21 de enero de 2008

Más que buenos deseos – parte 1.

winner Bienvenidos y bienvenidas, lideres de la excelencia, es un placer para mí saludarlos, porque nada hay que llene más mi vida, que saber que puedo servirte (mi amigo o amiga) por medio de estas reflexiones.

Luego de haber publicado mi artículo del 7 de enero, recibí una muy valiosa retroalimentación de un catedrático de la UFG (Universidad Francisco Gavidia), el licenciado Godofredo Aguilar. Me hizo pensar en la importancia de tener un claro y enfocado INTERÉS en aquello que realizamos. Justo de eso vamos a hablar en esta entrega, porque la realidad es que no importa cuan bien planeada este una actividad en nuestra agenda, si no tenemos un genuino interés en ella, no la realizaremos con la mayor calidad de la que somos capaces.

Por el momento no vamos a dar definición alguna para la palabra “interés”, pues ésta es muy usada tanto en el ámbito de la motivación como en el económico. Pero sí tendremos en mente que la vamos a tratar como nuestra inclinación hacía una actividad, objeto o persona, lo cual en sí es una definición, aunque un poco vaga. Lo que resaltaremos es el hecho de que actúa sobre nosotros para mantenernos en el cauce de nuestras metas, mientras trabajamos para incrementarla con acciones y hábitos muy concretos. Dicho de otra manera: en la medida en que trabajamos por fortalecer el interés que tenemos por realizar o alcanzar algo (una meta, un sueño, una actividad profesional o recreativa), ese mismo interés nos impulsa a mantener nuestro esfuerzo en esa dirección determinada.

No sólo basta con desear.

Cada vez que nosotros elaboramos un plan y establecemos metas, lo hacemos porque tenemos el deseo de que sucedan cosas buenas en nuestra vida personal y profesional, pero a medida que el tiempo pasa, nos damos cuenta de lo difícil que resulta, a veces, mantenerse enfocado en ese plan en el que hemos trabajado. Lo difícil tal vez no esté en la tarea en sí, sino en que poco a poco dejamos de inclinarnos hacia ella. Es como haber estado enamorado de una chica (o chico, para las mujeres) y luego haber cortado toda comunicación, mudándonos a otro vecindario, frecuentando a otras personas que nos atraen, aunque no como esa persona “especial”, dejando de escribir y leer los correos con los que aún nos recordábamos, etc. Lo que sucede es que siempre nos interesa, pero no con la INTENSIDAD con la que lo recordábamos.

En cuanto a nuestra planificación, aunque es importante tener un muy bien diseñado plan, sólo nuestro interés enfocado nos permitirá vivirlo con intensidad, debido a que, mientras tengamos que enfrentar desafíos para alcanzar nuestras metas, necesitaremos mucha fuerza emocional para poder seguir en el camino y, parte de esa fuerza, la provee nuestro genuino interés en la meta.

Desear es muy importante, y es el primer paso para lograr algo, pero es justamente en ese momento, que debemos comenzar a interesarnos con fuerza en ese deseo. Para ver la realidad de este hecho, sólo debemos pensar en alguna ocasión en la comenzamos a flaquear mientras seguíamos un buen plan, tras una buena meta, pero con muy poco interés en lo que hacíamos y en lo que esperábamos.

Pero, ¿hay alguna forma de mantener un interés activo? Creo que sí, y propongo tres lugares donde podemos desarrollar y acrecentar la intensidad de nuestro interés para hacer y alcanzar aquello que deseamos.

Nº 1: El interés está en aquello para lo que somos buenos.

El primer lugar donde podemos (y debemos) desarrollar ese interés enfocado, que nos ayudará a caminar en esos planes que hemos hecho, es en nuestras habilidades. Saber para qué somos buenos, no sólo porque nos lo han dicho, sino porque estamos conscientes de nuestra fortaleza en x actividad o destreza (hablar en público, habilidadescocinar, dirigir, enseñar, etc.), es un gran motor para seguir adelante siempre.

Se trata de disfrutar de aquello que hacemos mejor. Alguien ha dicho que si estamos dispuestos a hacer algo gratis, sólo por la satisfacción de saber que es nuestro mayor don, entonces esa es una gran destreza que vale mucho (dinero, reconocimiento, confianza, entre otras cosas).

Platón decía que una vida que no se evalúa no merece la pena de ser vivida. Pienso que con eso, Platón, intentaba enseñarnos que debemos ser capaces de decir, por nosotros mismo, para qué somos buenos, qué es lo que más nos gusta hacer. Porque, al hacer algo que nos gusta, nuestro interés se mantendrá activo. Por esa razón, parte de los exámenes de aptitudes se enfocan en interés y habilidades diversas, para decirnos luego cuál sería la mejor opción en una carrera o trabajo. No estoy diciendo que dichos exámenes sean infalibles, pero nos dan una idea. Lo que trato de enfatizar es la necesidad de hallar una meta, un sueño o una actividad que nos mantenga motivados mientras nos enfrentamos a los desafíos que todo camino lleva implícitos.

Ahora bien, utilizar esas habilidades especiales que tenemos requiero en sí mismo esfuerzo, perseverancia y mucha creatividad. Lo que sucede con esto de hacer planes, trazar metas y mantenernos interesados y motivados a la acción, es similar a lo que le sucede al cuerpo humano cuando hace ejercicio. Si descuida su condición física, un atleta puede tener los mejores planes, deseos y metas, puede incluso estar muy interesado en cumplir con sus expectativas, pero no lo logrará, simplemente porque no ha dedicado tiempo al desarrollo de todos los músculos involucrados en su desarrollo como deportista. Así, sólo cuando ejercitamos esas habilidades que poseemos, nuestro interés y motivación nos moverán a la acción.

Es nuestro privilegio, y solo nuestro, descubrir esa combinación de habilidades que nos distingue de los demás, luego cultivarlas y, finalmente, usarlas para mantenernos enfocados en la dirección de nuestras metas, en el camino que nos hemos trazado.

Los otros dos lugares donde podemos desarrollar nuestro interés enfocado, los exploraremos en la próxima entrega, mientras tanto, disfruta el continuo autodescubrimiento, porque la verdad es que conocernos a nosotros mismos es una actividad que dura toda la vida.

Hasta pronto, y mantente interesado en tus metas.

7 de enero de 2008

Aprovechando el 2008.

Es un verdadero placer para mí saludarte en este nuevo año, amigo y amiga de la excelencia. Estoy alegre de que podamos iniciar juntos una nueva aventura, pues se nos ha dado todo un libro con páginas en blanco, para que durante 12 meses escribamos nuestra propia historia, tal y como queremos que sea contada.

Debemos reconocer que a lo largo de un año, no todo sale como nosotros hemos planeado, pero lo importante de iniciar un año, es que podemos respirar hondo y aventurarnos a los nuevos desafíos que deberemos enfrentar, cada día, a cada minuto.

Buenos deseos y metas.

En este momento es preciso que podamos tener muy claro que esperamos del 2008. No, no debemos esperar que todo suceda porque "debe" suceder; nosotros tenemos un papel muy importante que cumplir en la realización de nuestras metas.

Permíteme referir, en breve, una conversación que escuché por accidente. Hace casi un año, mientras regresaba a casa de la universidad, oí que un hombre de mediana edad, quizás 30 ó 35 años, hablaba con una señorita de no más de 26, y le decía (con un cierto aire de satisfacción) que él era de las personas que no planeaban su vida, porque simplemente hacía las cosas tal y como le venían con determinación y valor; luego, prosiguió a enumerar un sin fin de situaciones en las que su "virtud" de no planificar nada le había hecho adelantarse.

Claro está que no podemos juzgar a aquel hombre por sus determinados puntos de vista, pero sí que podemos sacar algunas lecciones. En primer lugar, la determinación y el valor son dos virtudes que, en mi forma de ver, están íntimamente relacionadas con una planificación clara y objetiva de lo que queremos hacer en la vida. Sólo basta con imaginar a Alejandro Magno, intentando conquistar el mundo con determinación y valor, pero sin un plan para seguir. Es evidente que, sin un plan, cualquier virtud de la que podamos echar mano, sirve poco más que una botella de agua vacía. Allí está la botella y también la sed, pero le falta el contenido, lo más importante, el agua.

En segundo lugar, planificar es como tener un plan de vuelo; no trabajamos sobre las inclemencias del tiempo o los problemas técnicos, sino sobre el destino al que queremos llegar. Tener un plan no significa que todo sucederá, milimétricamente, como lo hemos bosquejado en el papel, aunque es deseable tener resultados de suma precisión; pero lo que sí significa, es que podremos reconocer cuándo nos hemos salido del curso de acción para volver con mayor facilidad a él. Con esto resulta aún más cierto que no tener metas claras, aunque sean sencillas o parezcan pequeñas, es gastar muchos recursos, tiempo, esfuerzo, sin poder prever si valdrá la pena al final de todo.

Y en tercer lugar, un buen plan sirve para hacer una posterior evaluación de calidad. En el último artículo de 2007 abordamos una breve reflexión sobre la necesidad de evaluar y planificar, y en esta primera entrega de 2008 quiero que tengamos claro en nuestra mente que esas actividades forman una espiral ascendente. La planificación y la evaluación no pueden existir una sin la otra, de allí que, al tener planes claros podremos evaluarnos con claridad. Imagina este ejemplo: Al principio del año tu decides que debes mejorar tus calificaciones en la universidad y escribes esta meta: "Quiero obtener buenas calificaciones en este semestre de estudio". Con sinceridad, cuando termines el semestre, podrás evaluar tu rendimiento con objetividad. Ni siquiera podrías iniciar con un plan sobre esa meta. Pero imagina que escribes: "Mi meta para este semestre es lograr calificaciones de 8,5 en actividades y parciales". Entonces, el segundo paso es planificar cómo (con qué nuevos hábitos, con qué actividades), vas a lograr alcanzar tus calificaciones de 8,5. Lo emocionante es que cuando termine el semestre, tendrás una base sólida sobre la cual autoevaluarte, porque podrás medir si estás por sobre tu meta o por debajo de ella, verás tu plan y decidirás qué acciones dieron resultados y cuáles no.

Una palabra final.

Como personas de excelencia, estamos llamados a aprovechas este nuevo año. La forma más sencilla de lograrlo es teniendo un buen plan. No temas si es un plan con una o dos metas. Lo que importa es que te tomes un tiempo para planificar tu vida durante 2008. Y cuando lleguen las tormentas, los reveses que siempre desafían nuestros nervios, las oportunidades que aparecen de "improvisto", recuerda que la vida es emocionante, con altos y bajos; pero tu plan seguirá siendo la mejor guía de la que puedas disponer.

Gracias por compartir un nuevo artículo conmigo, para mí es uno de mis mayores placeres poder compartir contigo algunas líneas. Mi deseo es que disfrutes del nuevo año y hagas de tu vida algo extraordinario durante este año.

Ten un día lleno de grandes detalles, ellos hacen que la vida no sea monótona. Hasta la próxima entrega.

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