Para ser honesto, el título de nuestro artículo de hoy es un poco chocante, hasta para mí, pero creo necesario abordar este tema de esta manera, porque a menudo nuestras preocupaciones parecen tan indispensables que, podríamos decir, nos hemos acostumbrado a ellas y las echamos en falta cuando no las tenemos.
Por definición preocuparse significa “ocuparse… anticipadamente de algo”[1], pero no debemos confundir esto con la previsión. De hecho, se me ocurre que la previsión es el medio equilibrado entre la preocupación y la indolencia (cualidad propia del negligente). Y me ha parecido importante explorar las connotaciones de estas palabras en nuestra vida y nuestro desarrollo de la excelencia.
Comencemos, pues, con la previsión. Como lo he dicho antes, ser previsor es la actitud equilibrada con la que enfrentamos la vida. Esta actitud nos permite “disponer o preparar medios para futuras contingencias”[2], al paso que mantenemos el enfoque en el presente, es decir, en lo que en verdad está pasando ahora en nuestras vidas. Prever el precio que debemos pagar para hacer realidad nuestro propósito, es fundamental para no crear falsas expectativas, y para saber qué debemos hacer ahora a fin de tener los medios que nos van a garantizar alcanzar nuestras metas.
En un extremo de la previsión se encuentra la indolencia, que no es otra cosa que flojera, insensibilidad, y esta es la actitud de una persona negligente que tiene muy buenos deseos, sin duda, para su vida, pero que no está dispuesta a ser constante en el trabajo de hacer realidad lo que desea. Bien podemos decir que se aferra a los diez mandamientos del haragán, uno de los cuales dice: “si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos”.
Y en el otro extremo se encuentra la preocupación. El problema de preocuparse es que hacemos de los problemas de mañana una carga para el día de hoy, y eso es así porque terminamos enfocando nuestra energía en ocuparnos de algo que no ha sucedido aún. Como alguien ha dicho: “Las preocupaciones no nos quitan los pesares del mañana, sino las fuerzas del hoy”[3]. Realmente, son una carga que no necesitamos llevar, porque todo lo que hacen las preocupaciones en nuestra vida, es sumar afanes de los que todavía no sabemos si hemos de ocuparnos en verdad.
Ahora sería bueno preguntarnos: ¿Hemos estado preocupándonos demasiado? ¿Cómo saber si soy previsor o si soy alguien que se preocupa? Propongo que una manera fiable de saber en qué posición estamos es, sencillamente, fijarnos en qué nos estamos ocupando ahora. Piensa por un momento ¿estoy ocupándome de lo que debo hacer hoy, de los desafíos de este día, o por el contrario me estoy ocupando de lo que creo que pasará mañana?
Y para que tengas algo con lo cual sonreír un momento déjame contarte la siguiente historia: Un hombre que ha estado muy preocupado decide visitar al psiquiatra. “Usted se está preocupando por muchas cosas que no tienen importancia” – le dice el psiquiatra –. “Cuando una de esas preocupaciones se presente, haga como cuando arroja un papel en el cesto de la basura”. Mirándolo fijamente el paciente le responde: “Muy bien, lo tendré muy en cuenta cuando me llegue el cobro por esta consulta”[4].
Mi deseo es que vivamos este día, y que lo disfrutemos con sus altos y bajos, con sus propios problemas, sin más y sin menos, pero también con sus propias oportunidades de hacer la diferencia en este mundo.
[1] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=preocupar
[2] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=prever
[3] Corrie Ten Boom
[4] Ilustración aparecida en Revista Prioridades, pp. 22