retiro y convertir esa situación en una oportunidad para hacer un depósito? La respuesta es muy sencilla: Nos disculpamos sinceramente.


Hay personas que creen que decir “lo siento, me equivoque”, o “perdona, pero no cumplí mi compromiso contigo por…” es un signo de debilidad, pero eso no es cierto. Claro esta que no hay que buscar excusas, estas se notan al instante, y aunque puedan creernos cuando mentimos sobre la razón de nuestra irresponsabilidad, hay alguien que siempre sabe que no hemos hecho lo correcto: nosotros mismos.


Así que hay que recordar que cuando somos sinceros en nuestras disculpas mostramos una grandeza de carácter capaz de despertar confianza y empatía en los demás. Pero debemos tener cuidado para no abusar de este recurso, pues cuando nuestra vida cae en el extremo de evitar la responsabilidad usando disculpas nuestras relaciones se debilitan, cae nuestra integridad y nuestros saldos quedan en rojo. Por lo tanto, seamos equilibrados en el uso de este valioso depósito.


4º Comprender a los demás.


Como podemos notar, los depósitos en la cuenta de las relaciones van de lo simple a lo complejo. Y comprender a los demás en su marco de referencia puede ser un gran depósito, aunque no sea fácil. La habilidad que más se necesita desarrollar para comprender a otros es escuchar. Lastimosamente no existen escuelas para aprender a escuchar, aunque hay muchas para aprender a hablar, pero nos servirá tomar en cuenta que al escuchar a los demás debemos mostrar las siguientes actitudes o características:


Mostrar interés.

Escuchar activamente.

Asegurarnos de que hemos entendido lo que nos han dicho.

Estar atentos al lenguaje corporal de nuestro interlocutor.


Y también puede sernos muy útil tratar de ponernos en los zapatos del otro, pues seguramente nos gustaría que nos presten atención, y aunque no nos digan una palabra, saber que nos han escuchado con sinceridad es un gran alivio, y así podemos aliviar la carga emocional de otras personas.


5º Aceptar sin juzgar.


Ahora bien, es obvio que comprender a otro individuo es sólo la mitad del camino, lo que sigue es estar dispuestos a aceptarlo tal cual es, así como se ha abierto a nosotros.


Tal vez la tentación de decirle lo que “debe hacer” a cualquier persona es una de las más fuertes que debemos enfrentar, porque de alguna manera creemos que nuestras ideas son siempre acertadas. Parece que los consejos, las conclusiones y las ideas están más prestos a nuestros labios que la intención de escuchar, pero eso es cuestión de la forma en que nos han educado, pues como he dicho: no hay (o hay muy pocas) escuelas que enseñen a escuchar, pero sí muchas que enseñan a hablar.


Pero hay que hacer una aclaración: aceptar a los demás tal y como son no significa estar de acuerdo con todo lo que hacen, no se trata de ser paternalistas. Más bien se trata de aceptar su individualidad.


6º Aclarar las expectativas.


Finalmente, para poder dar contexto a los dos últimos depósitos, tenemos un depósito que se pasa por alto justamente porque damos por sentado muchas cosas sobre las relaciones. Pero cuando establecemos una relación es muy importante aclarar lo que se espera de dicha relación.


Las expectativas son como “las letras pequeñas” de los contratos, y deben quedar bien establecidas para que no existan reyertas futuras. Estos problemas pueden surgir por expectativas bajas, irreales, extremistas u ocultas (o por toda una combinación de variables). Cabe aclarar que nunca faltan las expectativas en una relación, es solo que a veces no se hacen palpables.


Se cuenta la historia de una pareja de jóvenes que decidieron unirse en matrimonio a pesar de que no tenían los medios para sostener dicha unión. Los padres de ambos los aconsejaron incansablemente para que lo pensaran mejor y se dieran más tiempo, pero ellos aseguraban que su amor podía ayudarlos a soportar lo que vinieran. Al fin se casaron, y al siguiente día de la boda el muchacho comenzó a salir en busca de trabajo. Sin embargo no encontraba una oportunidad y los alimentos comenzaron a escasear, así que dos semanas después de su matrimonio, una noche que el muchacho volvía de su búsqueda, pidió algo de comer, su esposa dijo que no había nada y él se enfureció. Entonces ella replico: “Pensé que te bastaba con verme para sentirte satisfecho…” Él, bajando la cabeza, dijo: “Sí, es verdad, pero es que tengo tanta hambre que ya ni te veo…”


De nuevo, es vital aclarar las expectativas de nuestras relaciones si no queremos terminar haciendo retiros constantes y debilitando la cuenta emocional que tenemos en las demás personas.


De la teoría a la práctica.


Finalmente debo reconocer que esta área es con la que más necesito trabajar, pero aunque es un ideal no es imposible lograrlo. Sólo necesitamos ser humildes y buscar en nuestro corazón la mejor forma de servir. Esa es, por decirlo así, la manera más práctica de ver estos depósitos: sirviendo a los demás. Siempre que estemos dispuestos a servir estaremos en posesión del secreto para hacer crecer nuestra cuenta de las relaciones.



Hasta la próxima entrega… me despido deseando que tengas un día lleno de éxito.

8 de agosto de 2007

Las Cuentas Bancarias del Líder – parte I.


La primera vez que leí sobre las relaciones interpersonales semejantes a una cuenta bancaria quede muy impactado, pero luego me di cuenta que la integridad también había sido simbolizada en una cuenta de Banco, y eso complementó en mí un sentido holístico del compromiso que una persona adquiere consigo misma y con los demás si es que en verdad quiere convertirse en un gran líder.


¿Quién es un Líder?


A propósito del líder conviene que nos preguntemos quién puede serlo. ¿Se trata de una cualidad especialmente guardada para algunos pocos elegidos? ¿La persona que tiene poder es siempre un líder? Quizá podríamos hacernos muchas preguntas, algunas mucho más incisivas que estas, pero con las cuestiones ya planteadas podemos abrirnos al campo de lo que significa ser un líder. Así que, partiendo de este punto, diremos que es innegable que una persona que está desarrollando su liderazgo debe tener “ciertas” características o cualidades que le permitan comunicar mejor su mensaje como líder, y debemos aceptar que para ejercer bien su liderazgo, la misma persona debe tener “cierta cuota” de poder, a fin de influir sobre los demás. Pero, ¿cómo adquiere esas cualidades y ese pode? Haciendo depósitos constantes en sus cuentas bancarias. Por lo tanto, toda persona que es capaz de depositar en la cuenta de la integridad y en la cuenta de las relaciones con suficiente constancia es capaz de convertirse en un líder.


La Cuenta de la Integridad.


En esta entrega solo abordaremos el desarrollo dela “cuenta de la integridad” pues el inicio de nuestros grandes proyectos es siempre el mismo: nuestro interior. Pero al decir “nuestro interior” quiero hacer un paréntesis para recalcar que no se refiere a ninguna fuerza misteriosa o mística que podamos “expulsar” o “emanar”. Más bien quiero decir que en la medida en que somos personas íntegras (y por lo mismo, integrales) más nos capacitamos para crecer y ayudar a otros en su propio crecimiento, y eso es siempre la esencia del liderazgo: crecer uno y ayudar a otros a crecer. Conviene, entonces, recordar los dos movimientos básicos de una cuenta: Depósitos y Retiros. Entre más depósitos realizamos, nuestra cuenta está saludable, pero es imposible no hacer alguna clase de retiro, así que el secreto está en que nuestros depósitos sean sistemáticos mientras evaluamos mejor nuestros retiros.


Así que vamos a concentrarnos en seis depósitos principales que podemos hacer en nuestra cuenta de la integridad:


1º Ser amable con uno mismo.


Como todos bien sabemos, si no nos respetamos a nosotros mismos nadie más lo hará. Este es la premisa básica de la autoestima. Sin embargo no se trata solo de estima propia. Es más que sentirme bien conmigo mismo y esperar que los demás se sientan bien conmigo. Se trata de ser responsable de mis estados de ánimo, de mis decisiones y acciones. Se trata de ser valientes para seguir siendo individuos y al mismo tiempo tener la humildad para aceptar el consejo de otros sin creer que se están “entrometiendo en mi espacio”.


Pero lo mejor de todo es que siempre podemos ser amables con nosotros mismos, siempre podemos aprender a reírnos de vez en cuando de nuestros propios desaciertos y seguir adelante.


2º Desarrollar las habilidades personales.


Todos nos sentimos satisfechos cuando hemos hecho algo que realmente nos gusta hacer, incluso si nadie lo nota. Eso es así porque encontramos placer en realizar aquello para lo que somos buenos, por eso nuestra principal tarea es descubrir y desarrollar nuestras propias habilidades y ponerlas en práctica como solo nosotros podemos hacerlo.


Me imagino que cuando el pequeño Bill Gates dejó escapar de sus labios la idea de que un día había computadoras en las casas y estarían interconectadas por una red (Internet)[1], los adultos lo miraron como a un bicho raro y seguro que ninguno hizo ningún comentario más que “aja…” Sin embargo él desarrollo las habilidades que le permitirían ver su sueño realizado, y eso ha pasado con muchas personas a lo largo de la historia. Algunas han sido recompensadas, otras no; algunas son apreciadas, otras no, pero el hecho es que haciendo aquello para lo que somos buenos incrementamos nuestra integridad personal.


No existen personas “Todolohago” sencillamente porque eso es una ilusión. Hay algunas actividades, o tareas, para las que no somos buenos, pero ello no significa que seamos unos fracasados, pues el fracaso está en dejar de desarrollar las aptitudes que sí poseemos.


3º Cumplir con nuestros compromisos personales.


Seguramente alguien ya ha roto una promesa que te hizo alguna vez. ¿Cómo te sentiste? Por otro lado, tal vez hayamos roto algunas promesas antes, y tampoco nos sentimos muy bien. Cumplir nuestras promesas puede ser un depósito muy poderoso, pues nos capacita para asumir mayores compromisos, pero cuando fallamos constantemente en cumplir con las promesas que hacemos resulta que nos es más difícil cumplir con otras.


¿Qué es lo que sucede con nuestros propósitos de año nuevo? Bueno, no es que no queramos cumplir, es solo que nos falta voluntad, y ¿por qué nos falta voluntad? Porque no cumplimos. Notas el círculo vicioso que se forma. En realidad, más que un círculo es una espiral descendente. Pero la buena noticia es que podemos revertirla en cualquier momento, si comenzamos a asumir compromisos que podemos realizar. Solo que esta vez debemos comenzar con pequeños compromisos y luego ir “subiendo el nivel” por decirlo así.


Nota que de lo que estamos hablando es de las promesas que nos hacemos a nosotros mismos. Por el momento no estamos tratando con las que les hacemos a los demás. Esto es vital, porque no podemos empeñar nuestra palabra con otras personas mientras no podamos completar una promesa hecha para nosotros.


4º Realiza actos de bondad.


Hay un hecho que resulta irrefutable: somos seres sociales. Desde siempre hemos necesitado unirnos en sociedad. Pero también es cierto que a veces hemos tenido problemas en nuestras mismas sociedades. Sin embargo hay una forma de incrementar nuestra integridad y contribuir a la sociedad: Hacer pequeños actos de bondad por otros.


¿Qué significa eso? Que donde quiera que estemos tenemos la oportunidad de servir a alguien, y eso nos fortalecerá. Ceder el asiento a una mujer embarazada o anciana, ayudarle a alguien con una carga pesada, sonreír y dar una palabra de ánimo al que está desesperado, escuchar sin prejuicios al que quiere desahogarse, y mucho más, no son meros actos de cortesía o caballerosidad: son actos de bondad que incrementan nuestra integridad personal (nuestra principal cuenta bancaria). Cada uno de esos actos son solo la punta del iceberg de un principio eterno: El servicio. No se trata de perder nuestra individualidad, es más bien ganar libertad al ser parte del alivio de otros.


Por eso alguien dijo: “cuando considero el resultado de los pequeños detalles, me siento tentado a pensar que no hay detalles pequeños”.


5º Comprometerse con la excelencia.


¿Qué es ser excelente? Una persona de excelencia es la que no piensa en ser excelente, es decir, se ha habituado a vivir con altos ideales, y en consecuencia no se compromete con la mediocridad. Podemos decir, en palabras de José Ingenieros, que ser excelente es tener un ideal y seguirlo aunque no sea aceptado por la sociedad. Lo interesante es que esos ideales siempre procuran el progreso de la sociedad, porque se basa en principios eternos que conducen a las civilizaciones al progreso, si se los sigue, o a la tragedia si se ignoran.


¿Cuál es tu objetivo? ¿Hacia dónde te estas moviendo? ¿Es un destino elevado o uno mediocre? ¿Sigues con todas tus fuerzas tus sueños? Parece que todos tenemos respuestas para estas preguntas, pero es preciso volver a hacerlas y profundizar en nuestras habilidades, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros ideales… El precio de la mediocridad es demasiado alto como para arriesgarnos a pagarlo.


6º Renovación.


Este es el último de los seis depósitos principales que podemos hacer en nuestra cuenta de la integridad. Claro que podemos hacer muchas más clases de depósitos, y queda en cada uno descubrir la forma singular en que puede hacerlos. Pero, ¿qué significa renovarse?


Mientras tengamos vida estaremos en actividad, más si seguimos un ideal, por ello es bueno tomarnos un tiempo para recuperarnos. Existen cuatro áreas muy amplias que debemos incluir para que nuestra renovación se efectiva e integral: La primera es el área física, donde cuidamos la forma en que nos alimentamos, el ejercicio que hacernos, el estilo de vida que vivimos. La segunda área es la mental, que nos invita a fortalecernos a través de la buena lectura, la escritura de un diario personal, el ejercicio de la creatividad, etc. La tercera área es la Espiritual, pero no se trata de religión ni misticismo, es más bien suplir nuestra necesidad de crecer y servir, de ser humildes y amantes, integrando a nuestra vida los principios eternos de vida; personalmente creo en Dios como la fuente de una vida espiritual saludable, y creo en Jesús como el único que puede dar paz verdadera al corazón, pero eso no significa que este imponiendo mi manera de pensar, pero quiero reafirmar que nuestra área espiritual es muy importante. Y la cuarta área es la Socio-emocional, donde afirmamos relaciones duraderas basadas en la confianza, la lealtad y la solidaridad.


El “cómo desarrollaremos estas áreas” es una cuestión mas de creatividad que de cánones, pero es preciso ser conscientes de que estas dimensiones de lo que somos existen y están integralmente relacionadas con nuestra fortaleza individual que nos capacitará para ser líderes de altura, donde quiera que nos toque estar.



Durante esta entrega hemos tratado una de las cuentas bancarias más importantes de todo líder, pero aún nos falta ver otra, que resultará ser el perfecto complemento de todo lo que hemos planteado hasta aquí.


Gracias por leer este artículo, y recuerda dejar tus comentarios, pues serán bien recibidos, porque estamos creciendo juntos, paso a paso, en dirección a nuestro ideal, y mediante estas publicaciones es mi deseo poder servirte.



Que tengas un día lleno de éxito, porque depende de ti.


[1] Claro que esta es solo una representación imaginativa de una situación.

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