¿Sirve de algo establecer propósitos de año nuevo, solo para mirarnos tres o cuatro meses después intentando explicarnos por qué no hemos podido mantenerlos tan firmes, como cuando nos prometimos que esta vez sí comenzaríamos esa siempre postergada rutina de ejercicios, o la lectura de esos libros que constantemente dejamos para luego, o el fortalecimiento de esa relación que se va deteriorando mientras nos absorben tantas cosas a nuestro alrededor?
Superando la confusión.
Quizás el verdadero problema es que no son propósitos los que nos forjamos, sino a penas deseos de lo que quisiéramos que fuera nuestra vida durante el nuevo año. La diferencia es que los deseos son expresiones emocionales que, si no son alimentadas hasta convertirse en propósitos, pronto serán desplazados por otras manifestaciones de nuestros sentimientos (positivos o negativos) y eso generará una sensación de culpabilidad e inestabilidad, porque nos veremos como personas de poca seriedad incluso con nuestros compromisos personales.
No está mal tener deseos. Pero tampoco está bien confundirlos con propósitos. Nuestros deseos pueden ser aspiraciones legítimas, de crecimiento; pero suelen ser nebulosos, sin un rumbo claro a seguir. Y el resultado es que cuando se enfrenta el primer escollo, el deseo mengua y la motivación comienza a desaparecer.
Por otro lado, aunque el propósito conlleva la emoción del deseo, se distingue de este en su calidad, pues el propósito marca un rumbo definido de acción, flexible, sí, pero lo suficientemente firme para enfrentar los desafíos que se interponen entre la meta escrita y la realización de ella. Que quede claro: no se trata de un cronograma rígido en el que cada minuto del día de cada día de la semana está programado inexorablemente para el resto del año. Se trata de poner en primer lugar lo que es en verdad importante, y que resultará en una vida efectiva y llena de significado.
¿Hemos establecidos nuestros “propósitos” o tan solo tenemos “buenos deseos”? ¿Hemos decidido poner en primer lugar solo lo que es verdaderamente importante (esto puede variar de persona a persona, sin duda)? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de llevar nuestro propósito hasta su cumplimiento, enfrentando los desafíos que sin duda vendrán?
Esta es la primera entrega del 2011 aquí en Vivir la Excelencia, y mi propósito mayor es seguir sirviéndote con estos artículos que espero sean de utilidad para ti. Y tengo la esperanza de que este año sea un gran año para ti, siempre y cuando tengas propósitos claros, definidos. Recuerda: Si deseas que tus deseos de año nuevo se conviertan en propósitos, es necesario acompañarlos de un plan de acción y de la disposición a pagar el precio para verlos convertirse en realidad.
¡Que tengas un 2011 excelente!
No hay comentarios:
Publicar un comentario