La celebración del día de independencia es una celebración muy importante en muchos países, pues en él conmemoran el hecho de que hubo personas dispuestas a pagar un alto precio para ganar la libertad de sus pueblos. Sin embargo, en esta entrega de Vivir la Excelencia, no me ocuparé de porqué un pueblo quiere llegar a tener libertad, o porqué quiere asegurar la libertad para los menos afortunados de entre sus compatriotas, sino en la importancia de reconocer que la libertad tiene un precio ineludible.
Nacidos para ser libres.
Es inherente al ser humano ser libre. Aunque a lo largo de la historia hayamos sido testigos de cautiverios, exilios y demás, nada de esto ha podido acostumbrarnos a la idea de la esclavitud. En nuestro espíritu (nuestro ánimo, pensamiento, inclinación) no hemos podido resignarnos a la idea de vivir encadenados, ya sea por la fuerza del hierro, o por la conveniencia de la seudo seguridad que pueda darnos el esclavismo.
Lamentablemente, a medida que nuestras sociedades se complejizaban, también se hicieron más complejas las formas de lograr hacer esclavos: La primera forma, a mi entender, es la ignorancia. No me refiero a ser analfabetos o carecer de educación formal, porque podríamos tener títulos por doquier y seguir siendo ignorantes del gran potencial que duerme en nosotros. Ese potencial tiene que ver con nuestra capacidad de ser humanos, de ser libres, de vivir en una continua búsqueda de la perfección personal, que no debe ser confundida con el perfeccionismo. Pero la ignorancia de eso puede sumirnos en la mediocridad, en la autocomplacencia del conformismo, convirtiéndonos en esclavos por miedo a pensar, a pensar que podemos llegar más lejos cada vez. La segunda forma, en mi opinión, es la del consumismo, pero no debemos radicalizar lo que esto significa. Sería ridículo sugerir que hay que aislarnos de la tecnología (computadores, celulares, Internet, etc.) porque el hacer tal sugerencia, estaríamos virtualmente negando la capacidad creadora, inventiva, innovadora que tiene el ser humano en sí; mas, aunque las cosas no son malas en sí, debemos ser conscientes del poder que les damos para que controlen nuestras vidas. El problema del consumismo radica en que invirtió los papeles. Cada avance de la ciencia y tecnología se hizo a favor de la humanidad, para que esta pudiera disfrutar de los frutos de sus conocimientos en constante desarrollo, mas ahora parece que nosotros existimos para las cosas producidas por dichos avances.
¿Cuál es el precio de ser libres?
Sin embargo, siempre podemos ser libres, aunque hay que pagar un precio. El precio es elevado, sin duda, pero vale la pena si en verdad queremos ser libres. Ese precio es el de la RESPONSABILIDAD con que vivimos nuestras vidas. La libertad en sí misma y por sí misma carece de sentido, en mi manera de pensar, si no es amalgamada con la responsabilidad, y ser responsables significa aceptar cada una de las consecuencias de nuestros actos, pensamientos y palabras. No me refiero a las consecuencias como castigos sociales que se nos imponen por no pensar o actuar como la mayoría, sino como la cosecha personal de lo que hemos decidido en nuestro autónomo uso de la libertad.
He querido, en esta entrega de Vivir la Excelencia, presentar esta reflexión respecto a la libertad y la responsabilidad, porque como personas en desarrollo, con una misión que cumplir en busca de la excelencia personal, es indispensable que reconozcamos el inmenso poder que tenemos entre manos, pero que dicho poder puede ser usado para el bien o para el mal (aunque esto suene algo canónico), pues somos libres y al mismo tiempo somos responsables. Mas existe una pregunta fundamental que responder en este punto y es: ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de ser verdaderamente libres?
La respuesta a esa pregunta puede darte el rumbo que necesitas en tu vida.
Hasta la próxima entrega de Vivir la Excelencia.