La historia del viejo leñador.
Hace tiempo escuche esta historia: Un viejo leñador se encontraba en el bosque, preparándose para la faena del día; en ese momento llegó un hombre joven, también leñador, seguido de una banda de hacheros que querían retar al viejo para ver quién era capaz de cortar mayor cantidad de árboles en un día. El leñador experimentado pensó un momento, mientras lo incitaban con gritos y más retos. Al final aceptó. El reto se realizaría el día siguiente en una parcela de bosque sin cortar, evitando así cualquier especie de trampa.
Muy de mañana, reunidos en el punto de partida, el viejo hombre tomó sus herramientas, una muy bien afilada hacha, dos botellas de agua y una piedra de afilar. El joven leñador, robusto como era, al ver lo que su adversario hacía, se burlo de él, diciendo que con todo lo que llevaba encima seguro que se cansaba antes de avanzar lo suficiente como para demostrar algo. Así mismo, tomó su hacha muy bien afilada y una botella de agua solamente. Cuando el sol comenzaba a dejar caer sus primeros rayos por la copa de los árboles, uno de entre el grupo dio la salida. El robusto leñador, comenzó a abrirse paso con suma velocidad, mientras que el veterano lo hacía con tranquilidad. El golpeteo incesante de las hachas se oía infinito, era como un tamboreo de guerra; pero de pronto, cuando ya habían pasado dos horas, por el lado que le correspondía al viejo, reinó el silencio. El joven se pavonea en su mente, porque él aún no estaba cansado, y mientras tanto, los que esperaban el desenlace comenzaron a mofarse del silencio. Media hora después se reanudó el golpe del hacha en el tronco de los árboles en la parte designada al veterano leñador. Dos horas después se volvió a repetir la escena de silencio. De nuevo el robusto joven se felicitó, aunque ya se sentía un poco cansado. El muchacho pensaba para sí: «Si no me detengo, tendré mayores posibilidades de ganar esta competencia. Ya el viejo se ha detenido dos veces por espacio de media hora, más o menos, y en esa media hora yo he podido avanzar mucho más que él sin duda». Los lapsos de silencio se repitieron cuatro veces en la jornada. Cerca de las seis de la tarde, el viejo leñador regreso al punto de partida, y unos minutos después apareció su retador. Entonces enviaron a dos hombres a hacer las cuentas. Cuando éstos regresaron, y luego de comparar los datos, dieron su veredicto: El ganador era… el viejo leñador. Enojado, aquel robusto y exhausto joven, no creía lo que había oído. ¿Cómo era posible que ese hombre mayor pudiera haberle ganado a él, que era tan fuerte, joven y robusto? El anciano se acerco suavemente y le respondió: «Mi amigo, yo te escuche trabajar sin descanso durante todo el día, pero todo leñador sabe que el hacha pierde su filo luego de un tiempo de trabajo intenso. Por mi parte, cada vez que me detuve, tomé mi piedra de afilar para mantener a punto mi herramienta, así me sería más fácil la tarea de cortar los troncos. A media que pasó la jornada, pude notar cómo tenías que golpear con más fuerza cada vez, porque tu hacha perdía rápidamente su filo, pero yo pude mantener el mismo ritmo durante todo el día porque mantuve bien afilada mi herramienta… Ése es mi secreto».
Ése es el secreto.
Creo que esta historia es sumamente clara. Cuando vemos a nuestro alrededor, no podemos menos que notar que vivimos en medio de una vorágine que amenaza con arrastrarnos todos los días. Llámese como quiera: consumismo, deterioro ambiental, alzas de precios, depreciación de la moneda, desempleo, etc. Cada día, al levantarnos, vemos hacia el horizonte y, aunque no queramos ser pesimistas, debemos admitir que siempre hay amenaza de tormenta. Sin embargo, tenemos metas que cumplir, esos sueños que nos pertenecen a pesar de todo y por los que estamos dispuestos a luchar hasta el último aliento. Pero no nos podemos permitir ser arrastrados por el violento torbellino que nos circunda, por ello es indispensable que, en lugar de luchar a brazo partido sin descanso como el joven leñador, hagamos una pausa de vez en cuando, para afilar nuestras herramientas.
¿Qué significa afilar el hacha?
Propongo tres cosas:
1. Afilar nuestra hacha es tomar un respiro mientras aclaramos nuestras ideas. No debe ser tan prolongado que nos inhabilite, pero debe darnos el suficiente tiempo para ordenar nuestros planes y proyectos.
2. También significa cuidar nuestra salud, de tal manera que nuestro cuerpo pueda servir al propósito de alcanzar nuestros sueños, pues un cuerpo saludable es sin duda el mejor equipo personal que podemos tener. Así que es importante invertir en nuestra salud física, alimentándonos correctamente, haciendo ejercicio regular y tomando un tiempo para la recreación (RE-CREACIÓN).
3. Y finalmente, es cuidar de nuestras relaciones, fortalecerlas con pequeños actos de bondad y gratitud, porque no hay nada mejor que saber que podemos aventurarnos a realizar grandes empresas y que mientras lo hacemos habrá manos y brazos listos para apoyarnos y sostenernos cuando sintamos que estamos por darnos por vencidos.
Para cada uno afilar el hacha tendrá un significado diferente, es verdad, pero dejar de hacerlo es condenarnos a trabajar sin descanso y al final reconocer que debimos haber hecho algunas pausas para disfrutar de la vida, de nuestros seres queridos, de nosotros mismos. Sólo quiero invitarte a que pienses en aquello que te renueva, y que lo hagas para tu propio beneficio, para mantenerte fresco a la hora de continuar con la faena de abrirte camino por éste enredado bosque en el que vivimos.
Que tengas un gran día y una gran semana, y recuerda hacer de vez en cuando una pausa para mantener afilada tu vida en dirección de tus sueños.
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