25 de diciembre de 2007

Momento de evaluar y planear...

Cuando llega diciembre, especialmente en las últimas dos semanas, parece que un ambiente de reflexión se cierne sobre nosotros, aunque, claro está, siempre hay un montón de formas de distraernos, especialmente por el tono comercial que se ven en las fiestas de fin de año.

Sin embargo, es importante utilizar el fin del año para evaluar y planear. Estas dos actividades nos ayudan a ver con claridad lo que hemos logrado durante el año que ya ha terminado (o que está terminando), mientras ponemos nuestra mirada en el futuro, donde queremos estar luego de doce meses de trabajo el próximo año.

Como tu servidor, he tratado por llegar a ti con artículos valiosos, que puedan servirte mientras te desarrollas profesionalmente en la vida, trabajando por elevar tu propia norma, viviendo una vida de excelencia. No dudo que tú, que lees estas líneas, tienes grandes sueños, esas metas que te has propuesto como tu razón de vivir, objetivos que estás dispuesto a cumplir pase lo que pase, porque sabes que el verdadero éxito es que estés cumpliendo con tu misión en la vida.

¿Qué evaluamos?

evaluacion Pero llega el momento de sentarse frete a la mesa de trabajo y evaluar. Esta autoevaluación debe ser franca y medir nuestro avance, no cuánto hemos avanzado (al principio, aunque es necesario saber el cuánto) sino si hemos avanzado. La mayor utilidad de este balance es decirnos que no nos hemos estancado, por eso debe ser franco, porque puede ser que, en nuestro bienintencionado deseo de no sentirnos frustrados, queramos alterar aunque sea un resultado. El hecho es que mientras más íntegros somos con nosotros mismos, mejor capacitados estamos para enfrentar los desafíos de descubrir que hay áreas de nuestra vida que necesitan cambios dramáticos, mientras que en otras áreas somos muy fuertes.

Además de medir si hemos avanzado o no, la autoevaluación nos ayuda a saber, específicamente, en qué cosas debemos mejorar y a cuáles hay que prestarles más atención. De lo que se trata es de establecer parámetros guiadores, a fin de no volver a cometer los mismos errores o, si los cometemos, que podamos saber cómo reaccionar a tiempo para que sus efectos se neutralicen con rapidez.

También, esta evaluación personal, nos hace más responsables con nosotros mismos, después de todo, sólo las personas responsables pueden optar a un estilo de vida de excelencia, ya que son dueñas de sus propios pensamientos, decisiones y actos. Viktor Frankl nos dice que

"sólo puede respondérsele a la vida, siendo responsables de nuestra propia vida",

y hay una gran sabiduría en dicha frase.

¿Qué planeamos?plan

Es innegable el hecho de que no podemos predecir el futuro, pero la verdad está de nuestra parte cuando afirmamos que podemos construir nuestro propio futuro.

Reconozco que hacer esta afirmación nos enfrenta a un dilema: el de todas aquellas cosas que no podemos controlar y que, sin embargo, afectan nuestra vida (directa o indirectamente). Pensemos en el desempleo, el siempre alto costo de la vida, la violencia en las calles y en las casas, el gobierno, los vecinos, etc. De hacer una lista de situaciones que no podemos controlar, nos daríamos cuenta de que tendríamos que gastar mucho tiempo y esfuerzo sin siquiera atisbar a lejos un final para la numeración de quejas. Sin embargo, es pese a esa gran lista de inconvenientes, o quizás gracias a ellos, que nosotros podemos decidir vivir construyendo nuestro propio futuro.

Napoleón Hill nos dice:

"Todo lo que la mente humana pueda concebir y creer se puede lograr."

Esto es verdad tanto para lo positivo como para lo negativo. Lo que pensamos se hace realidad. Recuerdo que hace un par de años, mientras asistía a un seminario sobre motivación dictado por el Dr. Pablo Perla, él nos contó una historia muy interesante: Pigmalión era un gran escultor en Grecia y un buen día hizo la estatua de una mujer. No bien hubo terminado con la estatua se enamoró de ella, y comenzó a tratarla como si fuera una persona. Todos los días le traía flores, la vestía, le hablaba de su amor y de cómo deseaba que viviera con él, hasta que, de pronto, la estatua le habló. La había tratado tanto como a un ser humano, que se convirtió en un ser humano. De allí, el Dr. Perla, nos contó sobre el efecto pigmalión, es decir, el efecto de que las personas se convierten en lo que nosotros pensamos de ellas. Ahora, si es posible que con nuestras actitudes y pensamientos influyamos sobre otra persona, imagina cuánto influimos sobre nosotros mismo con lo que dejamos que domine nuestra mente.

Así que, desde mi punto de vista, el primer paso de una buena planeación es poner pensamientos constructivos en nuestra mente, porque entonces nuestros planes serán constructivos y nos invitarán constantemente al desarrollo.

Luego, claro está, hay que poner por escrito qué es lo que queremos para el nuevo periodo, qué es importante y qué puede ser postergado (con una fecha lo más específica posible), qué esperamos tener y qué estaremos dispuestos a dar para tener.

No importa si el plan parece pequeño, puede ser que sólo tengas dos o tres metas que quieres cumplir a lo largo del año, lo que importa es que lo hagas. En realidad no hay un plan pequeño, porque en el momento que nos decidimos a ser responsables de nuestra propia vida, estamos comenzando a vivir una cultura de excelencia, una cultura que poco a poco se convertirá en nuestro legado para quienes nos rodean.

La evaluación y planeación de nuestra año (y de nuestra vida) es siempre un gran momento, y debe verse con alegría y satisfacción, aunque no conformes, pues crecer es algo que nos sucede todos los días, si estamos dispuestos a pagar el precio. No he tratado en este artículo sobre las técnicas de evaluación y planeación porque hay muchos libros y páginas en la web que lo hacen ya, además, mi propósito es, más bien, hacer una reflexión sobre lo importante que es para nosotros en particular, tomarnos el tiempo para evaluar y planear.

Este es el último artículo de 2007 y sólo deseo haber sido útil a quienes leen estas líneas. Nos vemos en 2008, y recuerda que cada día debe ser vivido en la excelencia, como personas de verdadero éxito, porque lo somos.

Hasta pronto.

11 de diciembre de 2007

Construyendo la Excelencia Personal.


Existe una máxima que es muy conocida y que es excelente para el artículo de esta entrega de “Vivir la Excelencia”. Dicha máxima dice: “Siembra un pensamiento y tendrás un acto; siembra un acto y tendrás un hábito; siembra un hábito y tendrás un carácter; siembra un carácter y tendrás un destino”.

Es una ley muy sencilla, pero es muy poderosa y se ha corroborado una y otra vez en cada una de nuestras vidas. Los hábitos que formamos pueden, literalmente, llevarnos a vivir una vida exitosa o, por el contrario, arrastrarnos al oscuro y frío dominio del fracaso.

Podemos pensar en los hábitos como si fueran la fuerza de gravedad de nuestra vida. Ya sabes, la gravedad es la que nos mantiene con los pies en la tierra y evita que los planetas de nuestro sistema choquen unos contra otros. Es benéfica, da orden y estructura a nuestro planeta. Eso sucede con los hábitos positivos, te dan orden y estructura, te brindan confianza en la realización de tu vida. Pero, cuando nuestros hábitos son negativos, actúan como la fuerza de gravedad evitando que un cohete espacial traspase la atmósfera. Se gastan miles y miles de litros de gasolina, sólo para lograr que la nave espacial logre llegar al espacio exterior. Así, los hábitos negativos, pueden literalmente estancar el avance personal y profesional de cualquier individuo, sin importar la cuna en la que haya nacido.

Destaco estos dos aspectos: el personal y el profesional, porque no son lo mismo, aunque se complementa en gran manera. El hecho es que un hombre o una mujer, pueden ser grandes profesionales, muy competentes, pero al mismo tiempo pueden tener serios defectos de carácter, que menguan su influencia. Es innegable que uno debe cultivar ambas áreas de su vida en forma integral, mas si debiéramos escoger entre una de ellas, la mejor opción siempre es ser la mejor persona que alguien podría conocer.

Y para poder llegar a ser esa clase de persona que todo el mundo conoce por su integridad y dedicación, laboriosidad y perseverancia, no existen atajos, es preciso romper con viejos y perniciosos hábitos y cultivar otros en su lugar, más efectivos, que nos conduzcan al desarrollo continuo. Esa tarea no es fácil, pero brinda satisfacción real a quien decide recorrer el camino del cambio y la mejora continua.

Usando el poder de nuestros hábitos para nuestro propio beneficio.

Ahora, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Qué hábitos puedo formar para que me catapulten hacia el éxito?

No es mi intención sermonear ni dar consejos sin ton ni son, pero si me permites algunas sugerencias, con las que puedes comenzar a trabajar en el desarrollo de hábitos con los que construirás tu Excelencia Personal, te aseguro que no te arrepentirás, porque son cosas sencillas y prácticas que podemos comenzar a hacer ahora mismo.

1. Lee una hora todos los días. La lectura de buenos libros será de mucho beneficio para tu bagaje intelectual. Más aún, para aprovechar al máximo esa hora de lectura, puedes dedicarla a los temas sobre los que estas estudiando tu carrera, o sobre los que estás ejerciendo tu profesión.

2. Toma tiempo para planificar. No es necesario que tengas hojas elegantemente elaboradas para hacer un plan, sólo necesitas papel y lápiz, y la disposición para sentarte a pensar sobre lo que vas a hacer en la próxima semana; luego, cada día puedes tomar unos diez minutos para evaluar las actividades para ese día específico.

3. Cumple contigo mismo. La verdad es que, antes de pensar en andar cumpliendo compromisos para todo el mundo, es mejor comenzar a cumplir con uno mismo. Eso alimenta nuestra propia integridad.

4. Sé bondadoso y generoso. No dudes en servir a otros, cediendo un asiento, ayudando a un anciano, dando dinero a tu iglesia o centro de caridad. Tu bondad y generosidad son verdaderas palancas de éxito, te canjean una creciente influencia, pues quienes te rodean saben que eres una persona de excelencia.

5. Sonríe. Esto parece muy fácil, pero quienes hemos estado bajo presión nos hemos dado cuenta de lo difícil que es sonreír. Esto debe convertirse en un hábito, pues cuando las cosas no marchan como queremos, merced a cualquier mezcla de circunstancias, una sonrisa sincera puede aliviar nuestro propio corazón. No, no nos volvemos conformistas, sólo reconocemos que hay situaciones que escapan de nuestras manos, pero es nuestra decisión volver a levantarnos y construir de nuevo.

Estos cinco hábitos que propongo son a penas un comienzo, de allí, cada uno irá descubriendo nuevas dimensiones sobre las cuales trabajar en dirección a la excelencia y la calidad personal. Y, como ya lo hemos citado en alguna entrega anterior, Miguel Ángel Cornejo nos recuerda que “vivir en la excelencia, nos hará permanecer en las generaciones futuras”.

Gracias por haberme acompañado una vez más, es mi deseo que juntos podamos construir un futuro más próspero y propositivo, recuerda que puedes dejar tus comentarios.

¡Que tengas un gran día!

6 de diciembre de 2007

A veces es difícil… pero es lo mejor.


Bienvenido a una nueva entrega de “Vivir la Excelencia”, estimado lector o lectora, en esta ocasión vamos a sacar algunas lecciones de otro personaje involucrado en la ingeniosa fábula de Spencer Johnson; me refiero a uno de los liliputienses, llamado, Haw. Pero para sacarle el máximo provecho a esta entrega vamos, a hacerle a Haw algunas preguntas importantes. Espero que esta entrevista exclusiva nos ayude a poner en perspectiva, el periodo de cambio que puede estar ocurriendo en nuestra vida.

Gerson E. A. Arenívar: Bienvenido Haw, es un placer conocerte. Quiero agradecerte por conceder esta entrevista a “Vivir la Excelencia.blogspot.com”, porque con ella nos darás lecciones importantes.

Haw: Al contrario, yo quiero agradecer a Vivir la Excelencia y a ti, Gerson, por permitirme compartir las experiencias con las que he aprendido a ser una persona de excelencia.

GEAA: Pues bien, entonces déjame hacerte la primera pregunta: ¿Cómo es la vida en el laberinto? ¿Es diferente de que ves aquí?

Haw: La vida en el laberinto no es diferente de la de aquí. Todos los días hay que salir a buscar el queso especial para uno, enfrentándose a una serie de desafíos, tomando decisiones que, a veces, no resultan nada fáciles; pero he aprendido a ver todo eso como una emocionante aventura.

GEAA: ¿A qué te refieres con eso de “Queso Especial”? ¿No todos buscan el mismo tipo de queso?

Haw: De hecho, no. Cada uno debe tener su propio queso. Lo maravilloso del laberinto es que, si sabes buscar, hay suficiente queso para ti, del que tú quieres. El laberinto me enseño a tener claro qué clase de queso buscaba, si no, nunca lo encontraría.

GEAA: Ya veo. Eso me hace pensar. Ahora cuéntame sobre tu búsqueda de queso y cómo lo encontraste.

Haw: Muy bien. Primero debo decir que, encontrar mi propio tipo de queso, fue una experiencia que me exigió aprender a cambiar. Con mi amigo Hem, habíamos estado encontrando pequeñas cantidades de queso durante algún tiempo. Nuestros vecinos, Fisgón y Escurridizo, a veces estaban muy cerca de nosotros. Creo que su instinto les ayudaba mucho. Pero Hem y yo éramos personitas, así que debíamos ser mucho más inteligentes y aprovechar más el laberinto para obtener nuestro preciado queso. Un buen día, llegamos al depósito Q; nuestros ojos se iluminaron, había tanto queso… y notamos que los dos ratoncitos ya estaban allí; pero no importaba porque era muchísimo queso. “Por fin”, pensé, “todo el tiempo y el esfuerzo que hemos invertido, ha dado sus frutos”. Aún recuerdo las palabras de Hem: “Esto es fantástico” –dijo. “Aquí hay Queso suficiente para toda la vida”

GEAA: Pues les fue muy bien, encontraron queso bastante rápido.

Haw: Sí, eso creímos, pero hasta aquí, a penas vamos por la mitad de la historia.

GEAA: ¡Oh!, perdona la interrupción. Por favor, continúa.

Haw: No hay problema. Pasaron algunos días y Hem y yo establecimos la rutina de levantarnos tarde, ir caminando hasta el depósito Q, comer y disfrutar. Al contrario, Fisgón y Escurridizo parecían siempre andar husmeando todo el recinto al principio de la mañana, luego se quitaban sus tenis pero nos los tiraban como ya habíamos hecho Hem y yo, sino que se los colgaban al cuello. Me parecían muy exagerados. Pero un día ya no los vimos. Y para nuestra sorpresa ¡ya no había queso en el depósito! Yo me pregunté si tal vez los dos ratoncitos se habían dado cuenta de algo que Hem y yo no quisimos ver, pero el dolor y la frustración del momento me impidieron pensar; además, Hem estaba quejándose muy ruidosamente. Yo compartía sus quejas, aunque no las expresaba.

GEAA: No hay duda de que fue algo terrible, pero, ¿cómo saliste de esa situación?

Haw: No fue nada fácil, porque pensé que la vida era injusta, al quitarnos el queso que nos había costado tanto esfuerzo. Me sentí frustrado, pero comprendí que si no cambiaba podía extinguirme. Intenté decírselo a Hem, él no quiso escuchar. Yo sabía cómo se sentía, porque me sentía igual, sin embargo, decidí que no dejaría que mis sentimientos nublaran mis pensamientos. Lo invité a salir de nuevo al laberinto y entonces noté que tenía miedo de volver a fracasar. Yo también tenía miedo, pero me hice esta pregunta: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?” La respuesta era que saldría al laberinto a iniciar una nueva búsqueda de queso, y lo hice. Al principio me sentí débil, vi callejones oscuros y quise regresar con Hem, me desorienté en un par de ocasiones, hasta que encontré un bocado de queso; me aferré a él, lo comí visualizando todo el queso que me esperaba y, un poco más tarde, encontré otro pedazo de queso, y luego, otro más. Corrí a mostrarle a Hem algo del nuevo queso y a darle un poco también, más no lo quiso. Me dijo: “Quiero mi viejo queso y voy a esperar aquí hasta que me lo devuelvan”. Triste, tuve que dejarlo. Entré al laberinto y seguí buscando, hasta que un buen día, encontré un depósito aún más grande que el que habíamos encontrado antes. Fisgón y Escurridizo estaban allí, siempre con sus zapatos al cuello, listo para la acción. Yo decidí que, esta vez, el cambio no me tomaría por sorpresa. Evaluaría y disfrutaría, comería con mis zapatos siempre listos. Tomaría tiempo para estar con mi familia y me prepararía para cambiar, y disfrutarlo, pues el queso no deja de moverse.

GEAA: Ha sido una entrevista maravillosa, no hay por qué añadir ningún comentario. Creo que mis lectores y yo hemos aprendido hoy, que hay que salir al laberinto y buscar nuestro queso. Sólo una cosa más. ¿Qué paso con Hem?

Haw: La verdad es que no lo sé, pero albergo la esperanza de que decidiera aventurarse al cambio. Sólo pido a quienes han leído esta entrevista, que nunca pierdan de vista su propio queso y que recuerden que si el cambio ocurre, eso no es el fin del mundo. Debemos salir de nuevo al laberinto y estar listos para encontrar más queso.

Hasta la próxima entrega… que tengas un día lleno de éxitos.

20 de noviembre de 2007

Fisgón y Escurridizo.


En la entrega anterior hablamos un poco sobre la necesidad de que existan cambios. Incluso dijimos que la experiencia de cambio (crecimiento, desarrollo) puede ser dolorosa, pero quien decide si será positiva o negativa es uno mismo.

Hoy vamos a conocer a dos personajes muy simpáticos; si ya leíste el libro “¿Quién se llevó mi queso?” seguro que los conoces, aunque la participación de ellos parece muy breve, pueden servirnos de ejemplo de cómo detectar el cambio y movernos con él. Esos personajes son los ratoncitos Fisgón y Escurridizo, que tienen como vecinos a dos liliputienses de los que hablaremos después.

¿Dónde vivían? En un laberinto que Spencer Johnson describe así: “El laberinto estaba compuesto por pasillos y cámaras, algunas de las cuales contenían un queso delicioso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin salida que no conducían a ninguna parte. Era un lugar donde cualquiera podía perderse con suma facilidad”. ¿Qué buscaban? Un delicioso y variado queso que se ajustara a sus más preciosos deseos. Ocasionalmente encontraban queso, y un buen día llegaron a un depósito donde había más queso del que Fisgón y Escurridizo hubiesen visto en toda su vida. Se instalaron y comenzaron a disfrutar de su delicioso banquete.

Hasta aquí la historia va bien, pero el depósito comenzó a quedar vacío; por “suerte” los dos ratoncitos habían mantenido una práctica constante desde que encontraron aquel lugar: Todos los días, antes de comenzar a comer queso, inspeccionaban todo el sitio y comenzaron a notar que pronto tendrían que moverse de allí. El día “menos pensado” ya no encontraron queso en su depósito, pero en lugar de pensar mucho, pues eran simples ratones con cerebros simples, emprendieron una nueva búsqueda de queso. Fisgón husmea en el aire cualquier cambio de olor que permita saber en qué dirección avanzar y Escurridizo se encarga de entrar rápido en acción hacia donde su compañero señala.

¿Por qué no los sorprendió el cambio? Sencillamente porque “instintivamente” sabían que el cambio vendría en cualquier momento. Claro que disfrutaban del queso abundante que habían hallado, pero sabían que en cualquier momento éste tendría que acabarse. Así que el día que ocurrió el cambio, ellos simplemente cambiaron con él, sin perder de vista cuál era su propósito esencial en la vida: Obtener su preciado queso.

Saquemos nuestras conclusiones.

Esta breve participación de Fisgón y Escurridizo en la fábula de Spencer Johnson, tiene mucho que enseñarnos. Primero, el queso es el éxito, eso que deseamos más en la vida: Tener mucho dinero, terminar con honores una carrera, tener un matrimonio y una familia felices, y más. Cada uno tiene su propio queso especial que está buscando y eso es lo que no debe cambiar nunca en nosotros, es decir, nuestros objetivos deben ser tan claros que puedan iluminarnos en la peor oscuridad.

En segundo lugar, Fisgón y Escurridizo disfrutan con cautela del queso que han encontrado. No, no son paranoicos, más bien están plenamente conscientes de que el verdadero éxito no es una cosa eterna, sino el desarrollo constante de nuestros dones, una cotidiana y bien pensada búsqueda.

Y en tercer lugar, no hiperreflexionan sobre el problema del cambio, porque reconocen que es un asunto “natural” que el queso se termine en algún momento y que deban, en consecuencia, salir y buscar más.

Al analizar éstas tres breves y sencillas conclusiones, obtenidas de los dos ratoncitos, no nos queda más que volver a mirar nuestra propia búsqueda de queso. ¿Cómo están de claros nuestros objetivos? ¿Somos cautelosos y humildes frente al éxito, o lo damos por hecho? ¿Nos rompemos la cabeza preguntándonos por qué nos han sobrevenido las desgracias, o decidimos que es hora de comenzar a movernos en busca de otro queso? Pero hay que entender bien cada una de éstas preguntas, porque quizá saquemos la conclusión errónea de que hay que iniciar otro matrimonio, tener nuevos hijos, echar por la borda toda una vida de carrera institucional y profesional, etc., cuando en realidad lo que necesitamos es un cambio en la manera en que hacemos las cosas y no un cambio de las cosas mismas. Tener la sabiduría para saber cuándo es preciso un cabio de cosas y cuándo el cambio es más bien de métodos (la manera en que hacemos algo), es un desafío, pero aun entonces, una respuesta clara y objetiva de las tres preguntas que se encuentran en este párrafo nos será un buen lugar para comenzar nuestra nueva búsqueda del delicioso queso.

Hasta la próxima entrega, y recuerda que aunque el dolor y la desilusión a veces acompaña al crecimiento, somos nosotros los que decidimos cómo utilizar esa experiencia para hacer de ella un peldaño que nos acerque al verdadero éxito (el desarrollo constante de nuestros objetivos en la vida).

14 de octubre de 2007

El mundo está cambiando… siempre.


¿Qué tal? Estamos en pleno siglo XXI y nos hemos levantado un día normal, para algunos de lluvia, para otros de sol, nublado o nevado, en fin. El mundo sigue girando sobre su eje y alrededor del Sol, tal como lo dejamos anoche; volvemos a nuestros trabajos, a nuestros estudios, etc. ¿En qué nos diferenciamos de las personas que vivieron hace unos 3,500 años? ¿En las herramientas, la tecnología, los desafíos para poder vivir (o sobrevivir)? Claro que ahora somos diferentes, más sofisticados, con mayores adelantos, o ¿no?


La realidad es que, a pesar de todos nuestros adelantos, seguimos enfrentándonos a los mismos desafíos sobre cómo vivir, ser felices, ser más fuertes y superar nuestros obstáculos, cómo alcanzar el éxito y triunfar en la vida. Pero que sean los mismos desafíos no significa que podamos cruzarnos de brazos y esgrimir una “técnica” del pasado, pues es nuestro deber dar nuestras propias respuestas, porque la paradoja es que el mismo mundo en donde vivimos, gira de manera diferente para cada uno.


A partir de esta entrega dedicaremos unos artículos a reflexionar un poco sobre el cambio y sobre la necesidad de adaptarnos a él. Y trataremos de extraer el mayor provecho posible de las situaciones que nos son adversas, que nos quitan la tranquilidad muchas veces, pero que pueden sernos de mucha utilidad a lo largo de la vida.


Necesidad del cambio.


Así que, lo primero en lo que debemos detenernos a meditar un poco es en la necesidad de que ocurran cambios. Una vez leí que alguien preguntaba por el sinónimo de crecimiento y, entre todas las respuestas, alguien dijo: “dolor, crecer es sinónimo de dolor”. Desde entonces he tenido en mi mente esa palabra. Todos quisiéramos que la vida fuese más fácil, pero la verdad es que muchas veces hay que experimentar ciertas cosas que nos resultan negativas, pero al pasar el tiempo nos damos cuenta que sin esas experiencias, seguramente no habríamos madurado.


A propósito de esto, a veces me siento tentado a pensar que en realidad no existen experiencias negativas o experiencias positivas, pues ante todo son experiencias y serán lo que nosotros hagamos de ellas. Lo que importa es el sentido que podamos extraer de esas situaciones que, en alguna ocasión, nos han resultado tan desalentadoras.


Sin embargo, esto no quiere decir que en toda experiencia debamos sufrir, pero estoy casi seguro (abro el espacio de la duda) de que las personas que triunfan en la vida sin que su triunfo se les suba a la cabeza y que, además, saben y pueden servir, son personas que aprendieron la necesidad de cambio en la escuela del dolor, por eso crecieron, maduraron y son capaces de servir a otros que están enfrentando momentos de luchas: familiares, económicas, laborales, etc.


Hasta aquí todo suena ideal, pero ¿qué si he perdido el empleo y tengo esposa o esposo y tres hijos que alimentar? ¿Qué si mi hijo está en el hospital atacado por una grave enfermedad y me han dicho que le quedan unas cuantas semanas de vida? ¿Qué si mi hija fue violada y ahora tiene que llevar en su vientre a un hijo que no desea?


Sin duda estas son preguntas difíciles de responder, porque la naturaleza del sufrimiento es muy extraña, nos golpea con nuestras flaquezas y se burla de nosotros, pero aun entonces, seguimos siendo los únicos que podemos decidir qué haremos con esa experiencia. No puedo ofrecer una respuesta a preguntas como las que he planteado arriba, sin embargo, un escultor judío que logró sobrevivir al holocausto nazi escribió: “¿Tiene algún sentido el sufrimiento? Sí tiene sentido, si le cambia a uno y le hace mejor” (ver Psicoanálisis y humanismo de Víktor E. Frankl). No es una cita fácil de digerir, pero recomiendo meditarla al menos unos minutos.


Por tanto, aunque los cambios no tienen porqué ser dolorosos, la mayoría de ellos sí lo son. Pero es una necesidad para nuestro desarrollo que haya cambios que nos “obliguen” a ver la vida desde otra perspectiva, impulsándonos a buscar nuevas formas de hacer frente a los desafíos que vendrán en nuestro camino. Y si por un momento nos parece que la Tierra se salió de su eje y se dirige a la destrucción final, sólo toma un respiro piensa que tal vez hay algo que aprender de toda esa situación, aunque lo hagas con un nudo en la garganta. Ten ánimo, muchos de nosotros hemos pasado o estamos pasando por momentos de crisis y, aunque hemos llorado, creemos que no vale la pena detenerse, porque el mundo seguirá cambiando, una y otra vez, y sólo si estamos listos podremos tomar la delantera.



Que pases un gran día.

5 de octubre de 2007

Se supone que sea difícil…



Hace algunos días tuve la oportunidad de ver parte de una película de Tom Hanks; estaba ambientada en la época de la guerra de Vietnam, y trataba sobre la liga de beisbol femenina que se inició en ese tiempo (la película se llama: A League of Their Own).


En una escena que llamó mi atención, la actriz Geena Davis, quien interpreta a la mejor jugadora de beisbol, Dottie Hinson, decide retirarse para irse a vivir con su esposo que ha regresado de la guerra, tener hijos y criarlos. Tom Hanks, el entrenador, pregunta la razón para su retiro ahora que están en la serie mundial y pueden ser campeones. Ella responde con un simple: “se puso difícil”. Entonces Hanks pronuncia lo que considero la declaración de misión de los verdaderos triunfadores: “Se supone que sea difícil, si no cualquiera lo haría”.


El problema de quejarse.

He pensado mucho sobre esa frase desde que la escuche, he visto a mi alrededor las circunstancias que me rodean y me he dicho: Se supone que sea difícil. Pero también he tenido que ver a muchas personas que pasan por la vida y se quejan cuando ésta se pone un poco dura. Hay quienes llegan a considerarse meras víctimas, y lo son, pero no de la vida o las circunstancias, sino de sí mismos, porque simplemente se han sentado a esperar que el viento sople a su favor.

El problema de esperar que el viento sea favorable, en lugar de trabajar por labrar la oportunidad que vamos a aprovechar, es que cuando la oportunidad llega no estamos listos, porque estamos más habituados a esperar.

¿Qué es mejor: avanzar aunque sea un paso por día, incluso si es un poco penoso, o esperar en una estación fantasma a que pase el tren ilusorio de la buena suerte? ¿Quién es exitoso: el que se arriesga y cae en algunos tramos del camino, pero se levanta, o el que cree que puede acertar en una sola oportunidad, pero que no se prepara?

Cuando a alguien con altos estándares de vida le va bien, las personas alrededor actúan de formas variadas: unas se conforman, como si la victoria de esos pocos excelentes se debiera a una disposición especial de las “estrellas” que ellos no tienen; otros, se quejan de que esa “buena suerte” no les tocó a ellos, y piensan que la vida no ha sido justa; pero algunos pocos se dan cuenta de que ahora es el turno de ellos, para crear una oportunidad, para elevar los estándares y perseguir con todas las fuerzas sus sueños. ¿En qué grupo de estos tres nos encontramos?


El problema de quejarse es que las quejas nos atan a las circunstancias, nos vuelven víctimas, nos alienan de las oportunidades, nos desmoralizan frente a los desafíos; luego, simplemente nos conformamos con la “mala suerte” que nos ha tocado.

Aprendiendo.

Pero la buena noticia es que podemos cambiar ese paradigma y comenzar a ver la vida desde otro cristal. Sin embargo, esa decisión requiere valor y, quizás más que eso, voluntad para querer ver de otra manera.

Ahora bien, ¿de quién debemos aprender? Alfred Nobel dijo una vez que “la persona inteligente aprendía del fracaso”. Pero más recientemente, Miguel Ángel Cornejo dijo que “la persona verdaderamente inteligente aprendía del éxito”. Me parece que ambas declaraciones están en lo correcto y se complementan (dejo a cada uno para que las reflexione con calma). Así que tenemos mucho de donde aprender, porque la vida siempre sigue y no podemos darnos el lujo de quedarnos estancados. Hay que comenzar a hacer algo, por pequeño que parezca, para encontrar nuestra propia oportunidad. Y si las cosas se vuelven difíciles, siempre recordemos que “se supone que sea difícil, si no cualquiera lo haría”.

Que tengas un gran día.

26 de septiembre de 2007

Que sea proactivo…


Me ha parecido interesante leer en los anuncios de empleos, la solicitud de una característica en especial: “Que sea proactivo.” Pero leer eso me ha llevado a hacerme la pregunta de si todo el mundo sabe lo que implica ser proactivo. Por ello ofrezco, en esta publicación, una aproximación un poco más profunda al concepto de proactividad, pues saber esto puede mejorar el perfil de un aspirante a algún puesto de trabajo, más si sabe aplicarlos en su diario vivir y (especialmente) en la resolución de problemas.

Comencemos con lo básico.

Partamos del concepto más general de la palabra. Ser dinámico ha llegado a convertirse en el sinónimo de ser proactivo, lo que implica que es una persona que toma la iniciativa en el lugar donde está, no es apagado ni apático, y lo mejor es que siempre está sonriente. De por sí, el dinamismo es una dimensión muy interesante, pero vamos a dejar por un momento esta concepción porque es la que mejor conocemos, así que cualquier otro comentario sería una redundancia con lo que ya sabemos.

Ahora bien, la dimensión que resulta vital conocer la expone con toda claridad el Dr. Stephen Covey y, un poco antes que él, el Dr. Viktor E. Frankl. En sus libros básicamente nos transmiten la idea de que la proactividad es la capacidad que tiene el ser humano para usar su libertad con responsabilidad. Es decir, “libertad” y “responsabilidad” llegan a ser las palabras claves de una persona proactiva y con ellas aprende a tomar el timón de su propia vida, hasta convertirse en el verdadero arquitecto (nunca mejor dicho) de su propio destino.

La frase clave que resume la proactividad es: “Entre el estímulo y la respuesta existe un espacio. En el espacio se halla el poder de elegir la respuesta. En la respuesta yacen el crecimiento y la libertad del ser humano”. Recomiendo personalmente aprender y meditar este enunciado con suficiente tiempo y dedicación.

Avancemos un poco más.

La idea central del enunciado que hemos transcrito antes es que, sin importar la circunstancia por la que estemos atravesando, somos nosotros, y únicamente nosotros, los que decidimos cuál será nuestra respuesta a tal circunstancia. No estamos determinados, ni por el ambiente, ni por las situaciones, ni por los defectos (o virtudes) de los demás. De esta manera somos responsables de la forma en la que vamos a responder al estímulo que demandó nuestras acciones.

En otras palabras, el hecho de que haga sol o esté lloviendo no modifica la calidad de personas que somos, el hecho de que mi novia o esposa me haya gritado insultándome en un arranque de ira no cambia mi integridad personal, o si mi jefe (o empleado) se portó como un incompetente no influye sobre mi propio desempeño. Nadie es responsable de mis reacciones, eso sólo me corresponde a mí. Así, una persona proactiva reconoce que bajo cualquier situación, siempre tendrá el espacio donde se halla el poder para elegir sus propias respuestas.

En este momento podemos hacer la diferencia entre dos tipos básicos de personas: los proactivos y los reactivos. Los reactivos actúan por impulso, sin detenerse a pensar en las consecuencias de sus actos o palabras, hieren a otros y al hacerlo se lastiman a sí mismo, pero no lo admiten (aunque lo reconozcan) porque creen que ofrecer una disculpa es signo de debilidad. Entonces, van por la vida, acumulando cargas de inseguridad, de tristeza, de rencores, de reproches, etc. Los proactivos son todo lo contrario, sin llegar a ser meros santurrones marginados. Es más, toman la iniciativa, dicen y hacen cosas, pero si fallan no se excusan en los demás ni en las circunstancias, sino que asumen con valor y reflexión la consecuencia de sus hechos, los rectifican y crecen.

La historia de Viktor E. Frankl.

El principio de proactividad fue ratificado por el psiquiatra austríaco Viktor E. Frankl, quien vivió los horrores de la Alemania Nazi y perdió a toda su familia, con excepción de una hermana. Él había sido educado en la tradición de Freud de que estamos determinados de alguna manera, por nuestra niñez, por las circunstancias, etc. Pero en los campos de concentración encontró que bajo la misma deplorable circunstancia, algunos decidían comportarse como animales, mientras que otros actuaban como verdaderos santos.

Un día, desnudo en una fría celda, comenzó a tomar consciencia delo que llamó: “La última de las libertades humanas”. Y se dio cuenta de que sus carceleros podían quitarle toda libertad circunstancial, pero nunca su libertad personal. Él podía verse como un actor activo en la situación que lo apremiaba, en vez de verse como una indefensa víctima; luego, con ayuda de un poco de memoria más un poco de imaginación, comenzó a verse a sí mismo dando clases en la Universidad sobre los descubrimientos que había hecho, gracias a su propia experiencia y a la de los demás prisioneros de los campos.

El hecho no es que sea fácil ser proactivo, sino reconocer que las personas proactivas actúan impulsadas por principios que han meditado e internalizado, y no basadas en meros arranques impulsivos.

En una publicación futura nos detendremos a profundizar un poco más sobre este tema, pero hoy, mi mayor interés es que hayas aprendido lo que en verdad significa ser proactivo, al menos de forma básica. Pero si quieres saber más, no dudes en leer los libros de Stephen Covey y Viktor E. Frankl.

Recuerda dejar tus comentarios o preguntas, puedes hacerlo con una cuenta blogger o de forma anónima. De antemano gracias por leer estas publicaciones.









Que tengas un día de grandes logros.

19 de septiembre de 2007

Vivir la Excelencia.

La vida es efímera e inestimable, pero muy a menudo olvidamos ese importante hecho. En nuestra juventud nos parece que la vida nos va a durar mucho tiempo, hasta que un día nos encontramos enfermos, o perdemos a un buen amigo, y entonces nos sorprendemos de lo frágil que puede ser vivir.






Lastimosamente, muchos de nosotros que estamos jóvenes, no nos percatamos de la velocidad con la que el tiempo transcurre. He llegado a oír sobre muchachos y señoritas que estudian carreras en las universidades sólo porque papá está pagando. El tono casi es: “bueno, ni modo, mejor que pasar encerrado en casa”. Y entonces me pregunto: ¿Qué futuro están construyendo para sí mismos? Claro que para hacer esa pregunta debo justificar mi intromisión al “espacio” de cada persona, antes de que se me acuse de irrespetuoso. Como resulta que no existen seres humanos islas, es decir, no existen personas aisladas de otras de tal manera que no ejerzan ninguna influencia en otros, y como también resulta que la construcción de un país depende de lo que como individuos decidimos, es importante responder ¿qué estamos construyendo?






Por eso el llamado de la excelencia es vital para nuestro mundo hoy. No se trata de una opción entre muchas, aunque es claro que podemos escoger diferente, pero alejarse de una vida de altos ideales es siempre limitarse a vivir una vida sumida en la mediocridad.






La tecnología ha marcado aún más la diferencia entre personas con propósitos firmes y personas que sólo saben desperdiciar el tiempo. Para muchos, el Internet es una adicción como fumar o beber y con los mismos resultados alienantes. No logran ver la diferencia entre el tiempo útil y el que se gasta sin ninguna satisfacción. Se distraen fácilmente en páginas de comunidades virtuales, en el Messenger, etc. No quiero decir que esas cosas son “malas” en sí mismas, pues en realidad lo que sucede (como en la mayoría de las cosas) es que hemos abusado de ellas.






Cambios pequeños.






La realidad del mundo es esta: Podemos convertirnos en profesionales de calidad y excelencia, competitivos y con oportunidades, o podemos ser uno más entre el montón y quejarnos por el desempleo que abate a nuestro país. Y aunque es cierto que podemos señalar circunstancias externas a muchas situaciones de malestar, el que decide (tú y yo) sigue siendo el elemento más importante.






Una pequeña modificación en la conducta que nos conduzca a mejores caminos, será suficiente si con constancia la convertimos en un hábito, en un estilo de vida. Decidir comenzar a leer más (aunque no sea nuestro hábito cultural), quizás un libro al mes cuando menos, comenzar por hacer ejercicios tres veces a la semana, media hora cada vez; dedicar más tiempo a la familia, o prepararse mejor para resolver un problema, etc. Todos los cambios pequeños que queramos introducir en nuestro estilo de vida, harán por acumulación una significativa diferencia.






Pero esto puede ser positivo o negativo. El único que puede decidir, de nuevo, somos tú y yo en forma personal, libre e independiente. He conocido personas que no se sienten cómodas como este pensamiento, porque constantemente están buscando responsabilizar a todo el mundo por las cosas que les suceden, pero eso no es posible. A nosotros nos toca vivir en la excelencia o no, y esa decisión determinará si seremos exitosos o fracasados en la carrera de nuestra vida. El hecho es que la excelencia no es una panacea, no es así como funciona. No puede ser impuesta tampoco. Debe ser asimilada, reflexionada e internalizada por cada uno.






¿Cómo responderemos al llamado de Vivir la Excelencia?



6 de septiembre de 2007

Trabajando con ambas manos.

 (Encuentra una actualización y mejora de este artículo en el blog de Vivir la Excelencia en Innpacte. Allí se irán republicando y mejorando muchos de los artículos escritos acá. Visita Innpacte, y síguenos por allí @Innpacte)

Hubo una vez, cuando un banquero necesitó contratar los servicios de un hombre para que abriera la puerta de su Banco. Puso el anuncio en el periódico y rápidamente recibió varias respuestas. Llamó a cada uno de los aspirantes y los entrevistó él mismo, pero se fijó en un muchacho muy prometedor que podría hacer una brillante carrera en su empresa. Lo contrató y le dijo que empezara al instante.


El muchacho se emocionó y preguntó cuánto sería el salario que recibiría. El banquero dijo sin inmutarse: “$ 165.00”. El joven bajo un poco la cabeza pero de todos modos aceptó el empleo. Mientras trabajaba, los demás empleados notaron que él sólo utilizaba una mano para abrir la puerta del Banco y no sonreía. Pasado un mes el dueño del banco llegó y vio que efectivamente, el muchacho utilizaba sólo una mano y no sonreía o lo hacía a penas. Intrigado se acerco a él y le preguntó: “Joven, ¿por qué sólo utiliza una mano para abrir la puerta y no sonríe?”. El Jovenzuelo, sin inmutarse le dijo: “Y para lo que usted me paga, creo que es suficiente que use una sola mano”. Creo que sobra decir lo que sucedió después.


Esta historia la escuche hace varios años mientras asistía a una charla, en donde, después de contarnos esta ilustración, nos dijeron algo así: “los verdaderos triunfadores usan las dos manos, aunque el sueldo no sea el que esperaban”.


Muchas veces nosotros creemos que merecemos más de lo que nos dan, y creo que tenemos razón, pero sólo cuando nosotros estamos dispuestos a dar más de lo que se nos pide. Se puede decir que es una ley: Si damos más recibimos más, aunque a veces recibir resulte algo tardado en el tiempo. Piense, por ejemplo, en su vida cuando era estudiante (tal vez algunos aún estemos experimentando esa etapa), cuando en muchas ocasiones le tocó asumir la responsabilidad de alguna tarea porque sus “equipo” simplemente no se dedico a trabajar, o cuando notó que sus compañeros se irían por el camino fácil y usted decidió que tomar un atajo sólo lo conduciría a sentirse decepcionado de sí mismo. En cada ocasión usted tuvo que dar más de sí, con el propósito de alcanzar sus objetivos. Ahora piense en su empleo y en las veces que le han insinuado dejar una transacción o papeleo para más tarde, pero en vez de ceder, usted ha decidido que su honor es más importante y sigue con su trabajo aunque otros comienzan a usar algunos títulos peyorativos para referirse a su persona.


Dar más de Sí siempre da resultados.


Hace casi dos mil años el gran maestro Jesús dijo: “si alguien te obliga a llevar una carga una milla, ve con él dos”. Limitarse a hacer lo mínimo es ser uno entre el montón, pero hacer las cosas en forma extraordinaria es convertirnos en personas indispensables. De allí que debemos reconocer que “el éxito no llega al que espera ociosamente que la oportunidad lo llame. En cambio, es para los que fielmente realizan hoy las tareas que son necesarias” (según nos lo dice Sergio V. Collins).


Es verdad que hay ocasiones en las que nos sentimos tentados a dejar tareas pendientes, pero en ese momento tenemos la opción de decidir dar más de nosotros mismos. Rafael Escandón escribe en su libro Reflexiones para hoy… y mañana: “En nuestra sociedad, hay personas que se limitan a hacer lo mínimo: trabajadores que sólo ponen horas para pasar el tiempo; estudiantes que estudian apenas lo que les toca estudiar; profesionales que rinden sus servicios sólo durante las horas de oficina; padres que descuidan a sus hijos, e hijos que no respetan a sus padres; personas que viven al día sin hacer provisiones para el día de mañana”.


Pero, ¿cuáles son los resultados de dar más de lo que nos piden? Como dije antes, aunque resulte un poco tardado en el tiempo, la persona que es laboriosa y siempre activa tiene asegurado delante de sí un futuro de verdadero éxito y realizaciones, pues cada día vive con el único estándar que ve posible seguir: la excelencia.


Hace muchos años un jovencito entró a la oficina central de la Western Union (compañía de telégrafos) y rogó a la recepcionista que le permitiera ver al superintendente, el señor Miliken.


La secretaria fue a la oficina del Sr. Miliken y le dijo:


- Un muchacho bastante rústico desea verlo. Es de Port Huron y se llama Tomás Edison.
- Hágalo entrar ahora mismo, señorita – fue la repuesta, recordando la carta de solicitud de empleo que en jovencito le había escrito tan magníficamente algunos días antes.


Cuando Tomás entró, el Sr. Miliken no pudo evitar echarle una mirada de pies a cabeza, pues iba despeinado, con pantalones remendados y los zapatos bastante gastados. “¿Cómo era posible que un joven tan descuidado escribiera tan bien?”, se preguntó el superintendente. Y cuando Tomás se sentó para rendir el examen de velocidad como operario telegráfico, los demás operarios se detuvieron para reírse del aspecto del pobre muchacho, pues lo que esperaban era que hiciera el papel de un mero principiante. Pero las risas burlonas comenzaron a silenciarse cuando vieron que los mensajes salían a una velocidad cada vez mayor de las manos de Edison. El secreto: tenía el hábito de concentrarse en lo que hacía, y en su pueblo natal practicaba 18 horas diarias, lo que lo convirtió en un verdadero experto[1].


Como todos sabemos, la brillante carrera de Tomás Edison no termino en la oficina de telégrafos, pero su entusiasmo frente al trabajo y su hábito de dar más de sí mismo, lo siguieron siempre, por ello, él se convirtió en uno de los más grandes inventores de todos los tiempos, beneficiándonos aun a nosotros.


Me parece que la lección es clara: El verdadero éxito está asegurado para aquel que está dispuesto a trabajar con entusiasmo, a dar más de sí mismo y a procurarse las oportunidades que lo conducirán a alcanzar sus más preciados objetivos.


Así que sólo me resta una pregunta por hacer: La próxima vez que nos toque realizar una tarea, por pequeña que nos parezca, ¿vamos a utilizar sólo una mano o vamos a usar las dos?



Que tengas un día lleno de grandes detalles. Hasta la próxima entrega.


[1] Historia tomada del libro: Sabiduría para Hoy, Sergio V. Collins. Pág. 93.

30 de agosto de 2007

¿Atrapados por las formas?


En esta entrega quiero abordar lo que considero una paradoja en el sentido retórico: Vivimos en una sociedad que se ocupa mucho de las formas, y sin embargo no existe esencia en ellas. Para todo existen leyes y normas, pero muy raras veces nos ocupamos de buscar los principios subyacentes a tales lineamientos. Y nos conformarnos con “hacer” las cosas bien, a la manera que nuestra sociedad nos lo pide, aunque esto no es equívoco en sí mismo, pero el problema viene cuando al analizar nuestros motivos estos están amarrados a la formalidad de un determinado “procedimiento”.


La otra cara.


Pero la realidad debe verse desde dos dimensiones complementarias, especialmente si nos dedicamos a tareas o profesiones que tienen que ver con el trato con los demás. Benjamín Franklin creía que el éxito de una vida estaba en la virtud de carácter, y claro que esa virtud no puede ser sólo una expresión, debe ser un hábito cultivado, una constante de nuestro diario vivir.


Lo que quiero decir es que mientras hoy nos ocupamos mucho en las técnicas de oratoria, descuidamos la documentación que nos hará dominar un determinado tema; mientras estamos ocupados estudiando las normas de calidad ISO 9000, descuidamos nuestra propia calidad como personas (y eso que las empresas existen por nosotros); mientras tratamos de memorizar respuestas para pasar un examen, dejamos de valorar el aprendizaje a largo plazo que debemos sacar como el aprovechamiento de nuestras clases. Por eso han progresado mucho los asesores de imagen, pues queremos saber cómo vendernos al mejor postor en nuestro mercado competitivo y globalizado, pero pensamos muy poco en la calidad intrínseca que tenemos para proyectarnos al mundo.


No se trata de que debamos renunciar a las normas y procedimientos de calidad, ni a los asesores de imagen, sino de que les demos su debido lugar: Después de cultivar los hábitos correctos para nuestra vida.


Para decirlo de otra manera, usando una metáfora adaptada del libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, si tuviéramos que viajar a un país desconocido para nosotros y sin guía, seguro que lo más sabio sería comprar un buen mapa. Pero que tal si en la tienda donde compraremos un mapa hay uno que tiene un error de impresión: Dice que es el mapa de Chile, por ejemplo, pero el lugar que describe en realidad es Argentina. ¿Hasta dónde podríamos llegar con ese mapa en Chile? La respuesta es que a ningún lado. Pero las normas de calidad dicen que si maximizamos el esfuerzo y delegamos tareas, mientras priorizamos nuestras metas, entonces vamos a llegar a nuestro destino mucho más rápido. Así que hay que rentar un carro que no consuma mucho combustible y un buen personal para cargar maletas y que este listo por si el automóvil sufre algún desperfecto. ¿Hasta dónde llegaríamos con ese mapa que en realidad describe a la Argentina? De nuevo la respuesta es: a ningún lado.


¿Nota cuál es el problema? Las normas están en lo correcto, pero tenemos el mapa equivocado. De alguna manera eso pasa en muchas empresas hoy en día. Tienen buenas normas (formas), y se esfuerzan por proveerse de seminarios que les ayuden a ser más eficientes y eficaces en lo que hacen: en la producción, en el servicio al cliente, en el seguimiento del cliente, en sistemas de “calidad total”, etc. Pero qué sucede con los motivos de quienes están inmersos en todas esas tareas. Sin temor puedo decir que esta clave vale al menos cinco mil dólares ($ 5,000.): “Sólo en la medida en que cultivamos hábitos como el servicio, la laboriosidad, la responsabilidad, la creatividad y otros… solamente entonces la calidad total cobra sentido en las empresas, y en cualquier otra área de la vida”.


Tal vez al ponerle precio a esta premisa he limitado su verdadero valor, pues no todo es dinero en la vida, aunque este sirve mucho. Pero lo que he querido hacer al valorarlo es mostrar a penas una ínfima dimensión de lo que podemos hacer, paso a paso, pero con constancia y dedicación, mientras cultivamos hábitos de excelencia que nos conviertan en personas de excelencia.


En conclusión.


Así, la paradoja deja de existir (quizás nunca existió) cuando en vez de comenzar con los formalismos de las normas, comenzamos a trabajar en nuestro propio ser, comprometiéndonos con una visión y una misión, y desarrollando al máximo nuestro potencial. Claro está que las empresas deben proveer los medios para que sus empleados puedan cultivar las cualidades de carácter que les darán calidad, pero cada uno es íntimamente responsable de tomar la decisión de quedar amarrado(a) a las formas o liberar todo su potencial.


Mi deseo es que tengas el mejor de los días, porque es tu decisión. Éxitos.

21 de agosto de 2007

¿Opción o Vocación?


Todos nosotros somos capaces de reconocer cuando alguien está haciendo algo por vocación o porque simplemente era la única opción que le quedaba (o que le pareció mejor remunerada), y lo notamos por la dedicación que muestra en sus tareas, por la sonrisa que mantiene en el rostro y porque siempre está dispuesto a dar más de sí mismo.


En cambio, hay algunas personas que cursan una carrera, ponen un negocio o consiguen un empleo porque simplemente “esa” era la opción “adecuada”, porque el mercado los exigía (al menos por un momento), pero al final parece que pudieron haber hecho cualquier otra cosa y entonces se habrían sentido realizados.


Es cierto que a veces no podemos llegar a ser todo eso que soñamos de niños, después de todo, ¿cuántos de nosotros somos astronautas o inventores? Sin embargo, a medida que crecemos vamos descubriendo nuevas dimensiones en las que podemos desarrollarnos y con las cuales haríamos un aporte singular a la sociedad, pero cuando aun estas dimensiones son suprimidas por la presión social no nos queda más que optar por una “opción” entre un espectro muy limitado.


Pero, ¿qué sucede con nuestra vocación, con nuestras habilidades y capacidades? ¿Deben ser sacrificadas porque simplemente no dan de comer? Hace un par de meses una amiga me dijo que ella nunca estudiaría Psicología porque de eso no se puede vivir, y me citó el ejemplo de dos primos suyos que ya habían egresado de la universidad y aún no encontraban trabajo. Después de unas palabras más me resultó evidente que habían estudiado la carrera sin tener en cuenta la dirección que querían darle a su vida y profesión.


¿Cuándo sabemos que estamos siguiendo nuestra vocación?


En palabras sencillas podríamos responder: Cuando estas satisfecho con lo que haces y sin embargo buscas más en la vida. Sin embargo, nos hará bien considerar tres hitos que aseguran que estamos siguiendo nuestra vocación.


a) Cuando somos conscientes del costo.


Seguir un sueño (o vocación de vida) no es sinónimo de ser ciegos. Es preciso considerar el precio que estamos dispuestos a pagar para alcanzar lo que queremos. La historia está repleta de personas que lograron lo que deseaban no porque el camino estuviera pavimentado con nubes, sino porque una vez hecho los cálculos, decidieron pagar con su sudor (y en algunos casos con la vida).


Ser conscientes del costo de nuestra vocación nos sitúa en la realidad, nos hace darnos cuenta del trayecto que hemos avanzado y de cuanto nos falta por delante. Esto requiere de una aguda visión de nuestro futuro, junto con el desarrollo constante de nuestras capacidades (innatas o aprendidas). Pero una vez que somos autoconscientes la gama de posibilidades comienza a crecer sustancialmente para nosotros.


b) Cuando podemos renunciar a todo lo demás.


Se dice que en cierta ocasión, Alejandro Magno arribó a las costas de sus enemigos para entablar una cruenta batalla. Sus soldados, un poco temerosos, se sentían desmotivados, pero luego que todos los soldados hubieron bajado de los barcos, ordenó quemar las naves. Mientras el ejercito veía cómo ardían en el fuego las naves, Alejandro se dirigió a ellos diciendo: “Hemos venido a ganar una guerra y no hay forma de retirarnos. Debemos vencer o morir en el intento, pues sólo regresaremos a nuestros hogares de la única manera posible: en los barcos de nuestros enemigos”.


Una vez que decidimos pagar el precio de nuestra vocación debemos ir tras ella a como de lugar. Esto me recuerda la historia de Alexander Graham Bell, quien nos legó la maravilla del teléfono. Aunque podría haber hecho grandes cosas con sus talentos, decidió que quería inventar un aparato con el cual comunicarse a grandes distancias. Seguramente era una locura, pues no tenía dinero para financiar sus investigaciones y pruebas y quien podría haber aportado el capital para esta labor lo consideraba un desquiciado. Sin embargo, a pesar de las privaciones que le toco vivir por algún tiempo, continuó ocupándose en su proyecto (su sueño, su vocación) hasta que un buen día los resultados salieron a la luz, y toda pena fue compensada. ¿Qué diría Alexander Graham Bell si pudiera ver los celulares?


El punto es que sólo la constancia en lo que hacemos (cuando lo hacemos porque es nuestra vocación) garantiza resultados sorprendentes.


c) Cuando somos felices en lo que hacemos.


Nada puede reflejar si estamos siguiendo nuestra vocación o no tan fielmente como la alegría con la que realizamos nuestras tareas. Como has notado, los tres hitos que hemos descrito brevemente hasta el momento tienen una secuencia lógica: si somos conscientes del costo entonces podemos renunciar a todo lo demás para hacer lo que realmente nos gusta hacer y cuando hacemos aquello para lo que nos sentimos llamado solo podemos ser felices.


A propósito de eso de “ser felices” conviene recordar que la felicidad no es una meta que se alcanza, es más bien un camino por el que es nuestra decisión transitar. Abraham Lincoln dijo una vez: “cada uno es tan feliz como se decide a serlo”. ¡Cuánta verdad hay en esas palabras! No se trata de los cientos de miles de dólares en el Banco, o de las mujeres guapas que frecuentamos, ni de los amigos influyentes que tenemos. Todo eso puede desaparecer un día así nada más. Pero cuando hemos decidido ser felices, incluso bajo circunstancias adversas, nada ni nadie puede quitarnos esa felicidad.


Es verdad que a veces podemos sentirnos desanimados porque nuestros planes no salen como deseamos, y podemos llorar desesperados y preguntarnos “por qué a mí”, pero incluso entonces, nuestra decisión de ser felices por quienes somos y lo que valemos nos ayudará a superar la tormenta.


Finalmente.


Reconozco que esto puede sonar demasiado idealista. Pero te invito a meditar en los tres hitos que hemos descrito con brevedad y trata de aplicarlos a la actividad que actualmente realizas, para saber si es o no tu vocación.


Hace un par de años leí una historia interesante. En una conferencia de motivación un joven estudiante fue llamado al frente por el expositor, quien le pidió que se presentara y dijera que estudiaba. “Soy estudiante de ingeniería” respondió, “y voy ya a la mitad de la carrera”.

- “Muy bien” - replicó el conferencista - “y ¿por qué usted decidió estudiar ingeniería?”

- “Pues me pareció la mejor alternativa entre las carreras en demanda actualmente”

- “Muy bien, y ¿qué más?”

- “Pues sé que hoy en día da mucho dinero ser ingeniero”

- “Pero no lo noto muy entusiasmado que digamos” – indicó el conferencista – “¿Qué otra cosas le gustaría hacer? Si pudiera renunciar a la ingeniera para hacer lo que en verdad le gusta, ¿qué es lo que haría?”

Los ojos del muchacho brillaron y con una media sonrisa dijo: “Me gustan los niños, y me gusta enseñarles sobre carpintería, a veces lo hago los domingos por la tarde, pero…”

En ese momento el expositor lo interrumpió y terminó la oración por él: “¿Pero nunca has pensado que a los maestros de manualidad para niños también les pagan?”.


Mi deseo es que te conviertas en un experto servidor (eso hace a un verdadero líder) y que tengas un día exitoso.

14 de agosto de 2007

Las Cuentas Bancarias del Líder – parte II.


En esta entrega vamos a abordar la segunda cuenta bancaria más importante que todo líder debe tener con mucho saldo a favor. Y si hemos trabajado conscientemente en incrementar nuestra cuenta de la integridad, será mucho más fácil hacer crecer la “Cuenta de las Relaciones”.


¿Qué es la Cuenta de las Relaciones?


Como notamos en la parte 1 de este artículo, nuestra cuenta de la integridad tiene una sola sucursal y se centra esencialmente en el desarrollo de nuestro carácter, autoestima, habilidades y demás características que nos convierten en auto-líderes sumamente competentes y de calidad.


La Cuenta de las Relaciones, por otro lado, tiene múltiples sucursales, tantas como deseemos o podamos tener, y se centra en todas aquellas personas con las que entramos en contacto, ya sea contacto familiar, personal, laboral/profesional, etc. Manejar esta cuenta (y hay que aclarar que es bastante compleja) requiere de mucho carácter, pues nunca ha sido fácil tratar con otras personas que tienen sus propios motivos, deseos, sueños e ideales, que seguramente no tienen nada que ver con los nuestros. Sin embargo, es vital para nuestro progreso contar con las personas apropiadas e interactuar con ellas en un ambiente propicio.


Los seis depósitos que trataremos para fortalecer nuestra cuenta de las relaciones son sólo una introducción a un tema más amplio que abordaremos en futuras ocasiones, me refiero a la Interdependencia, un paradigma que cuando es implementado explota el máximo potencial de los integrantes de un equipo, convirtiéndolos en generadores colectivos, en vez de quedarse como productores individuales.


Así que, una cuenta de relaciones es nuestra interacción con los demás, por lo que pasaremos a describir brevemente los depósitos principales que podemos hacer en dicha cuenta:


1º Ser leal.


A ninguno de nosotros nos cuesta entender lo que significa ser leal porque cotidianamente buscamos que los demás lo sean con nosotros. Pero ¿qué alcance tiene la lealtad que la convierte en uno de los primeros depósitos a realizar en la cuenta de las relaciones, qué tan amplia es? La respuesta está en lo que hacemos cuando alguien no se encuentra presente.


Una vez, un distinguido conferencista llegó a un lugar a hospedarse porque tendría que dictar una conferencia, pero no gustó de la persona que fue designada para recibirlo y atenderlo, y percibió un mal servicio, por lo que se dirigió al gerente del lugar y le dijo que tenía que decirle algo sobre su empleado. “Ya veo” dijo el gerente, “así que usted tiene una queja”. “Claro que sí”, respondió el conferencista algo irritado, “y quiero que usted haga algo al respecto”. En ese momento el gerente replicó, “Muy bien, permítame llamar a mi empleado, pues creo que no sería justo que tratemos algo que tenga que ver con él y no se encuentre presente”. El conferencista quedo asombrado de la actitud de aquel gerente y aprendió una valiosa lección.


Sin duda, la peor cosa de la que podamos enterarnos (y que nos molesta muchísimo) es que alguien haya estado hablando a nuestras espaldas. Generalmente depositamos nuestra confianza en algunas personas con las que compartimos situaciones que no están disponibles para todos, así que cuando nos son leales seguimos confiando y los consideramos como nuestros mejores amigos. Sin embargo, cuando conocemos a alguien que gusta de divulgar los secretos de otros, o que habla mal de sus amigos cuando estos no están presentes, no lo consideramos como ideal para fortalecer una relación.


2º Cumplir promesas.


Como en el caso de nuestra integridad, nuestras relaciones se fortalecen cuando cumplimos nuestros compromisos con los demás. Por ello alguien ha dicho que hay que ser “tacaños” a la hora de hacer promesas, pero una vez que asumimos un compromiso debemos esforzarnos para cumplirlo a toda costa.


Así que nos serviría recordar que antes de hacer una promesa debemos hacer un balance sobre nuestra capacidad para cumplirla, pero ¿qué pasa si no queremos defraudar a alguien? Para responder esa pregunta hay que hacer otra: ¿Cuándo defraudamos a alguien: cuando no hacemos una promesa o cuando no la cumplimos? Claro, la respuesta es obvia. Es mejor no establecer un compromiso, porque cuando dejamos de realizarlo retiramos una cuota considerable de la cuenta de las relaciones.


3º Disculparse con sinceridad.


A veces sucede que, aunque hayamos hecho todo nuestro esfuerzo, no podemos cumplir una promesa, y entonces, ¿qué podemos hacer para detener el retiro y convertir esa situación en una oportunidad para hacer un depósito? La respuesta es muy sencilla: Nos disculpamos sinceramente.


Hay personas que creen que decir “lo siento, me equivoque”, o “perdona, pero no cumplí mi compromiso contigo por…” es un signo de debilidad, pero eso no es cierto. Claro esta que no hay que buscar excusas, estas se notan al instante, y aunque puedan creernos cuando mentimos sobre la razón de nuestra irresponsabilidad, hay alguien que siempre sabe que no hemos hecho lo correcto: nosotros mismos.


Así que hay que recordar que cuando somos sinceros en nuestras disculpas mostramos una grandeza de carácter capaz de despertar confianza y empatía en los demás. Pero debemos tener cuidado para no abusar de este recurso, pues cuando nuestra vida cae en el extremo de evitar la responsabilidad usando disculpas nuestras relaciones se debilitan, cae nuestra integridad y nuestros saldos quedan en rojo. Por lo tanto, seamos equilibrados en el uso de este valioso depósito.


4º Comprender a los demás.


Como podemos notar, los depósitos en la cuenta de las relaciones van de lo simple a lo complejo. Y comprender a los demás en su marco de referencia puede ser un gran depósito, aunque no sea fácil. La habilidad que más se necesita desarrollar para comprender a otros es escuchar. Lastimosamente no existen escuelas para aprender a escuchar, aunque hay muchas para aprender a hablar, pero nos servirá tomar en cuenta que al escuchar a los demás debemos mostrar las siguientes actitudes o características:


Mostrar interés.

Escuchar activamente.

Asegurarnos de que hemos entendido lo que nos han dicho.

Estar atentos al lenguaje corporal de nuestro interlocutor.


Y también puede sernos muy útil tratar de ponernos en los zapatos del otro, pues seguramente nos gustaría que nos presten atención, y aunque no nos digan una palabra, saber que nos han escuchado con sinceridad es un gran alivio, y así podemos aliviar la carga emocional de otras personas.


5º Aceptar sin juzgar.


Ahora bien, es obvio que comprender a otro individuo es sólo la mitad del camino, lo que sigue es estar dispuestos a aceptarlo tal cual es, así como se ha abierto a nosotros.


Tal vez la tentación de decirle lo que “debe hacer” a cualquier persona es una de las más fuertes que debemos enfrentar, porque de alguna manera creemos que nuestras ideas son siempre acertadas. Parece que los consejos, las conclusiones y las ideas están más prestos a nuestros labios que la intención de escuchar, pero eso es cuestión de la forma en que nos han educado, pues como he dicho: no hay (o hay muy pocas) escuelas que enseñen a escuchar, pero sí muchas que enseñan a hablar.


Pero hay que hacer una aclaración: aceptar a los demás tal y como son no significa estar de acuerdo con todo lo que hacen, no se trata de ser paternalistas. Más bien se trata de aceptar su individualidad.


6º Aclarar las expectativas.


Finalmente, para poder dar contexto a los dos últimos depósitos, tenemos un depósito que se pasa por alto justamente porque damos por sentado muchas cosas sobre las relaciones. Pero cuando establecemos una relación es muy importante aclarar lo que se espera de dicha relación.


Las expectativas son como “las letras pequeñas” de los contratos, y deben quedar bien establecidas para que no existan reyertas futuras. Estos problemas pueden surgir por expectativas bajas, irreales, extremistas u ocultas (o por toda una combinación de variables). Cabe aclarar que nunca faltan las expectativas en una relación, es solo que a veces no se hacen palpables.


Se cuenta la historia de una pareja de jóvenes que decidieron unirse en matrimonio a pesar de que no tenían los medios para sostener dicha unión. Los padres de ambos los aconsejaron incansablemente para que lo pensaran mejor y se dieran más tiempo, pero ellos aseguraban que su amor podía ayudarlos a soportar lo que vinieran. Al fin se casaron, y al siguiente día de la boda el muchacho comenzó a salir en busca de trabajo. Sin embargo no encontraba una oportunidad y los alimentos comenzaron a escasear, así que dos semanas después de su matrimonio, una noche que el muchacho volvía de su búsqueda, pidió algo de comer, su esposa dijo que no había nada y él se enfureció. Entonces ella replico: “Pensé que te bastaba con verme para sentirte satisfecho…” Él, bajando la cabeza, dijo: “Sí, es verdad, pero es que tengo tanta hambre que ya ni te veo…”


De nuevo, es vital aclarar las expectativas de nuestras relaciones si no queremos terminar haciendo retiros constantes y debilitando la cuenta emocional que tenemos en las demás personas.


De la teoría a la práctica.


Finalmente debo reconocer que esta área es con la que más necesito trabajar, pero aunque es un ideal no es imposible lograrlo. Sólo necesitamos ser humildes y buscar en nuestro corazón la mejor forma de servir. Esa es, por decirlo así, la manera más práctica de ver estos depósitos: sirviendo a los demás. Siempre que estemos dispuestos a servir estaremos en posesión del secreto para hacer crecer nuestra cuenta de las relaciones.



Hasta la próxima entrega… me despido deseando que tengas un día lleno de éxito.

8 de agosto de 2007

Las Cuentas Bancarias del Líder – parte I.


La primera vez que leí sobre las relaciones interpersonales semejantes a una cuenta bancaria quede muy impactado, pero luego me di cuenta que la integridad también había sido simbolizada en una cuenta de Banco, y eso complementó en mí un sentido holístico del compromiso que una persona adquiere consigo misma y con los demás si es que en verdad quiere convertirse en un gran líder.


¿Quién es un Líder?


A propósito del líder conviene que nos preguntemos quién puede serlo. ¿Se trata de una cualidad especialmente guardada para algunos pocos elegidos? ¿La persona que tiene poder es siempre un líder? Quizá podríamos hacernos muchas preguntas, algunas mucho más incisivas que estas, pero con las cuestiones ya planteadas podemos abrirnos al campo de lo que significa ser un líder. Así que, partiendo de este punto, diremos que es innegable que una persona que está desarrollando su liderazgo debe tener “ciertas” características o cualidades que le permitan comunicar mejor su mensaje como líder, y debemos aceptar que para ejercer bien su liderazgo, la misma persona debe tener “cierta cuota” de poder, a fin de influir sobre los demás. Pero, ¿cómo adquiere esas cualidades y ese pode? Haciendo depósitos constantes en sus cuentas bancarias. Por lo tanto, toda persona que es capaz de depositar en la cuenta de la integridad y en la cuenta de las relaciones con suficiente constancia es capaz de convertirse en un líder.


La Cuenta de la Integridad.


En esta entrega solo abordaremos el desarrollo dela “cuenta de la integridad” pues el inicio de nuestros grandes proyectos es siempre el mismo: nuestro interior. Pero al decir “nuestro interior” quiero hacer un paréntesis para recalcar que no se refiere a ninguna fuerza misteriosa o mística que podamos “expulsar” o “emanar”. Más bien quiero decir que en la medida en que somos personas íntegras (y por lo mismo, integrales) más nos capacitamos para crecer y ayudar a otros en su propio crecimiento, y eso es siempre la esencia del liderazgo: crecer uno y ayudar a otros a crecer. Conviene, entonces, recordar los dos movimientos básicos de una cuenta: Depósitos y Retiros. Entre más depósitos realizamos, nuestra cuenta está saludable, pero es imposible no hacer alguna clase de retiro, así que el secreto está en que nuestros depósitos sean sistemáticos mientras evaluamos mejor nuestros retiros.


Así que vamos a concentrarnos en seis depósitos principales que podemos hacer en nuestra cuenta de la integridad:


1º Ser amable con uno mismo.


Como todos bien sabemos, si no nos respetamos a nosotros mismos nadie más lo hará. Este es la premisa básica de la autoestima. Sin embargo no se trata solo de estima propia. Es más que sentirme bien conmigo mismo y esperar que los demás se sientan bien conmigo. Se trata de ser responsable de mis estados de ánimo, de mis decisiones y acciones. Se trata de ser valientes para seguir siendo individuos y al mismo tiempo tener la humildad para aceptar el consejo de otros sin creer que se están “entrometiendo en mi espacio”.


Pero lo mejor de todo es que siempre podemos ser amables con nosotros mismos, siempre podemos aprender a reírnos de vez en cuando de nuestros propios desaciertos y seguir adelante.


2º Desarrollar las habilidades personales.


Todos nos sentimos satisfechos cuando hemos hecho algo que realmente nos gusta hacer, incluso si nadie lo nota. Eso es así porque encontramos placer en realizar aquello para lo que somos buenos, por eso nuestra principal tarea es descubrir y desarrollar nuestras propias habilidades y ponerlas en práctica como solo nosotros podemos hacerlo.


Me imagino que cuando el pequeño Bill Gates dejó escapar de sus labios la idea de que un día había computadoras en las casas y estarían interconectadas por una red (Internet)[1], los adultos lo miraron como a un bicho raro y seguro que ninguno hizo ningún comentario más que “aja…” Sin embargo él desarrollo las habilidades que le permitirían ver su sueño realizado, y eso ha pasado con muchas personas a lo largo de la historia. Algunas han sido recompensadas, otras no; algunas son apreciadas, otras no, pero el hecho es que haciendo aquello para lo que somos buenos incrementamos nuestra integridad personal.


No existen personas “Todolohago” sencillamente porque eso es una ilusión. Hay algunas actividades, o tareas, para las que no somos buenos, pero ello no significa que seamos unos fracasados, pues el fracaso está en dejar de desarrollar las aptitudes que sí poseemos.


3º Cumplir con nuestros compromisos personales.


Seguramente alguien ya ha roto una promesa que te hizo alguna vez. ¿Cómo te sentiste? Por otro lado, tal vez hayamos roto algunas promesas antes, y tampoco nos sentimos muy bien. Cumplir nuestras promesas puede ser un depósito muy poderoso, pues nos capacita para asumir mayores compromisos, pero cuando fallamos constantemente en cumplir con las promesas que hacemos resulta que nos es más difícil cumplir con otras.


¿Qué es lo que sucede con nuestros propósitos de año nuevo? Bueno, no es que no queramos cumplir, es solo que nos falta voluntad, y ¿por qué nos falta voluntad? Porque no cumplimos. Notas el círculo vicioso que se forma. En realidad, más que un círculo es una espiral descendente. Pero la buena noticia es que podemos revertirla en cualquier momento, si comenzamos a asumir compromisos que podemos realizar. Solo que esta vez debemos comenzar con pequeños compromisos y luego ir “subiendo el nivel” por decirlo así.


Nota que de lo que estamos hablando es de las promesas que nos hacemos a nosotros mismos. Por el momento no estamos tratando con las que les hacemos a los demás. Esto es vital, porque no podemos empeñar nuestra palabra con otras personas mientras no podamos completar una promesa hecha para nosotros.


4º Realiza actos de bondad.


Hay un hecho que resulta irrefutable: somos seres sociales. Desde siempre hemos necesitado unirnos en sociedad. Pero también es cierto que a veces hemos tenido problemas en nuestras mismas sociedades. Sin embargo hay una forma de incrementar nuestra integridad y contribuir a la sociedad: Hacer pequeños actos de bondad por otros.


¿Qué significa eso? Que donde quiera que estemos tenemos la oportunidad de servir a alguien, y eso nos fortalecerá. Ceder el asiento a una mujer embarazada o anciana, ayudarle a alguien con una carga pesada, sonreír y dar una palabra de ánimo al que está desesperado, escuchar sin prejuicios al que quiere desahogarse, y mucho más, no son meros actos de cortesía o caballerosidad: son actos de bondad que incrementan nuestra integridad personal (nuestra principal cuenta bancaria). Cada uno de esos actos son solo la punta del iceberg de un principio eterno: El servicio. No se trata de perder nuestra individualidad, es más bien ganar libertad al ser parte del alivio de otros.


Por eso alguien dijo: “cuando considero el resultado de los pequeños detalles, me siento tentado a pensar que no hay detalles pequeños”.


5º Comprometerse con la excelencia.


¿Qué es ser excelente? Una persona de excelencia es la que no piensa en ser excelente, es decir, se ha habituado a vivir con altos ideales, y en consecuencia no se compromete con la mediocridad. Podemos decir, en palabras de José Ingenieros, que ser excelente es tener un ideal y seguirlo aunque no sea aceptado por la sociedad. Lo interesante es que esos ideales siempre procuran el progreso de la sociedad, porque se basa en principios eternos que conducen a las civilizaciones al progreso, si se los sigue, o a la tragedia si se ignoran.


¿Cuál es tu objetivo? ¿Hacia dónde te estas moviendo? ¿Es un destino elevado o uno mediocre? ¿Sigues con todas tus fuerzas tus sueños? Parece que todos tenemos respuestas para estas preguntas, pero es preciso volver a hacerlas y profundizar en nuestras habilidades, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros ideales… El precio de la mediocridad es demasiado alto como para arriesgarnos a pagarlo.


6º Renovación.


Este es el último de los seis depósitos principales que podemos hacer en nuestra cuenta de la integridad. Claro que podemos hacer muchas más clases de depósitos, y queda en cada uno descubrir la forma singular en que puede hacerlos. Pero, ¿qué significa renovarse?


Mientras tengamos vida estaremos en actividad, más si seguimos un ideal, por ello es bueno tomarnos un tiempo para recuperarnos. Existen cuatro áreas muy amplias que debemos incluir para que nuestra renovación se efectiva e integral: La primera es el área física, donde cuidamos la forma en que nos alimentamos, el ejercicio que hacernos, el estilo de vida que vivimos. La segunda área es la mental, que nos invita a fortalecernos a través de la buena lectura, la escritura de un diario personal, el ejercicio de la creatividad, etc. La tercera área es la Espiritual, pero no se trata de religión ni misticismo, es más bien suplir nuestra necesidad de crecer y servir, de ser humildes y amantes, integrando a nuestra vida los principios eternos de vida; personalmente creo en Dios como la fuente de una vida espiritual saludable, y creo en Jesús como el único que puede dar paz verdadera al corazón, pero eso no significa que este imponiendo mi manera de pensar, pero quiero reafirmar que nuestra área espiritual es muy importante. Y la cuarta área es la Socio-emocional, donde afirmamos relaciones duraderas basadas en la confianza, la lealtad y la solidaridad.


El “cómo desarrollaremos estas áreas” es una cuestión mas de creatividad que de cánones, pero es preciso ser conscientes de que estas dimensiones de lo que somos existen y están integralmente relacionadas con nuestra fortaleza individual que nos capacitará para ser líderes de altura, donde quiera que nos toque estar.



Durante esta entrega hemos tratado una de las cuentas bancarias más importantes de todo líder, pero aún nos falta ver otra, que resultará ser el perfecto complemento de todo lo que hemos planteado hasta aquí.


Gracias por leer este artículo, y recuerda dejar tus comentarios, pues serán bien recibidos, porque estamos creciendo juntos, paso a paso, en dirección a nuestro ideal, y mediante estas publicaciones es mi deseo poder servirte.



Que tengas un día lleno de éxito, porque depende de ti.


[1] Claro que esta es solo una representación imaginativa de una situación.

24 de julio de 2007

El Momento Es Ahora.


Cuando pensamos en las grandes cosas que queremos hacer en la vida, las metas que vamos a alcanzar, los sueños que realizaremos, es imperativo hacerse una simple pregunta: “¿Cuándo es el mejor momento para comenzar?”


Al revisar en la historia de los hombres y mujeres que cambiaron el mundo encontramos una respuesta igual de sencilla que nuestra pregunta: “El momento es ahora”. De hecho, todos nosotros conocemos el famoso dicho popular “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, y sin duda es un buen consejo para comenzar este día, o para terminarlo si estás leyendo estas líneas después de un arduo día de trabajo.


La mayoría de personas vive esperando que el viento de la vida cambie a su favor para comenzar a hacer algo memorable, pero resulta que cuando la oportunidad llega no la reconocen justamente porque no se prepararon lo suficiente para aprovecharla, y una vez pasada la oportunidad, estas mismas personas, vuelven a sentarse de brazos cruzados hasta la próxima vez. Como ya adivinaste, eso se convierte en un círculo vicioso, más aún, en una espiral descendente que nos inhabilita para aprovechar realmente cualquier oportunidad.


Crear la oportunidad.


Como seres dotados de inteligencia tenemos la capacidad para crear nuestras propias oportunidades, y procurar con ellas alcanzar nuestras aspiraciones más altas. Pero, ¿cómo podemos crear esas oportunidades? Aunque podemos encontrar numerosas respuestas, según los libros que tengamos la voluntad de leer, todas ellas pueden resumirse (aunque con cierto grado de ligereza, lo reconozco) a simplemente seguir avanzando, es decir, no dar lugar a ninguna clase de estancamiento aunque estemos realizando alguna actividad que nos parezca insignificante.


En la novela Marianela de Pérez Galdós, uno de los personajes, Teodoro Golfín, está intentando llegar un pueblo del que no conoce la dirección, mientras avanza en medio de un lodazal se dice a sí mismo: “Adelante, siempre adelante”. Esa frase puede ayudarnos a entender qué quiero decir cuando afirmo que seguir avanzando es la forma de crear la oportunidad.


De una vez descartamos las posibilidades de retroceder o acobardarnos. Puede ser que ver realizado un sueño nos tome toda la vida, pero mientras sigamos adelante, siempre adelante, estaremos en mejores condiciones de aprovechar la oportunidad cuando esta se presente, porque se presentará. Al descartar la posibilidad de estancamiento o retorno a la mediocridad, nos obligamos a apuntar nuestra mirada hacia adelante, avizorando el horizonte donde se encuentra nuestro futuro, y de esa forma cogemos fuerza nuevamente para levantarnos y caminar, pero no caminamos solo por hacerlo, sino que con cada experiencia nos preparamos más y mejor, permitiéndonos enfrentar nuevos desafíos con nuevas estrategias hasta que, al fin, vemos hechas realidad las esperanzas que antes parecían tan distantes.


Las miles de veces que Thomas Alba Edison se equivoco al hacer la bombilla, eran solo el camino que debía recorrer hasta lograr hacer una perfecta. Los reveses que sufrió Henry Ford antes de poder ver su automóvil terminado, solo lo estaban preparando para que la realización de su sueño no fuera algo casual. Así podríamos decir de otros tantos en tantas áreas: Abraham Lincoln, Robert Kiyosaki, Madam Curié, etc. ¿Qué tenían ellos en común? Que nunca se rindieron; a pesar de todo siguieron avanzando hasta que nos dejaron su legado.


Este es el momento en el que debemos comenzar por hacer algo. ¿Quieres convertirte en un gran profesional? Estudia hoy, toma notas hoy, pregunta hoy. ¿Quieres ser un padre o una madre ejemplar? Dales cariño a tus hijos hoy, muéstrales que son importantes para ti hoy. ¿Quieres convertirte en conferencista? Comienza a hacer discursos hoy, lee hoy, practica tu oratoria hoy. ¿Quieres hacer un invento que revolucione al mundo? Has experimentos hoy, tantas veces como sea necesario. Lo que quiero decir es que mucha gente vive esperando el mañana pero, no sé tú, yo no he visto un mañana, pues todo lo que tenemos es HOY.


Has de este día un día sin igual, porque tal vez el mañana no llegue.


Que tengas un día exitoso…

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