22 de febrero de 2010

El Gran Centro Comercial.

20070417klpcnavid_149.Ies.SCO La excelencia es como una hermosa perla, pero para obtenerla hay que buscarla con diligencia. También, como es una perla exquisita, debemos saber que tendrá un alto precio; sin embargo, ese alto precio ha de ser superado por los beneficios que ser excelentes trae consigo. ¿Y dónde podemos encontrar tan valioso objeto? En el más grande centro comercial que existe: el mundo. Es sólo que al andar por las tiendas y pasillos de este gran establecimiento, debemos estar alertas para no adquirir algo de menor calidad.

Oferta y Demanda.

Como en todo centro de tiendas, nuestro mundo tiene una gran variedad de ofertas de “visiones de vida”: Desde el escepticismo científico, pasando por el fanatismo religioso, hasta la credulidad pseudocientífica, hay una variedad muy abundante de maneras de “ver la vida”, todas ellas con la promesa de hacernos más coherentes, más completos, de curar nuestras dolencias físicas, mentales, espirituales y emocionales. ¿Cuál de ellas es la mejor? Este artículo no trata de decidir sobre cuestiones que cada uno de meditar con consciencia. Sin embargo, me ha resultado interesante que cada “tienda”, a su manera, según sus capacidades mercadológicas, de relaciones públicas y publicidad, se postula como “la mejor opción”. Los titulares no dejan de sorprender por la seguridad con la que se presentan: “Cómo ganar dinero rápido y fácil…”; “Cómo conseguir lo que quieras, cuando quieras y como quieras…”; “Los x pasos para lograr la felicidad, el éxito, el amor…” y un largo etcétera.

ofertaydemanda La razón para que existan todas estas súper-ofertas es una supuesta demanda. La gente quiere saber todo eso, la gente está pidiendo a gritos que los gurúes financieros, espirituales, de autoayuda, del amor (y otro largo etcétera), les den los secretos del universo para encontrar la paz y la tranquilidad y la seguridad que necesitan. Pero, ¿será posible que esta supuesta demanda, sobre la que hay tantas ofertas, no sea más que una necesidad tan real como la necesidad de una bebida gaseosa; o como la necesidad de andar el último modelo de celular; o como la necesidad de embriagarse hasta la cirrosis; o como la necesidad de fumar hasta el cáncer?

La masa cree que necesita algo, porque se ha acostumbrado a que le digan qué es lo que necesita. Aunque obviamente cada uno es libre de decidir si quiere optar por tal o cual visión del mundo, por lo menos deberíamos tomarnos el tiempo para reflexionar deliberadamente sobre esa decisión. El gran problema es que, pese a vivir en la autodenominada era de la información, los que estamos en la masa, a veces aceptamos sin chistar cualquier cosa que se oiga muy intelectual, o que atraiga a las estrellas de Hollywood (porque “si es bueno para ellas debe ser bueno para nosotros” parece decir la lógica de la masa), o que sea dicho por ése “gran” líder espiritual (independientemente de la religión).

Así, terminamos vagando de tienda en tienda por el gran establecimiento buscando la excelencia, sin encontrarla; pero en ínterin, además de gastar nuestro dinero, nos vamos armando una coraza de preconceptos capaz de impedirnos discernir el momento cuando estemos frente a la hermosa perla de la excelencia. El problema de la oferta y demanda de visiones de vida no es tanto las técnicas, que en algunos casos pueden ser muy buenas. El meollo del asunto se encuentra justo en lo que está de fondo. Las técnicas sólo sirven para maquillar nuestra personalidad, nuestra superficie; la mentalización positiva tan sólo sirve para no olvidar que podemos mantener una actitud adecuada sin importar las circunstancias; pero más allá de esto está la excelencia.

El precio de la excelencia.

Entonces llegamos a una pequeña tiendita. Allí no hay carteles con el 50% de descuento para los primeros cien. No hay grandes titulares, ni siquiera tiene nombre. Está prácticamente sepultada por los grandes monumentos que a su alrededor se yerguen con grandes luces y letreros. Al entrar, sólo vemos al dependiente de mostrador, con una cajita delante de él. En esa cajita se encuentra la perla de la excelencia. El dependiente nos dice que es la perla más exquisita que jamás ha existido, es invaluable, y no importa cuánto busquemos fuera de esa tiendita, no encontraremos nunca una perla mejor. perla Nos pregunta si nos interesa. Y claro que nos interesa, por eso hemos andado de tienda en tienda comprando todo lo que nos ha podido ofrecer la autoayuda, el pensamiento positivo, la ley de la atracción, la psicología esencial, el yoga (y más). Preguntamos cuánto cuesta. El hombre tras el mostrador nos mira extrañados y nos dice: “¿Costar? ¿Dinero? No, no… no cuesta nada”. Ahora somos nosotros los extrañados. ¿No la podemos comprar entonces? El dependiente nos explica que nunca podríamos comprarla, pero podemos llevárnosla si queremos. Es gratuita, pero nos cuesta todo. “¿Cómo?”, preguntamos. “Cambiando”, es la respuesta. “¿Cambiando?”. Sí, porque debemos comenzar a concentrarnos en la construcción de un carácter fiel, firme, decidido, centrado en principios, en vez de seguir llenándonos de técnicas. El dependiente nos dice que la mayor necesidad del mundo es la de hombres y mujeres incorruptibles, que no se vendan ni se compren, que sean leales al deber, que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos, y eso sólo se logra con un carácter bien desarrollado. Luego de esto, la masa retrocede alarmada y sale del pequeño puesto sin luces hacia uno con grandes letreros y ofertas. Pero se ha quedado alguien, que se acerca despacio, pero con seguridad a la mesa, y al estar frente a la cajita la toma y exclama: “Por fin. Esto es lo que andaba buscando”. Tras el mostrador el tendero sonríe, sabe que está frente a un ser de excelencia.

Tu carácter es el mayor bien que tienes y pulirlo es un gran deber. La verdadera excelencia reside justo en el desarrollo de un gran carácter. Esto es un asunto de toda la vida, pero los resultados sobrepasan cualquier expectativa. ¿Quieres llevarte la perla de la excelencia?

Hasta la próxima entrega.

16 de febrero de 2010

Para Ser Felices…

20080324164301-construccion-de-la-felicidad Hace algunos meses publicamos el artículo “Decídete a Ser Feliz”. En dicho artículo esbocé 4 consideraciones a partir de una famosa frase de Abraham Lincoln, en la que nos dice que la felicidad es ante todo una decisión.

Obviamente decidir ser felices es un desafío, en especial en el arremolinado mundo en el que vivimos. Sólo hace falta ir al supermercado (o al mercadillo) para que nos quiten la sonrisa del rostro; o al ver las noticias (cosa que en lo personal hago muy poco) no podemos menos que sentirnos impotentes ante tanta violencia y caos. Sin embargo, es justo aquí donde entra en juego nuestra capacidad proactiva de decidir ser felices a pesar de todo.

Siempre tendremos que luchar con nuestro entorno. Mira el contenido de los anuncios propagandísticos para fechas como el día del amor y la amistad, el día de la madre o del padre, la navidad, etc. Todos esos anuncios tratan de crear un vacío que finalmente necesitamos llenar comprando tal o cual “regalo perfecto”. El resultado de eso es que he llegado a conocer personas que se sienten realmente infelices al no poder obsequiar “algo especial”. Así que, aunque dar presentes no es un problema, se convierte en uno cuando centramos en dicha actividad la medida para ser felices y hacer felices a otros (lo que no es más que una actitud consumista).

Ahora, como ya en otra parte hemos hecho algunas pocas consideraciones sobre lo que significa decidirse a ser felices, hoy solo vamos a soltar algunas ideas (que pueden ser discutidas, ampliadas, negadas o afirmadas) sobre lo que necesitamos para ser felices. Sólo nos concentraremos en la actitud, por cuanto antes ya nos hemos centrado en el carácter.

Así que:

felicidad Para ser felices, no debemos dejar pasar las pequeñas alegrías, sólo por aguardar una gran felicidad. A veces, hay pequeños detalles que pueden hacer una gran diferencia en nuestras vidas.

Para ser felices, hay que aprender a amar lo que hacemos, porque no siempre podremos hacer lo que queremos. La actitud con la que emprendamos cada tarea, puede decir mucho de si somos felices o no.

Para ser felices, compartamos nuestra propia dicha, de esta manera se multiplicará. Encerrar la felicidad en un cofre a fin de guardarla segura, es condenarla a morir. La única manera de asegurar la felicidad es compartiéndola con otros.

Para ser felices dejemos de quejarnos. Las quejas nos hacen ver en una hormiga a un elefante, en una piedra a una gran montaña.

Si queremos ser felices es preciso aprender a sonreír con mayor regularidad. Cuando niños reíamos bastante, pero a medida que crecimos pareciera que alguien nos hizo creer que la sonrisa ya no funciona, sin embargo alguien dijo que “la sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”.

Si queremos ser felices necesitamos aprender a amar en verdad, porque la felicidad es amor; es decir, es acción.

Y, finalmente, para ser felices nunca debemos olvidar que la felicidad es una disposición de nuestra mente, no de nuestras circunstancias. Recuerda esta frase de Frank A. Clark: “Seríamos más felices con lo que tenemos si no fuéramos tan infelices con lo que no tenemos”.

Hasta la próxima entrega de Vivir la Excelencia.

4 de febrero de 2010

El Amor es Acción.

amor En el artículo en dos partes, titulado “Amor: El Cuadro Completo” ya hemos hablado un poco acerca de esto del amor en acción. Pero, debido a que en algunos países (no sé si en todos) éste mes se hace muy interesante para la industria del amor comercial, donde lo que prima es el regalar, me ha parecido bien que hagamos algunas consideraciones sobre cómo sería mejor vivir el Principio del amor.

Acción mejor que sentimientos.

Sigo pensando que es una pena confundir amor con sentimientos. Recalco que es una pena no por los sentimientos en sí, pues somos seres emocionales y lo que sentimos es parte integral de nosotros. Es una pena, sólo porque centrarnos en nuestros sentimientos como indicadores para amar, es como construir una casa sobre arena movediza. La idea es que el amor debe ser algo más permanente que meramente sentir, pero las emociones y sentimientos asociadas al amor deben estar presentes, más como el techo que como la base, porque a la base se encuentra el Principio. ¿Y qué hace el Principio que los sentimientos no pueden hacer?... Impulsarnos más allá de lo normal, de lo cotidiano, de lo que otros podrían esperar.

Amarte ¿Podrías amar a alguien que te ha lastimado? ¿Serías capaz de hacer algo abnegado por un enemigo? ¿Aceptarías servir a aquellos que te humillan? Estas no son preguntas que yo pueda responder en un burdo artículo, pero nos ayudan a reflexionar sobre la diferencia sustancial que existe entre personas que viven a la altura de la excelencia (libres), y personas que prefieren la mediocridad de las críticas y acusaciones. Francamente es más fácil confesar los pecados de otros, señalar con el dedo los defectos de carácter de los demás. Pero, ¿es eso actuar de acuerdo al amor? El amor es acción, pero no busca el reconocimiento. Es obrar aunque no se tengan ganas. El amor es servir, no sencillamente a aquellos que lo merecen según nuestra escala de valores, sino también a aquellos que no lo merecen. Es servir, incluso, a los que no tendrían posibilidades de devolvernos el favor.

¿Y los regalos?

Hacer obsequios de ninguna manera es algo negativo. Dar un presente a alguien que apreciamos y amamos es una buena forma de decirle que es importante para nosotros. Todo lo que debemos cuidar, es no caer en la trampa del consumismo. ¿Sólo existe una fecha para escribir una tarjeta de cariño? ¿Sólo en un mes podemos manifestar cuánto apreciamos a los demás?

Las respuestas son evidentes: Tenemos la oportunidad de mostrar nuestro amor todos los días. ¿Cómo? En una palabra de ánimo; con un acto de cortesía; con servicio; al regalarle a alguien necesitado una sonrisa sincera y radiante.

No podemos evitar que la tristeza llegue a tocar nuestra puerta, o que incluso entre en nuestra vida. A veces, el dolor es inevitable. Pero aunque sintamos tristeza y dolor en algunos tramos de nuestra existencia, todavía somos libres si queremos eu-queria-ser-amor-geisa amar. Esto significa que en lugar de conmiserarnos por lo mal que nos va, bien podemos servir a otros con menos fortuna y mostrarles con nuestras acciones que hay algo mejor. Si hemos de regalarle algo a este mundo, ¿por qué no darle un poco de amor abnegado?

Hasta la próxima entrega.

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