14 de octubre de 2007

El mundo está cambiando… siempre.


¿Qué tal? Estamos en pleno siglo XXI y nos hemos levantado un día normal, para algunos de lluvia, para otros de sol, nublado o nevado, en fin. El mundo sigue girando sobre su eje y alrededor del Sol, tal como lo dejamos anoche; volvemos a nuestros trabajos, a nuestros estudios, etc. ¿En qué nos diferenciamos de las personas que vivieron hace unos 3,500 años? ¿En las herramientas, la tecnología, los desafíos para poder vivir (o sobrevivir)? Claro que ahora somos diferentes, más sofisticados, con mayores adelantos, o ¿no?


La realidad es que, a pesar de todos nuestros adelantos, seguimos enfrentándonos a los mismos desafíos sobre cómo vivir, ser felices, ser más fuertes y superar nuestros obstáculos, cómo alcanzar el éxito y triunfar en la vida. Pero que sean los mismos desafíos no significa que podamos cruzarnos de brazos y esgrimir una “técnica” del pasado, pues es nuestro deber dar nuestras propias respuestas, porque la paradoja es que el mismo mundo en donde vivimos, gira de manera diferente para cada uno.


A partir de esta entrega dedicaremos unos artículos a reflexionar un poco sobre el cambio y sobre la necesidad de adaptarnos a él. Y trataremos de extraer el mayor provecho posible de las situaciones que nos son adversas, que nos quitan la tranquilidad muchas veces, pero que pueden sernos de mucha utilidad a lo largo de la vida.


Necesidad del cambio.


Así que, lo primero en lo que debemos detenernos a meditar un poco es en la necesidad de que ocurran cambios. Una vez leí que alguien preguntaba por el sinónimo de crecimiento y, entre todas las respuestas, alguien dijo: “dolor, crecer es sinónimo de dolor”. Desde entonces he tenido en mi mente esa palabra. Todos quisiéramos que la vida fuese más fácil, pero la verdad es que muchas veces hay que experimentar ciertas cosas que nos resultan negativas, pero al pasar el tiempo nos damos cuenta que sin esas experiencias, seguramente no habríamos madurado.


A propósito de esto, a veces me siento tentado a pensar que en realidad no existen experiencias negativas o experiencias positivas, pues ante todo son experiencias y serán lo que nosotros hagamos de ellas. Lo que importa es el sentido que podamos extraer de esas situaciones que, en alguna ocasión, nos han resultado tan desalentadoras.


Sin embargo, esto no quiere decir que en toda experiencia debamos sufrir, pero estoy casi seguro (abro el espacio de la duda) de que las personas que triunfan en la vida sin que su triunfo se les suba a la cabeza y que, además, saben y pueden servir, son personas que aprendieron la necesidad de cambio en la escuela del dolor, por eso crecieron, maduraron y son capaces de servir a otros que están enfrentando momentos de luchas: familiares, económicas, laborales, etc.


Hasta aquí todo suena ideal, pero ¿qué si he perdido el empleo y tengo esposa o esposo y tres hijos que alimentar? ¿Qué si mi hijo está en el hospital atacado por una grave enfermedad y me han dicho que le quedan unas cuantas semanas de vida? ¿Qué si mi hija fue violada y ahora tiene que llevar en su vientre a un hijo que no desea?


Sin duda estas son preguntas difíciles de responder, porque la naturaleza del sufrimiento es muy extraña, nos golpea con nuestras flaquezas y se burla de nosotros, pero aun entonces, seguimos siendo los únicos que podemos decidir qué haremos con esa experiencia. No puedo ofrecer una respuesta a preguntas como las que he planteado arriba, sin embargo, un escultor judío que logró sobrevivir al holocausto nazi escribió: “¿Tiene algún sentido el sufrimiento? Sí tiene sentido, si le cambia a uno y le hace mejor” (ver Psicoanálisis y humanismo de Víktor E. Frankl). No es una cita fácil de digerir, pero recomiendo meditarla al menos unos minutos.


Por tanto, aunque los cambios no tienen porqué ser dolorosos, la mayoría de ellos sí lo son. Pero es una necesidad para nuestro desarrollo que haya cambios que nos “obliguen” a ver la vida desde otra perspectiva, impulsándonos a buscar nuevas formas de hacer frente a los desafíos que vendrán en nuestro camino. Y si por un momento nos parece que la Tierra se salió de su eje y se dirige a la destrucción final, sólo toma un respiro piensa que tal vez hay algo que aprender de toda esa situación, aunque lo hagas con un nudo en la garganta. Ten ánimo, muchos de nosotros hemos pasado o estamos pasando por momentos de crisis y, aunque hemos llorado, creemos que no vale la pena detenerse, porque el mundo seguirá cambiando, una y otra vez, y sólo si estamos listos podremos tomar la delantera.



Que pases un gran día.

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