¿Se puede ser demasiado optimista? ¿Acaso no es bueno el optimismo en la vida? Francamente, si me hicieras estas preguntas en persona no sabría cómo responderte. Valoro mucho el ser optimistas e intentar ver el lado amable de las cosas, sin embargo, es posible exagerar y olvidarnos de la realidad de la vida.
Tal vez te parezca contradictorio, en especial porque desde Vivir la Excelencia intentamos elevar la vista por sobre la realidad para marchar hacia el horizonte de nuestros ideales. Sin embargo, déjame explicarte un poco a qué me refiero.
Negación de la realidad.
El optimismo exagerado es una distorsión, un autoengaño si se quiere. Es negar que existan cosas que no están bien el mundo. De hecho, esta clase de positivismo es un extremo que linda directamente con el desengaño, la desilusión y el desánimo. Y de este tipo de optimismo hay muchos maestros llamando a nuestra puerta con la promesa de la felicidad duradera, si compramos este o aquel curso costoso, o si practicamos tal técnica que solo ellos nos pueden enseñar por un módico precio muy alto.
Y cuando no se ven los resultados prometidos por esas exageraciones, ¿quién crees que tiene la culpa? Tú, por no haber realizado “correctamente” los tres simples pasos (que curiosamente en el proceso se pueden haber multiplicado hasta el infinito… sí, estoy exagerando un poco). Pero, en realidad, ¿qué hay detrás de esa fanfarria, con la que se publica el último gran descubrimiento del control mental, del secreto para materializar cualquier cosa con solo pensarlo? ¿Podría ser una vedada forma de alejarnos de reflexionar seriamente sobre lo que no está bien en el mundo? ¿Te has detenido a ver qué es lo que virtualmente ofrecen: una vida sin preocupaciones, tanto dinero como cualquier deportista o actor famoso, mujeres (u hombres) por doquier…? Aunque debo admitir que todo eso forma parte de la idea común del éxito, pero la excelencia está mucho más allá de eso, porque tiene que ver con cambiar para ser mejor, no solo para parecerlo.
Transformación de la realidad.
Con lo anterior no quiero decir que esté mal ser optimistas, pero hay que saber serlo. El verdadero optimista también es capaz de mezclar un poco de pensamientos negativos a fin de tener una idea equilibrada del precio a pagar por la realización de sus sueños. No podemos negar el valor de ser positivos, porque alarga nuestra vida y nos favorece al protegernos de enfermedades que pueden surgir en nuestra mente. Pero, mantener el equilibrio, nos da la capacidad para comprender cuándo las cosas no van por buen camino y nos permite actuar a tiempo.
Cuando contemplamos la realidad, como verdaderos optimistas, no tratamos de engañarnos repitiéndonos una cantidad de frases hechas para negarla, sino que emprendemos la búsqueda de la solución, de la mejora continua, aun a costo del sufrimiento personal. ¿Quién dice que un optimista no puede llorar a veces, o gritar o enojarse? Es necesaria la insatisfacción con la realidad presente, si queremos trabajar por transformarla.
Me gustaría compartir tres actitudes que presentan los verdaderos optimistas:
1. Compromiso, con una causa o tarea.
2. Sentido de control, frente a las adversidades; es decir, se saben capaces de manejar una situación difícil.
3. Ven los problemas como desafíos, como la oportunidad de demostrar que realmente están comprometidos con su ideal.
La vida es maravillosa, pero a cada paso hay luchas que debemos librar: Hábitos nocivos que quitar, hábitos constructivos que adquirir; relaciones desgastantes que arreglar o dejar, y relaciones satisfactorias que alimentar.
Sinceramente, ¿qué consideras mejor: negar la realidad, o trabajar por transformarla en tu círculo de influencia?
Nos vemos en el próximo artículo.