28 de julio de 2010

Sobre la Dependencia…

Todos valoramos la necesidad de ser personas maduras en cada aspecto de la vida: emocional, físico, mental y espiritual. La razón es que al ser maduros podemos disfrutar mejor de la vida, sin ceder a la frustración, ni a las ansiedades. Por lo general percibimos a una persona con madurez como alguien equilibrado, que sabe aprovechar lo bueno de la vida, pero que también ha aprendido a sacar provecho de lo que es adverso.

dependencia-cadenaSin embargo, la madurez es un proceso continuo (casi que inacabado) en el que el aprendizaje es fundamental, por lo que pretendo poner en perspectiva los tres pasos, o niveles, o escalones que conciernen al desarrollo de la maduración en nuestra vida. Sólo que abordaremos estos tres aspectos en artículos diferentes, comenzando hoy con la “dependencia”.

La Dependencia tiene su lugar.

Cuando nacemos, los seres humanos somos extremadamente dependientes, pero es natural que sea así, porque de otra manera no viviríamos más que unas pocas horas o como mucho un par de días. El cuidado de nuestros padres es completamente necesario en el desarrollo de nuestros primeros años, y no sólo en el aspecto físico, sino en el espiritual, emocional e intelectual también. De esto se desprende que el paradigma básico de la dependencia es el “TÚ”, es decir, eres responsable de mi salud; piensas por mí y decides por mí; me valoras para que yo pueda sentirme querido, etc. Como podemos ver la dependencia es un nivel muy bajo en la madurez, pero tiene su lugar.

Pero veamos otros ejemplos de cuándo tiene lugar la dependencia: Cuando somos principiantes en una disciplina deportiva, cuando somos los nuevos en un trabajo, claramente dependemos de otros para aprender los aspectos básicos de esa nueva actividad que estamos realizando. La arrogancia de creer que no necesitamos de nadie en realidad nos haría perder la oportunidad de crecer en nuestras nuevas funciones. Sin embargo, esa dependencia debe limitarse sólo al tiempo en que aprendemos a valernos por nosotros mismos.

El vicio de la dependencia.

codependencia Además de que la dependencia se vuelve un problema que no nos deja madurar cuando no pasamos de ella, hay un vicio, una deformación de ella, y se llama “codependencia”. Esta deformación lleva al extremo el paradigma del TÚ, porque renuncia a la identidad propia para dejarla en manos de otra persona, de tal manera que un codependiente vive como el padre, el amigo, el cónyuge, o la sociedad le determinan que debe vivir.

De alguna manera el codependiente llega a desarrollar un pensamiento similar al de Claude del cuento de Émil Zola “Una víctima de la publicidad” que desde muy chico se dijo así mismo: “El plan de mi existencia está trazado. No tengo más que aceptar las ventajas de mi tiempo. Para marchar con el progreso y vivir totalmente feliz, me bastará con leer los periódicos y los carteles publicitarios, mañana y tarde, y hacer exactamente lo que esos soberanos guías me aconsejen. En ello radica la verdadera sabiduría, la única felicidad posible”. Y así quien padece de codependencia ve la vida a través de los ojos de los otros, no de su propia identidad.

Los puntos centrales hasta aquí son, para resumir, que: Hay una etapa en la que ser dependientes tiene su lugar, y es cuando aprendemos cosas nuevas. Sin embargo, la dependencia es apenas el primer paso, o el primitivo aspecto de la madurez. Avanzar de ella nos garantiza estar en el proceso, mientras que estancarnos es abrir la puerta de la codependencia, y ésta es la renuncia a la integridad personal. Al renunciar a nuestra identidad básica y depender de los pensamientos, sentimientos y valoraciones de otros, nos limitamos y todo progreso queda inaccesible para nosotros. Pero, al reconocer que la dependencia es un aspecto primitivo de la madurez, vislumbramos el siguiente aspecto en la Independencia.

Hasta la próxima entrega.

21 de julio de 2010

Revisar nuestros paradigmas…

mente-compu Cuando vemos el mundo nos gustaría pensar que lo vemos de una manera objetiva, que somos capaces de ver el cuadro completo; pero, la realidad es que, estrictamente hablando, no existe tal cosa como el hombre o la mujer puramente objetivos. Todos vemos el mundo a través de unos lentes muy particulares, que sólo usamos nosotros, estos filtran la información que llega a nuestros cerebros y con esos datos trabajamos para la toma de decisiones.

Un ejemplo de lo que significa mirar el mundo con una visión muy particular, puede ser nuestra posición frente a la excelencia. Para algunos la excelencia es una aspiración, un ideal que vale la pena seguir, porque según esa visión, al ser personas excelentes garantizamos paz, crecimiento, fortaleza y demás bondades de la vida para nosotros. Otros, sin embargo, por su visión particular de la vida, pensarán que la excelencia no es tan importante, que no hay que complicarse la vida con eso. Que la paz y el crecimiento se logran sin esa idea de la excelencia. Y lo más curioso es que ambos grupos tienen fuertes razones para mantener su posición. ¿Por qué esto es posible? Porque hemos heredado un mapa, o lo hemos aprendido, con el cual nos guiamos en nuestro caminar.

Son nuestros paradigmas los que nos ponen en tensión con otros, en especial cuando nos intentan convencer de que no son correctos, o cuando intentamos convencer a otros de que los suyos son los equivocados. El hecho es que nadie puede cambiar a otros, ni convencerlos mediante la lógica o las emociones a que cambie, porque la puerta del cambio sólo se abre desde adentro, cuando elegimos que el cambio es importante para nuestro desarrollo.

Para poder evaluar si es necesario un giro en nuestras perspectivas, es necesario que revisemos nuestros paradigmas. De otra manera seguiremos creyendo que tenemos la razón, aunque tal vez no la tengamos del todo. Las palabras clave son “del todo”, es decir que podemos estar en lo cierto en parte de lo que creemos, pero no sabremos que es posible mejorar hasta que emprendamos nuestra revisión. Si usas anteojos comprenderás lo importante de una revisión periódica de tus lentes. Si pasa mucho tiempo desde nuestra última visita al oftalmólogo, es posible que nos hayamos acostumbrado a nuestros lentes inservibles. Vemos televisión, leemos, trabajamos y nos recreamos con ellos. Son parte de nosotros. Tal vez la graduación ya no nos sirva, pero no acusamos la necesidad de un cambio, justamente porque nos hemos acostumbrado a ellos. Eso es lo mismo que pasa cuando no revisamos nuestros modelos básicos, nuestros mapas mentales. Creemos que nuestros viejos patrones están bien porque los hemos tenido desde siempre, nos han servido en muchas ocasiones, no hay ningún motivo para revisarlos ni cambiarlos.

Algunos quizás vean en la propuesta de revisión una amenaza, algo así como un lavado de cerebro conducente a cumplir una agenda oculta. Pero, si nuestros paradigmas son correctos, no tenemos que temer un análisis de ellos o una crítica contra ellos, porque permanecerán, mientras la hojarasca se cae; sin embargo, si no son efectivos, entre más pronto sean identificados y alejados, mejor será para nuestra vida.

faro1 No creo que exista una fórmula exacta para evaluar nuestros paradigmas. Si alguien la supiera tendríamos que admitir que es una persona objetiva, pero como he dicho más arriba, no existe la persona puramente objetiva, aunque luchar por acercarnos a eso es un ideal loable. A veces la vida nos da sacudidas para que demos un giro; a veces la invitación al cambio puede venir en las alas de una relación, de un discurso, de una lectura, de una canción. Sin embargo, sólo quisiera advertir que ninguna genuina revisión de nuestros modelos mentales sugerirá la pérdida de identidad. Es más, sólo quien es genuino, íntegro, independiente e interdependiente, puede hacer un examen equilibrado de sus postulados básicos.

Hasta pronto y que tengas un gran día.

11 de julio de 2010

Lecciones de Fútbol.

worl cup Aunque he dicho en alguna otra ocasión que mi deporte es el baloncesto, no puedo negar que el mundial de fútbol es un evento de proporciones muy grandes y uno es incapaz de quedar indiferente ante ese hecho. Y si a eso le sumamos la circunstancia de elegir jugar al fútbol con tus amigos porque ese es el deporte que les apasiona y no el tuyo, pues, bueno, algo se debe aprender. Al menos en lo personal he aprendido algunas cosas, y pienso compartirlas en esta reflexión sobre la excelencia personal.

Lección número 1: El equipo es primero.

Uno puede desear ser el mejor (y de paso es muy loable), pero para lograrlo no podemos olvidar ni por un momento que el equipo es primero. Entregar la pelota de vez en cuando, ayudar al compañero a situarse en la posición ventajosa que le permita hacer el gol, soportar juntos la derrota y disfrutar unidos de la victoria. El punto es que sin importar cuán bueno uno sea (o crea serlo) en la cancha se juega en equipo y el talento de cada uno debe servir para la exaltación individual, sino para la meta del conjunto: marcar el gol y ganar el encuentro.

Lección número 2: El liderazgo importa.

Esto no contradice lo anterior, porque dentro del equipo también debe existir la figura del liderazgo, que transmite inspiración, apoyo, fuerza, y que es capaz de evaluar una situación y aportar una solución. Pero esto me lleva a hacer una distinción entre el líder que sirve al equipo y el que espera que el equipo lo sirva a él. El primero es un tipo de líder que ayuda a todos en el grupo a ser protagonistas, pero el overol se lo pone él primero. Es decir, se sacrifica por el equipo y les ayuda a mantener el objetivo en mente. Del segundo sobran los comentarios, ya tenemos muchos ejemplos de ese tipo de líder.

Lección número 3: Hay que prepararse.

No se puede afrontar un encuentro futbolístico sin preparación. Hay que entrenar, hay que estudiar al rival, hay que encontrar soluciones a las debilidades y explotar las fortalezas. La mentalización sólo no sirve para ganar partidos, se debe preparar cada partido a cabalidad. Una vez hecho el entrenamiento, entonces la mentalidad y la actitud se vuelven fundamentales.

Lección número 4: Disfruta el partido.

Admito que esta no es tan fácil como parece. El caso es que nadie quiere perder y es fácil dejar de disfrutar el encuentro si uno va perdiendo. Pero vez tras vez he comprobado que entre más me molesto por ir perdiendo o por no poder meter la pelota en la meta contraria, más pierdo el control de mí mismo, y entonces cometo más errores. En cambio, cuando a pesar de ir perdiendo trato de disfrutar y participo del espíritu de equipo, y mantengo el estilo de juego del equipo, incluso si termino derrotado, puedo aprender mejor y enmendarme para el próximo encuentro. Y qué curioso es que de igual manera pasa en la vida. Entre más nos frustramos, menos soluciones vemos.

equipo3 Seguro que hay muchas cosas que más que se podrían aprender, pero las lecciones que he expuesto acá abarcan algunos aspectos con los que debemos enfrentarnos todos los días en nuestra cotidianidad.

Hoy se juega la final del fútbol mundial entre España y Holanda. Y lo único que podemos anticipar es que será un gran encuentro, una cita con la historia para cada país representado en su equipo y nuestro deseo es simplemente, que gane el mejor.

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