24 de julio de 2007

El Momento Es Ahora.


Cuando pensamos en las grandes cosas que queremos hacer en la vida, las metas que vamos a alcanzar, los sueños que realizaremos, es imperativo hacerse una simple pregunta: “¿Cuándo es el mejor momento para comenzar?”


Al revisar en la historia de los hombres y mujeres que cambiaron el mundo encontramos una respuesta igual de sencilla que nuestra pregunta: “El momento es ahora”. De hecho, todos nosotros conocemos el famoso dicho popular “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, y sin duda es un buen consejo para comenzar este día, o para terminarlo si estás leyendo estas líneas después de un arduo día de trabajo.


La mayoría de personas vive esperando que el viento de la vida cambie a su favor para comenzar a hacer algo memorable, pero resulta que cuando la oportunidad llega no la reconocen justamente porque no se prepararon lo suficiente para aprovecharla, y una vez pasada la oportunidad, estas mismas personas, vuelven a sentarse de brazos cruzados hasta la próxima vez. Como ya adivinaste, eso se convierte en un círculo vicioso, más aún, en una espiral descendente que nos inhabilita para aprovechar realmente cualquier oportunidad.


Crear la oportunidad.


Como seres dotados de inteligencia tenemos la capacidad para crear nuestras propias oportunidades, y procurar con ellas alcanzar nuestras aspiraciones más altas. Pero, ¿cómo podemos crear esas oportunidades? Aunque podemos encontrar numerosas respuestas, según los libros que tengamos la voluntad de leer, todas ellas pueden resumirse (aunque con cierto grado de ligereza, lo reconozco) a simplemente seguir avanzando, es decir, no dar lugar a ninguna clase de estancamiento aunque estemos realizando alguna actividad que nos parezca insignificante.


En la novela Marianela de Pérez Galdós, uno de los personajes, Teodoro Golfín, está intentando llegar un pueblo del que no conoce la dirección, mientras avanza en medio de un lodazal se dice a sí mismo: “Adelante, siempre adelante”. Esa frase puede ayudarnos a entender qué quiero decir cuando afirmo que seguir avanzando es la forma de crear la oportunidad.


De una vez descartamos las posibilidades de retroceder o acobardarnos. Puede ser que ver realizado un sueño nos tome toda la vida, pero mientras sigamos adelante, siempre adelante, estaremos en mejores condiciones de aprovechar la oportunidad cuando esta se presente, porque se presentará. Al descartar la posibilidad de estancamiento o retorno a la mediocridad, nos obligamos a apuntar nuestra mirada hacia adelante, avizorando el horizonte donde se encuentra nuestro futuro, y de esa forma cogemos fuerza nuevamente para levantarnos y caminar, pero no caminamos solo por hacerlo, sino que con cada experiencia nos preparamos más y mejor, permitiéndonos enfrentar nuevos desafíos con nuevas estrategias hasta que, al fin, vemos hechas realidad las esperanzas que antes parecían tan distantes.


Las miles de veces que Thomas Alba Edison se equivoco al hacer la bombilla, eran solo el camino que debía recorrer hasta lograr hacer una perfecta. Los reveses que sufrió Henry Ford antes de poder ver su automóvil terminado, solo lo estaban preparando para que la realización de su sueño no fuera algo casual. Así podríamos decir de otros tantos en tantas áreas: Abraham Lincoln, Robert Kiyosaki, Madam Curié, etc. ¿Qué tenían ellos en común? Que nunca se rindieron; a pesar de todo siguieron avanzando hasta que nos dejaron su legado.


Este es el momento en el que debemos comenzar por hacer algo. ¿Quieres convertirte en un gran profesional? Estudia hoy, toma notas hoy, pregunta hoy. ¿Quieres ser un padre o una madre ejemplar? Dales cariño a tus hijos hoy, muéstrales que son importantes para ti hoy. ¿Quieres convertirte en conferencista? Comienza a hacer discursos hoy, lee hoy, practica tu oratoria hoy. ¿Quieres hacer un invento que revolucione al mundo? Has experimentos hoy, tantas veces como sea necesario. Lo que quiero decir es que mucha gente vive esperando el mañana pero, no sé tú, yo no he visto un mañana, pues todo lo que tenemos es HOY.


Has de este día un día sin igual, porque tal vez el mañana no llegue.


Que tengas un día exitoso…

19 de julio de 2007

En La Cima Del Mundo – Parte 3.


Cada historia, es decir cada vida, tiene una lección con la que podemos identificarnos. Al escuchar sobre Mark Inglis y Erik Weihenmayer, nos estremecemos porque reconocemos todo lo que podríamos lograr si tuviéramos el mismo tesón de ellos. Nos identificamos y nos vemos a nosotros mismos y nuestros montes Everest y cómo, también, estamos enfrentando tramos difíciles en nuestro ascenso. Pero hasta dónde, es decir: hasta qué punto estamos dispuestos a pagar el precio de la cima.



Podemos sentirnos victoriosos mientras el viento está a nuestro favor, mientras el mundo nos sonríe y los amigos no faltan, pero ¿qué sucede cuando por alguna razón el viento cambia de dirección, el mundo nos da la espalda y aquellos que pretendían ser nuestros amigos nos abandonan? Esta pregunta no puede ser respondida de forma general, pero cuando nos enfrentamos personalmente con ella no podemos quedarnos callados, porque nuestra respuesta determinará si seguiremos avanzando a lo largo de nuestra vida o nos rezagaremos.



El monte Everest esta lleno de historias. No todas tienen un final feliz en el que el héroe conquista la cima y todos lo veneran. Algunas historias terminan sin un final, o mejor dicho, terminan mientras el héroe es sacrificado en el altar sus sueños. Otras historias dejan su marca en el cuerpo de los héroes que se atrevieron a desafiar sus propios límites. Pero esta es una realidad que debemos enfrentar en toda área de nuestra vida en la que deseemos dejar nuestra huella. Nunca el camino de la excelencia estará pavimentado de pétalos, estos solo los encontraremos después de haber caminado sobre las espinas de los desafíos que se interpongan entre nosotros y nuestros sueños.



¿Llegar a la cima?


Muy bien, llegamos a la cima, cumplimos nuestro sueños, conquistamos nuestro propio Everest, pero ¿qué significa eso ahora? ¿Podemos quedarnos de brazos cruzados y simplemente dormirnos en nuestros bien logrados laureles?



Toda persona que verdaderamente ha alcanzado el éxito tomará dos actitudes una vez que haya conquistado su cima “más alta”. La primera será una actitud de humildad, de reconocer que aún no ha terminado su vida y por lo tanto debe seguir buscando retos con el mismo entusiasmo y determinación con que emprendió su mayor escalada, y descubrirá que aunque parecen menores, cada desafío trae su propia emoción, riesgo y aventura y los apreciará por lo que son, sin compararse con otros. Tal vez descubra que algunos de esos desafíos son mayores después de todo, pero seguirá adelante porque mientras viva su misión es seguir superándose. La humildad de las personas de verdadero éxito les ayudará a mantener los pies en la tierra, es decir, que no se le suban los sumos a la cabeza, sonreirá, se equivocará, caerá a veces pero se levantará tantas veces sean necesarias para seguir creciendo. La segunda actitud que tomará es la de servicio. Bajará de la cima para ayudar a otros a escalar, les mostrará posibles opciones de ascenso y les apoyará para que logren lo que él ha logrado y está logrando.



El hecho es que mientras vivimos no existe un punto en el que podamos decir: “Ya basta, he crecido demasiado… dejémoslo hasta aquí…” Solo tenemos tres opciones y dos destinos: La primera opción es retroceder y dejar que nuestros sueños mueran sin intentar realizarlos. La segunda opción es estancarnos con algunos logros, y sumarnos luego a la mediocridad mientras nos desvanecemos como nuestros logros pasados. Y la tercera opción es seguir creciendo, disfrutar de nuestros logros, sí, pero mirar más alto cada vez en busca de nuevos desafíos, nuevas cumbres que escalar.



Las primeras dos opciones nos llevan indefectiblemente al fracaso, pero la tercera nos conduce a una vida de excelencia donde el éxito no es un punto sino el desarrollo constante de nuestra vida, de nuestras potencialidades, de nuestros sueños.



Tal vez Mark Inglis y Erik Weihenmayer no se propusieron nunca convertirse en ejemplos a seguir, como ninguno de los grandes hombres y mujeres de la historia se lo ha propuesto, pero cuando leemos sobre ellos no nos queda más que iniciar un examen personal para descubrir que también hemos sido llamados a hacer grandes cosas, sin importar el escenario en el que nos ha tocado vivir. Tal vez nuestra cima es ser un buen padre o madre, o es terminar una carrera profesional con notas excelentes, tal vez es convertirnos en actores, escritores o músicos, quizá sea ser el mejor amigo que alguien pueda encontrar. No sé cuál es tu cima, pero lo que sí se es que podemos llegar.



Y hoy, cuando leas esta nota, recuerda las palabras de José Ingenieros: “El que aspira a ser águila debe mirar lejos y volar alto; el que se resigna a arrastrarse como gusano renuncia al derecho de protestar si lo aplastan”.






¡Que tengas un día lleno de éxito!!!

5 de julio de 2007

En La Cima del Mundo – parte 2.


En la entrega anterior hablamos sobre Mark Inglis, quien con sus dos piernas de fibra de carbono logró llegar a la cima del mundo pese a la dificultad que la escalada le ofrecía; pero él no es el único que, con una discapacidad “limitante”, ha logrado hacer una proeza tan grande. Cinco años antes, el 25 de mayo de 2001, otro hombre conquistó al Everest de una manera también espectacular.
Recuerdo que estaba muy enojado luego de una discusión sostenida con mi hermana y lo único que atiné a hacer fue ir a un cibercafé, alquilar una computadora y comenzar a revisar mi correo electrónico. Esa tarde recibí una de las entregas del boletín “Guerrero de la Luz” que escribe el autor Paulo Coelho, y comencé a leerlo solo para distraer mi mente del disgusto que había tenido unos minutos antes. El boletín presentaba algunos eventos acaecidos al autor mientras estaba hospedado en un hotel, y por momentos me preguntaba hacia dónde quería conducir aquella entrega, aunque me pareció bastante divertida. De pronto, un hombre interpeló a Paulo Coelho con una pregunta increíble “¿Puede un hombre ciego llegar a la cima del monte Everest?”, pero me sentí mucho más relajado cuando el escritor contesto lo que yo también pensaba: NO. Sin embargo, vino otra pregunta que me hizo detenerme a meditar mi propia respuesta: “¿Por qué no contesta ‘Tal Vez’?”
La historia de Erik Weihenmayer.

¿Tal vez? Realmente sería imposible creer que un hombre ciego es capaz de llegar a la cima del mundo si Erik Weihenmayer no lo hubiera logrado. Cuando él tenía trece años de edad quedo ciego completamente. Sin embargo su falta de visión física fue compensada por una poderosa visión mental y, por que no decirlo, espiritual. Así que tres años después, a los dieciséis, comenzó a practicar alpinismo. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, fue conquistando los retos que se ponía a sí mismo hasta que, un día, decidió que era hora de ir por la cima del Everest. No era una escalada fácil, pero estaba dispuesto a pagar el precio de cumplir con su sueño de convertirse en el primer invidente en escalar el pico más alto del mundo y las siete cimas.
Cuando terminé de leer ese artículo no pude menos que preguntarme qué era lo que yo estaba haciendo con mis talentos y habilidades. Sin detrimento de las personas discapacitadas, muchas veces quienes tenemos nuestros cuerpos y sentidos completos, adolecemos de una invalidez mucho más aguda y paralizante: la falta de definición de propósitos. Nos falta tenacidad, valor, entusiasmo, todo porque no nos hemos tomado el tiempo para aclarar nuestra misión en la vida.
Es cierto que el camino por el que cada uno debe forjar su propio destino no es fácil, pero Molière nos recuerda que “entre más grande es el obstáculo, más grande es la gloria de vencerlo”. ¿Cuál es nuestro propio monte Everest? Quizá sea el estudio, el trabajo, la familia, etc. Sin importar el escenario en que nos toca desenvolvernos tenemos el privilegio de convertirnos en personas de excelencia; agentes de cambio con una visión mucho más grande que nosotros mismos y que nos impulsa hacia adelante y hacia arriba, en la persecución de la felicidad.
¿Cómo está nuestra visión? ¿La estamos forjando para poder vislumbrar nuevas alturas en nuestras vidas? Mi deseo es que el ejemplo de Erik Weihenmayer nos ayude a “VER” todo lo que podemos lograr si estamos dispuestos a vivir nuestros sueños. Tal vez las cosas no resulten como nosotros queremos en la primera o segunda ocasión, pero en lugar de preguntarnos “¿Por Qué a Mi?”, comencemos por decir “Tal vez” sea en la próxima ocasión y sin vacilar lancémonos a la tarea aunque sea la más humilde que nos haya tocado.
Recuerda dejar tus comentarios, pues ellos me ayudarán a mejorar este blog día a día.
Que tengas un día lleno de éxito.

3 de julio de 2007

En La Cima Del Mundo – parte I.


El monte Everest es un grandioso templo, pues allí han sacrificado sus vidas muchas personas que intentaron alcanzar la cumbre de sus 8,850 metros (29,035 pies) a lo largo de varias décadas, pero nada impresiona más que ver a personajes como Mark Inglis sobreponerse a sus deficiencias físicas y aventurarse a ser uno de los conquistadores del techo del mundo.

A pesar de haber sufrido una doble amputación de sus piernas en 1982, Mark Inglis (neozelandés) no dejó de soñar con llegar a la cima del Everest y el 15 de mayo de 2006 lo logró, convirtiéndose en el primer hombre amputado de ambas piernas en lograr tal hazaña.

Al leer la noticia no pude menos que emocionarme hasta las lágrimas (y no es una hipérbole). Mientras imaginaba su ascenso me situaba en su lugar preguntándome si yo estaría allí, en la montaña, intentando hacer algo que quizá para la mayoría era sólo una locura, desafiando al gigante Goliat con a penas una piedrita pequeña en la honda y un solo intento para derribarlo. No pude evitar pensar en cuánto desperdiciamos de nuestro tiempo, habilidades, talentos, mientras pasamos por la vida como si no tuviéramos una misión que cumplir mientras vivimos.
Mientras Inglis subía sufrió una caída que le partió una de sus piernas de fibra de carbono por la mitad, pero se las arreglo para reunirse con sus compañeros y reemplazarla para seguir adelante. No se dio por vencido e iba preparado, dos actitudes de un verdadero hombre de éxito, de un ganador. Podría haberse rendido, claro, pero decidió que rendirse no era para él. Seguramente esta es una lección para todos nosotros, pues en la vida encontramos obstáculos y a veces también caemos, sin embargo cuando estamos dispuestos a levantarnos una y otra vez encontramos que con cada caída nos volvemos más y más fuertes, pues estamos creciendo, y crecer es proceso natural por el cual mostramos qué estamos saludables.

Quizá podamos excusarnos en la economía de nuestro país, en la mala esposa o el esposo desinteresado que tenemos, en el jefe tan déspota y su secretaria entrometida, en el gobierno, en los amigos, etc. Pero mientras no asumamos la responsabilidad de querer ascender nuestras propias cimas, no llegaremos a ser personas verdaderamente exitosas. Finalmente Mark Inglis llegó a la cima del Everest porque nunca la perdió de vista, era su meta y esta lo impulso paso a paso. Su valor, su determinación y su esfuerzo en medio de las dificultades son una gran inspiración para quienes queremos seguir avanzando en la conquista de nuestro propio techo del mundo. Lo más interesante es que cuando conquistamos nuestras cumbres, no damos cuenta de que a penas hemos comenzado a crecer. Adelante y por encima de nosotros se extienden nuevos desafíos, nuevas alturas que alcanzar, y nos aventuramos deseosos de recorrer ese nuevo camino porque sabemos que, al final, muchos lo intentaran, pero solo uno entre cien lo logrará.

Me alegro de haber compartido unas cuantas líneas con ustedes, y nos vemos en la próxima entrega, mientras solo quiero recordarles que pueden dejar sus comentarios, pues serán muy bien recibidos por este servidor.


Que tengan un día exitoso.

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