27 de febrero de 2011

Amor: El verbo.

dar001 «El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece»

Jacinto Benavente

En la escala natural del amor, según mi opinión, hay tres niveles que es necesario explorar: El primer nivel consiste en aceptar que es, ante todo, un Principio, de eso hemos conversado un poco en las dos reflexiones anteriores. El segundo nivel esencial es la encarnación del primero. No podemos quedarnos en el Olimpo teorizando sobre lo maravilloso que es el Principio del amor, es necesario bajar a la tierra a vivirlo. Esta encarnación es el verbo amar, la acción.

A veces oímos declaraciones tristes del tipo: “se acabó el amor”. Sin embargo, comprender que amar es acción, destruye la lógica sobre la que se basan las declaraciones de ese tipo, porque el amor no depende de las circunstancias, ni de las actitudes de los demás. Amar es una elección personal, es la puesta en práctica de nuestra libertad interior, de nuestro propio valor personal. Y es que la bondad, la compasión, la misericordia, la amabilidad, son los frutos de estar en este segundo nivel, pero que no podríamos tener si no hemos cultivado previamente el Principio. La razón para que esto lleve un orden es muy sencilla: No podemos esperar recibir aquello que no damos, y tampoco podemos dar aquello que no tenemos. Lo interesante es que son las personas inseguras de sí mismas las incapaces de amar a este nivel, por eso pervierten el orden natural y centran sus vidas en la emoción sentimentalista de un momento. Pero cuando amamos como Principio y verbo, comprendemos que el verdadero amor no está en la ausencia de faltas, pues, todos cometemos errores y fallamos; y también nos fallan a nosotros, aun aquellos a quienes más respetamos. Mas estamos seguros, porque nuestra seguridad está en los 060227dar Principios que abrazamos para vivir, así ganamos el valor para poder perdonar y seguir amando. Bien lo ha dicho Leo Roskin: «El débil es el cruel. La amabilidad sólo puede esperarse del fuerte».

Tomado de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia”, pp. 200-201

25 de febrero de 2011

Amor: La verdad.

fraternidad «El amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea. No es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría que está en el origen de toda creación»

Rabindranath Tagore

En mi humilde opinión, cuando descuidamos el conocimiento de este Principio (el amor) estamos perdiendo la oportunidad de avizorar, aunque sea de lejos, el poder que rige todo lo que nos rodea. No podemos negar las atrocidades ocurridas a lo largo de nuestra historia, las hecatombes humanas realizadas por otros humanos; la corrupción e inmoralidad, o la palabra de ofensa que dimos a aquellos más cercanos a nosotros el día anterior. No podemos negar estos episodios oscuros; pero tampoco podemos negar que en medio de estas tinieblas siempre ha brillado un rayo de luz, una sonrisa sincera, una vida ejemplar, un discurso que ha intentado devolvernos a la realidad de nuestra fraternidad.

Tal vez sea demasiado abstracto hablar del amor como un Principio, pero cuando meditamos en ello, poco a poco va tomando su verdadera dimensión en nosotros. No se trata de eros ni filos, es ágape, una conexión con lo sublime. Es aceptar, tolerar, respetar. Incluso, como Principio, el amor no nos pide que sintamos ninguna clase de afecto por aquellos que nos hacen daño, lo que nos exige es que los aceptemos y los respetemos. Para amar a los demás no tienen que gustarnos, sólo necesitamos comprender que son como nosotros. De esta manera el amor es la verdad, pues nos dice que somos hermanos. Manos-amigos-humanidad-fraternidadToda discusión socio-política, económica, religiosa, étnica o de cualquier otra índole carece de sentido frente a este Principio. Una historia lo dice así: Un árabe preguntó a dos compañeros: “¿Cómo saben cuándo ha llegado el día?” “Fácil – dijo el primero – cuando no tengo que usar la antorcha para ver el camino”. “No, – replicó el segundo – es cuando puedes ver el cielo azul y limpio”. “Se equivocan, – concluyó suavemente el que hizo la pregunta – es cuando vemos a los ojos de otro y podemos llamarlo ‘hermano’”.

Tomado de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia”, pp. 198, 199

23 de febrero de 2011

Amor: El Principio.

amor-rev «Todos hemos nacido para el amor... Es el principio de nuestra existencia, como también es el fin»

Benjamín Disraeli

El Principio que lo llena todo, el que lo motiva todo, el que es también el fin de nuestra existencia, es uno de los principios menos comprendidos en nuestros días. Se lo ha rebajado, se lo ha mutilado, pero a pesar de eso su realidad no puede ser ignorada sin sufrir las consecuencias negativas de abollar la esencia de su significado más amplio. El Principio al que me refiero es el amor.

Este Principio tiene lo que considero, una escala natural; pero antes de examinar los tres peldaños esenciales, es necesario proponer lo que no es este hito tan vital para el desarrollo personal y social-interdependiente.

En primer lugar, el amor no es una práctica. Aunque las normas y prácticas sean importantes en la sociedad, el amor no depende de las reglamentaciones sociales o políticas, está mucho más allá de eso. Tampoco el amor es un valor, por mucho que sea importante valorar el Principio. El hecho es que no depende de nosotros asignarle valía al Principio del amor, pues este se aquilata por sí mismo (y se renueva por sí mismo). Tampoco es un sentimiento ni un proceso químico sin más, por mucho que estimule nuestro sistema nervioso y nos haga segregar la endorfina que tan bien nos hace sentir. El problema real de poner énfasis en el amor como un sentimiento es la variabilidad inherente de las emociones, su inconstancia a la hora de establecer relaciones fuertes y duraderas.

Claro está que todo lo anterior tiene su lugar en el amor, pero ese lugar es secundario. Si queremos vivir una vida plena, excelente, es necesario que aprendamos lo que significa el amor como Principio, porque juntos notaremos que al concentrarnos en la esencia de su sentido y alcance, todo lo demás encajará maravillosamente.

Tomado de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia”, pp. 196-197.

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17 de febrero de 2011

Un Día a la Vez…

«Nada debería ser más precioso que el valor de cada día»

Johann W. Goethe

La frase de Goethe para hoy me parece relevante por una sencilla razón: Las personas de excelencia viven la realidad del día con todo el entusiasmo del que son dueños. No viven en el pasado, porque aunque puedan tener buenos recuerdos, el pasado es una ilusión. Tampoco viven de la ensoñación sin sentido, porque el futuro es también una ilusión.

Las personas de excelencia aprenden de la experiencia, es cierto, pero reconocen que cada día al que se levantan es muy diferente del anterior, por lo que no creen que los mismos métodos que funcionaron antes puedan volver a funcionar, y buscan nuevos caminos, nuevas ideas. Como son personas guiadas por Principios, saben aplicar éstos a los nuevos desafíos que encuentran en el camino.

Para las personas de excelencia los sueños son importantes, tienen altos ideales y estándares diferentes de la mayoría, pero reconocen que no pueden quedarse de brazos cruzados en una espera insensible, así que se levantan por la mañana dispuestos a acercarse un paso a la vez a su grandioso horizonte.

En esencia, todo lo que tenemos en realidad es este día, por esa razón es imprescindible que le demos el valor que se merece, porque luego se nos va y no volverá a repetirse. Todo pensamiento, toda actitud, debiera reflejar nuestro deseo de aprovechar este día al máximo, para ser felices, para acercarnos un poco más a la realización de nuestra vida, para decir a las personas importantes cuánto las queremos.

iStock_000006546852XSmall Como personas excelentes es nuestro privilegio vivir un día a la vez, disfrutando de lo que nos traerá, aprendiendo de las nuevas experiencias, forjando nuevas ideas. Y si el día no nos va como queríamos, no debemos desesperar, porque no tenemos otro días más valioso que hoy. Es más, cada prueba que enfrentamos nos sirve para evaluar si estamos dispuestos a pagar el precio de vivir un nuevo día. ¿Estás dispuesto?

Reflexión tomada de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia” pp. 60-61

11 de febrero de 2011

No entregues tu dignidad.

1228163552 «Nadie puede herirte sin tu consentimiento»

Eleanor Roosevelt

Cuando nuestra dignidad no reside dentro de nosotros, sino que dependemos del qué dirán y de las circunstancias para determinar cómo vamos a vernos y a sentirnos respecto de nosotros mismos, es fácil ser heridos.

No estoy diciendo que debemos desconfiar de las personas y mirarlas con recelo. Tampoco estoy diciendo que quienes nos rodean están planeando hacernos daño; pero, debemos recordar que ellos tienen suficiente con sus propias vidas, como para ocuparse también de la nuestra. Además, cuando depositamos nuestra valía en manos de otros, creamos falsas expectativas que nadie, por muy bien intencionado que sea, puede cumplir; es por esa razón que debemos tomar nuestra dignidad en nuestras propias manos de una vez por todas, para aprender a disfrutar el vivir con nosotros mismos.

Hace tiempo escuché esta historia: Gandhi viajaba en un tren junto a un hombre tosco, iracundo, que gritaba por todo e iba escupiendo a cada momento. Mucha gente que había reconocido a Gandhi lo miraba fijamente mientras él seguía al lado de aquel irreverente hombre. Al llegar a la estación y bajarse, otro hombre se acercó a Gandhi y le preguntó: “¿Cómo es posible que haya soportado todo el viaje al lado de una persona como esa?” La respuesta fue: “Muy fácil, cuando me disponía a levantarme pensé: yo sólo debo soportarlo por un par de horas, mientras que él debe soportarse a sí mismo toda la vida”.

No sé si esta historia es cierta, pero la lección es que nada ni nadie puede robarte tu tranquilidad, tu dignidad; y tampoco nadie ni nada puede herirte, a menos que tú lo permitas. Lo que sí dijo Mahatma Gandhi alguna vez fue: «Ellos no pueden quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos».

Entrada tomada de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia”, pp. 50, 51.

tapa de en busca de la excelencia

6 de febrero de 2011

¡Cuidado con el Optimismo… exagerado!

Optimismo1 ¿Se puede ser demasiado optimista? ¿Acaso no es bueno el optimismo en la vida? Francamente, si me hicieras estas preguntas en persona no sabría cómo responderte. Valoro mucho el ser optimistas e intentar ver el lado amable de las cosas, sin embargo, es posible exagerar y olvidarnos de la realidad de la vida.

Tal vez te parezca contradictorio, en especial porque desde Vivir la Excelencia intentamos elevar la vista por sobre la realidad para marchar hacia el horizonte de nuestros ideales. Sin embargo, déjame explicarte un poco a qué me refiero.

Negación de la realidad.

El optimismo exagerado es una distorsión, un autoengaño si se quiere. Es negar que existan cosas que no están bien el mundo. De hecho, esta clase de positivismo es un extremo que linda directamente con el desengaño, la desilusión y el desánimo. Y de este tipo de optimismo hay muchos maestros llamando a nuestra puerta con la promesa de la felicidad duradera, si compramos este o aquel curso costoso, o si practicamos tal técnica que solo ellos nos pueden enseñar por un módico precio muy alto.

Y cuando no se ven los resultados prometidos por esas exageraciones, ¿quién crees que tiene la culpa? Tú, por no haber realizado “correctamente” los tres simples pasos (que curiosamente en el proceso se pueden haber multiplicado hasta el infinito… sí, estoy exagerando un poco). Pero, en realidad, ¿qué hay detrás de esa fanfarria, con la que se publica el último gran descubrimiento del control mental, del secreto para materializar cualquier cosa con solo pensarlo? ¿Podría ser una vedada forma de alejarnos de reflexionar seriamente sobre lo que no está bien en el mundo? ¿Te has detenido a ver qué es lo que virtualmente ofrecen: una vida sin preocupaciones, tanto dinero como cualquier deportista o actor famoso, mujeres (u hombres) por doquier…? Aunque debo admitir que todo eso forma parte de la idea común del éxito, pero la excelencia está mucho más allá de eso, porque tiene que ver con cambiar para ser mejor, no solo para parecerlo.

Transformación de la realidad.

Con lo anterior no quiero decir que esté mal ser optimistas, pero hay que saber serlo. El verdadero optimista también es capaz de mezclar un poco de pensamientos negativos a fin de tener una idea equilibrada del precio a pagar por la realización de sus sueños. No podemos negar el valor de ser positivos, porque alarga nuestra vida y nos favorece al protegernos de enfermedades que pueden surgir en nuestra mente. Pero, mantener el equilibrio, nos da la capacidad para comprender cuándo las cosas no van por buen camino y nos permite actuar a tiempo.

Cuando contemplamos la realidad, como verdaderos optimistas, no tratamos de engañarnos repitiéndonos una cantidad de frases hechas para negarla, sino que emprendemos la búsqueda de la solución, de la mejora continua, aun a costo del sufrimiento personal. ¿Quién dice que un optimista no puede llorar a veces, o gritar o enojarse? Es necesaria la insatisfacción con la realidad presente, si queremos trabajar por transformarla.

Me gustaría compartir tres actitudes que presentan los verdaderos optimistas:

1. Compromiso, con una causa o tarea.positivo 2

2. Sentido de control, frente a las adversidades; es decir, se saben capaces de manejar una situación difícil.

3. Ven los problemas como desafíos, como la oportunidad de demostrar que realmente están comprometidos con su ideal.

La vida es maravillosa, pero a cada paso hay luchas que debemos librar: Hábitos nocivos que quitar, hábitos constructivos que adquirir; relaciones desgastantes que arreglar o dejar, y relaciones satisfactorias que alimentar.

Sinceramente, ¿qué consideras mejor: negar la realidad, o trabajar por transformarla en tu círculo de influencia?

Nos vemos en el próximo artículo.

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