La mejor manera que encuentro para iniciar este artículo es con gratitud. Gratitud a la Vida, a Dios, porque en mi devenir me han enseñado que debo seguir aprendiendo; gratitud especial también para todos aquellos que llegan a este espacio y lo consideran por un momento, como un lugar donde poder encontrar a un amigo con quien compartir el mismo sentir que nos une como hermanos y hermanas: la consciencia de que podemos ser mejores cada día.
En estos dos años de Vivir la Excelencia, mi mayor motivación ha sido saber que hay alguien al otro lado de la pantalla que está leyendo. Tal vez sea alguien cercano, tal vez sea alguien lejano, pero la distancia no importa cuando en nuestra mente se entretejen sueños por los cuales estamos dispuestos a vivir; en ese momento la distancia y el tiempo desaparecen y nos vemos en el mismo camino que nos conduce hacia la montaña más alta, el verdadero techo del mundo: la excelencia.
Todo nuestro potencial, todo aquello por lo que luchamos, todos a los que amamos, se conjuga en una fórmula maravillosa que nos invita a nunca darnos por vencidos; después de todo, siempre enfrentaremos reveses en la vida, pero nuestra determinación puede hacer una diferencia real.
Es cierto que a veces nos sentimos débiles, y con el rostro contra el piso creemos que ya no podremos levantarnos una vez más; mas es en ese momento cuando al volver a observar nuestra historia (la personal y la universal) nos damos cuenta que no existen límites si creemos. El único límite es el que nosotros decidamos, la única manera de fracasar es cruzarnos de brazos y pensar que lo hemos dado todo.
Y qué si las lágrimas nos sobrepasan, acaso no son ellas quienes nos limpian por dentro para que podamos ver mejor hacia el lugar donde se encuentra nuestra fuerza: el corazón. Quizás esto suena marcadamente romántico, y no faltará quien crea que intento alejar la fuerza de Dios de nuestra vida; pero, ¿quién ha logrado alcanzar aquello que no ama con todo su ser? Y, ¿en dónde es que se comunica Dios para ayudarnos a ver un poco más arriba de la miseria y el dolor?
La montaña de la excelencia es nuestra vida, es la historia que podemos legar a nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros jefes o empleados. La montaña de la excelencia es tu conquista y nadie podrá hacer aquello para lo que estás aquí: hacer que otro se sienta inspirado, que sonría o que simplemente encuentre alguien con quien sentarse y confiar.
El viaje a penas comienza y quiero agradecerte por caminar conmigo estos dos años de Vivir la Excelencia. Te deseo siempre lo mejor y que sigas disfrutando de este sitio, donde puedes contar con un amigo en mí.