20 de abril de 2011

¿Quieres una vida interesante? ¡No te compares con nadie!

comparar Aprendemos el hábito de la comparación desde chicos, porque nuestros padres, o maestros, o algunos otros adultos, sienten una extraña fascinación por decirnos: “Deberías ser más como fulano” o “Si te aplicaras como mengano, entonces…”. Tal vez no podamos culparlos por hacer eso, porque seguro que ellos mismo lo aprendieron a sangre de las tantas veces que lo oyeron (aunque bien han podido ser proactivos). Esa cacofonía va moldeando nuestra visión del mundo, hasta que un día, como seres presuntamente independientes, nos volemos en comparadores compulsivos, haciéndonos a nosotros mismos la medida de todas las cosas: “Nadie hace las cosas como yo”; “Si tan solo tuvieran mi aplicación”; “Si fueran yo…” Pero la realidad es que nadie puede hacer las cosas como uno, ni vivir la vida como uno la vive.

Al otro extremo, si todavía somos demasiado dependientes (o codependientes, que es peor), nuestra compulsión por compararnos toma el siguiente derrotero: “Si tan solo fuera más como fulano”; “Si hiciera las cosas como mengana las hace”; “Quisiera que mi vida fuera como la de…” Pero la realidad es que no podemos vivir la vida de otro, ni hacer las cosas como otro las haría.

El resultado de los dos casos anteriores: Frustración. Asegurada al cien por cien, porque la pretensión de ser tan perfectos es solo perfeccionismo, una idea falsa de control, que poco a poco nos hace perder la paciencia con los demás, aunque nosotros mismos estemos llenos de defectos. O, si nuestro caso es el otro, la frustración está asegurada porque nunca podremos ser exactamente lo que otra persona es.

La función de los modelos.

Con lo anterior no he querido decir que no podamos admirar a alguien y tomarlo como modelo, pero hay que saber qué es lo que imitamos. No imitamos su vida, sino los principios que lo hicieron destacarse. Es a los principios que dirigimos nuestra atención para ver cómo los aplicó en su propia vida para poder hacer lo mismo con nuestra singular existencia. Admiramos el coraje, la paciencia, la tenacidad, el valor, la perseverancia, y otras cualidades y tratamos de aplicar esas virtudes a nuestros propios sueños. Esa es la función de los modelos, mostrarnos qué hicieron ellos para andar su camino, para que ahora nosotros andemos nuestro propio sendero.

En este punto ya no nos comparamos. Nos damos cuenta que hacerlo es inútil. Nuestra meta es avanzar más allá de donde esos modelos dejaron su antorcha, a fin de abrir nuevos caminos, de superar, ya no a otros, sino nuestros propios sueños, nuestros propios ideales.

El gran problema de la comparación es que resulta en esclavitud, porque nos pone a la sombra de otros. De esta manera nos vemos forzados a la mera imitación, lo que limita nuestro verdadero poder, porque “uno de los peores resultados de ser esclavo [sea de la comparación o de cualquier índole] y ser forzado a hacer las cosas, es que cuando no hay quien te fuerce [y en nuestro caso: no hay con quien compararte], comprendes que has casi perdido el poder de forzarte a ti mismo” (C. S. Lewis, los corchetes son míos).

felicidad1 Ahora es tiempo de decidir abandonar la comparación, ya sea para nosotros mismos, o que la apliquemos a otros. Para ello, nada mejor que alentar nuestras metas, nuestros proyectos y ocuparnos en dar lo mejor de nosotros mismos. Este dar lo mejor de nosotros no se mide artificialmente con lo que otros hacen. Este dar más de nosotros, darlo todo, se mide en función de nuestro objetivo, del horizonte al que queremos llegar. Y, además, será bueno recordar la siguiente frase de Henry Fonda: “Todos encontrarían su propia vida mucho más interesante, si dejaran de compararla con la vida de los demás”.

11 de abril de 2011

Un Poco de Insatisfacción.

insatisfaccion En el breve artículo sobre la necesidad de soñar, he dicho que la insatisfacción es un ingrediente importante, y en este texto quiero abordar el tipo de insatisfacción a la que he querido referirme a fin de aclarar mejor cómo los sueños pueden impulsarnos.

Una vez leí una frase cuyo texto no recuerdo bien, pero que daba el siguiente mensaje: Si ves que algo falta, en lugar de criticar porque hace falta, crea algo para suplir la necesidad. Esto me parece muy acertado para ilustrar dos tipos de insatisfacción y sus respectivos resultados en nosotros.

Por un lado, cuando notamos que algo no está bien, que es necesario producir un cambio, es bastante fácil caer en la frustración y criticar. Criticamos al gobierno, a la sociedad, a la falta de oportunidades, a la familia y amigos. Sin embargo, para ser francos, a pesar de todas nuestras críticas nada cambia para mejor. Esto nos envuelve en un círculo vicioso, o peor aún, en una espiral descendente de frustración y más crítica. Entonces nos volvemos violentos, intentando hacer por la fuerza los cambios que creemos necesarios en el mundo. Ese ha sido el fracaso de muchos movimientos políticos y sociales. Y escribo fracaso en tanto los resultados que han dejado en la sociedad: Más pobreza, más inseguridad, y mucho menos oportunidades.

Pero, ¿podemos tomar un enfoque diferente? ¿Y si en lugar de enzarzarnos en el círculo vicioso del criticismo, comenzamos a pensar en lo que podemos crear para superar las deficiencias que vemos a nuestro alrededor? En este caso también nos damos cuenta de que algo no anda bien, que es necesario producir cambios sustanciales, pero en lugar de frustrarnos ponemos manos a la obra, con nuestras capacidades, con los dones que tenemos, e iniciamos algo nuevo.

¿Qué significa esto? Que en lugar de bloquearnos dando toda nuestra energía al objeto de nuestra crítica, buscamos romper con los viejos paradigmas y comenzamos a pensar de manera diferente. Y en lugar de preguntarnos “¿Por qué se hace esto mal? ¿Mejorará algún día la situación (política, financiera, social, etc)? ¿Cambiarán algún día por fin mi familia, mis vecinos, el país, el mundo?” nos hacemos otro tipo de preguntas: ¿Hay algo que yo puedo mejorar? ¿Qué necesito cambiar en mí para que mi familia, mis vecinos, el país y el mundo cambien? ¿Cuál será mi respuesta creativa (proactiva) a esta situación?

girl-thinking_id3502081_size480 Ahora preguntémonos: ¿Qué tipo de insatisfacción tenemos? ¿Es la que nos incita a criticar o es la que nos impulsa a pensar en algo creativo? Cuando criticamos estamos tomando una actitud en la que, virtualmente, creemos que la vida nos debe: dinero, educación, pareja, etc. Eso nos lleva a ver el mundo en términos de escases, de lo que falta, y la insatisfacción producida nos hunde en la miseria. En cambio, cuando vemos la vida en términos de abundancia, en lo que pensamos es en lo que podemos aportar. Nuestra creatividad sobrepasa los límites, porque podemos ver a la distancia un ideal que suplirá lo que hoy falta. ¿Romántico? Tal vez. Mas, ¿de qué otra manera podemos avanzar?

7 de abril de 2011

La Necesidad de Soñar.

18813_Copia de sueño La imaginación es uno de los dones más preciosos que tenemos los seres humanos. Es nuestra imaginación lo que nos permite crear sueños e ideas, inventar nuevos métodos para hacer las cosas y entusiasmarnos por la aventura de encontrar un camino desconocido hasta entonces.

De niños, no nos resulta extraño salirnos de los límites de lo normal. Nuestra curiosidad por el mundo nos impulsa. Tenemos capacidad de asombro, la suficiente para preguntar hasta el cansancio “¿Por qué?” (Hasta el cansancio de los adultos, quiero decir). De niños es muy difícil que demos las cosas por sentado, y quizás sea por incapacidad, porque no percibimos las relaciones entre ellas; pero, ¿acaso no nos serviría como adultos esa incapacidad, para ser capaces de no dar todo por hecho?

Soñar es un acto fundamental para el desarrollo, incluso si no somos capaces de convertirnos en astronautas, o superhéroes. Es que los sueños nos permiten pensar que podemos superar los límites. A veces estos límites son naturales, como la gravedad, y a veces son sociales, como cuando se etiqueta todo cuanto nos rodea, y aun podemos hablar de límites psicológicos, que vamos construyendo por temor a parecer inadecuados ante la sociedad.

Pero, para que un sueño pueda ayudarnos a mirar más allá de los límites, es necesario estar un poco insatisfechos con lo que se nos ofrece, o con lo que recibimos propiamente. Esa insatisfacción es una revolución, pero no una violenta, no una de armas, sino una revolución de ideas, de nuevas maneras de entender la vida y de hacer progreso.

abrazandoelmundoolaluna Por esto soñamos, para expandir nuestros horizontes, para saber que los límites pueden ser sobrepasados. Habrá un precio que pagar, sin duda, porque un verdadero sueño se nutre de sacrificio. Ese sacrificio nos lleva a nuestros propios límites, y allí, al borde de nuestra propia fuerza, nos toca decidir si realmente queremos alcanzar nuestro ideal.

Y la pregunta al final es: ¿Vas a pagar el precio por tu sueño?

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