19 de julio de 2007

En La Cima Del Mundo – Parte 3.


Cada historia, es decir cada vida, tiene una lección con la que podemos identificarnos. Al escuchar sobre Mark Inglis y Erik Weihenmayer, nos estremecemos porque reconocemos todo lo que podríamos lograr si tuviéramos el mismo tesón de ellos. Nos identificamos y nos vemos a nosotros mismos y nuestros montes Everest y cómo, también, estamos enfrentando tramos difíciles en nuestro ascenso. Pero hasta dónde, es decir: hasta qué punto estamos dispuestos a pagar el precio de la cima.



Podemos sentirnos victoriosos mientras el viento está a nuestro favor, mientras el mundo nos sonríe y los amigos no faltan, pero ¿qué sucede cuando por alguna razón el viento cambia de dirección, el mundo nos da la espalda y aquellos que pretendían ser nuestros amigos nos abandonan? Esta pregunta no puede ser respondida de forma general, pero cuando nos enfrentamos personalmente con ella no podemos quedarnos callados, porque nuestra respuesta determinará si seguiremos avanzando a lo largo de nuestra vida o nos rezagaremos.



El monte Everest esta lleno de historias. No todas tienen un final feliz en el que el héroe conquista la cima y todos lo veneran. Algunas historias terminan sin un final, o mejor dicho, terminan mientras el héroe es sacrificado en el altar sus sueños. Otras historias dejan su marca en el cuerpo de los héroes que se atrevieron a desafiar sus propios límites. Pero esta es una realidad que debemos enfrentar en toda área de nuestra vida en la que deseemos dejar nuestra huella. Nunca el camino de la excelencia estará pavimentado de pétalos, estos solo los encontraremos después de haber caminado sobre las espinas de los desafíos que se interpongan entre nosotros y nuestros sueños.



¿Llegar a la cima?


Muy bien, llegamos a la cima, cumplimos nuestro sueños, conquistamos nuestro propio Everest, pero ¿qué significa eso ahora? ¿Podemos quedarnos de brazos cruzados y simplemente dormirnos en nuestros bien logrados laureles?



Toda persona que verdaderamente ha alcanzado el éxito tomará dos actitudes una vez que haya conquistado su cima “más alta”. La primera será una actitud de humildad, de reconocer que aún no ha terminado su vida y por lo tanto debe seguir buscando retos con el mismo entusiasmo y determinación con que emprendió su mayor escalada, y descubrirá que aunque parecen menores, cada desafío trae su propia emoción, riesgo y aventura y los apreciará por lo que son, sin compararse con otros. Tal vez descubra que algunos de esos desafíos son mayores después de todo, pero seguirá adelante porque mientras viva su misión es seguir superándose. La humildad de las personas de verdadero éxito les ayudará a mantener los pies en la tierra, es decir, que no se le suban los sumos a la cabeza, sonreirá, se equivocará, caerá a veces pero se levantará tantas veces sean necesarias para seguir creciendo. La segunda actitud que tomará es la de servicio. Bajará de la cima para ayudar a otros a escalar, les mostrará posibles opciones de ascenso y les apoyará para que logren lo que él ha logrado y está logrando.



El hecho es que mientras vivimos no existe un punto en el que podamos decir: “Ya basta, he crecido demasiado… dejémoslo hasta aquí…” Solo tenemos tres opciones y dos destinos: La primera opción es retroceder y dejar que nuestros sueños mueran sin intentar realizarlos. La segunda opción es estancarnos con algunos logros, y sumarnos luego a la mediocridad mientras nos desvanecemos como nuestros logros pasados. Y la tercera opción es seguir creciendo, disfrutar de nuestros logros, sí, pero mirar más alto cada vez en busca de nuevos desafíos, nuevas cumbres que escalar.



Las primeras dos opciones nos llevan indefectiblemente al fracaso, pero la tercera nos conduce a una vida de excelencia donde el éxito no es un punto sino el desarrollo constante de nuestra vida, de nuestras potencialidades, de nuestros sueños.



Tal vez Mark Inglis y Erik Weihenmayer no se propusieron nunca convertirse en ejemplos a seguir, como ninguno de los grandes hombres y mujeres de la historia se lo ha propuesto, pero cuando leemos sobre ellos no nos queda más que iniciar un examen personal para descubrir que también hemos sido llamados a hacer grandes cosas, sin importar el escenario en el que nos ha tocado vivir. Tal vez nuestra cima es ser un buen padre o madre, o es terminar una carrera profesional con notas excelentes, tal vez es convertirnos en actores, escritores o músicos, quizá sea ser el mejor amigo que alguien pueda encontrar. No sé cuál es tu cima, pero lo que sí se es que podemos llegar.



Y hoy, cuando leas esta nota, recuerda las palabras de José Ingenieros: “El que aspira a ser águila debe mirar lejos y volar alto; el que se resigna a arrastrarse como gusano renuncia al derecho de protestar si lo aplastan”.






¡Que tengas un día lleno de éxito!!!

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