«Nadie puede herirte sin tu consentimiento»
– Eleanor Roosevelt –
Cuando nuestra dignidad no reside dentro de nosotros, sino que dependemos del qué dirán y de las circunstancias para determinar cómo vamos a vernos y a sentirnos respecto de nosotros mismos, es fácil ser heridos.
No estoy diciendo que debemos desconfiar de las personas y mirarlas con recelo. Tampoco estoy diciendo que quienes nos rodean están planeando hacernos daño; pero, debemos recordar que ellos tienen suficiente con sus propias vidas, como para ocuparse también de la nuestra. Además, cuando depositamos nuestra valía en manos de otros, creamos falsas expectativas que nadie, por muy bien intencionado que sea, puede cumplir; es por esa razón que debemos tomar nuestra dignidad en nuestras propias manos de una vez por todas, para aprender a disfrutar el vivir con nosotros mismos.
Hace tiempo escuché esta historia: Gandhi viajaba en un tren junto a un hombre tosco, iracundo, que gritaba por todo e iba escupiendo a cada momento. Mucha gente que había reconocido a Gandhi lo miraba fijamente mientras él seguía al lado de aquel irreverente hombre. Al llegar a la estación y bajarse, otro hombre se acercó a Gandhi y le preguntó: “¿Cómo es posible que haya soportado todo el viaje al lado de una persona como esa?” La respuesta fue: “Muy fácil, cuando me disponía a levantarme pensé: yo sólo debo soportarlo por un par de horas, mientras que él debe soportarse a sí mismo toda la vida”.
No sé si esta historia es cierta, pero la lección es que nada ni nadie puede robarte tu tranquilidad, tu dignidad; y tampoco nadie ni nada puede herirte, a menos que tú lo permitas. Lo que sí dijo Mahatma Gandhi alguna vez fue: «Ellos no pueden quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos».
Entrada tomada de mi E-book “En la Búsqueda de la Excelencia”, pp. 50, 51.
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