La proactividad
“Somos responsables de nuestra propia efectividad, de nuestra felicidad, y, en última instancia, diría que de la mayor parte de nuestras circunstancias”
Stephen R. Covey
La proactividad es el primer hábito de la gente altamente efectiva, según lo plantea Stephen R. Covey en su libro de los 7 hábitos. Basado en una experiencia se afirma que la proactividad nos da la libertad para poder escoger nuestra respuesta a los estímulos del medio ambiente. Este nos faculta para responder de acuerdo con nuestros principios y valores. En definitiva, es lo que nos hace humanos y nos permite afirmar que somos los responsables de nuestro propio pasado, presente y futuro.
Este hábito es ejemplificado con la historia del psiquiatra Viktor Frankl, el cual estuvo encerrado en campos de concentración de la Alemania nazi. Con la excepción de su hermana, este perdió a toda su familia. El propio Frankl fue sometido a innumerables humillaciones, sin estar nunca seguro de si en el momento siguiente lo llevarían a la cámara de gas. Según este psiquiatra la proactividad no significa sólo tomar la iniciativa. Significa que, como seres humanos, somos responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Podemos subordinar los sentimientos a los valores.
Un día, desnudo y solo en una pequeña habitación, empezó a tomar conciencia de lo que denominó “la libertad última”, esa libertad que sus carceleros no podían quitarle. Podían controlar todo su ambiente, hacer lo que quisieran con su cuerpo, pero el propio Viktor Frankl era un ser autoconsciente capaz de ver como observador su propia participación en los hechos. Su identidad básica estaba intacta. En su interior él podía decidir de qué modo podía afectarle todo aquello.
Frankl usó el privilegio humano de la autoconciencia para descubrir un principio fundamental de la naturaleza del hombre: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir. Luego trazó un mapa preciso de sí mismo, a partir del cual empezó a desarrollar el primer y fundamental hábito de las personas que, en cualquier medio, son altamente efectivas: el hábito de la proactividad.
La palabra proactividad no quiere decir solo tomar la iniciativa. Significa que, como seres humanos, somos responsables de nuestra propia vida. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras circunstancias vitales. Podemos subordinar los sentimientos a nuestros valores y principios. Tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
Si nuestra decisión es esa, nos volvemos reactivos. Las personas reactivas se ven a menudo afectadas por su ambiente físico. Si el tiempo es bueno, se sienten bien. Si no lo es, afecta a sus actitudes y su comportamiento. Las personas proactivas llevan consigo su propio clima. Las personas reactivas se ven también afectadas por el ambiente social, por el llamado “clima social”. Cuando se las trata bien, se sienten bien; cuando no las tratan bien, se vuelven defensivas o autoprotectoras. Las personas reactivas construyen sus vidas emocionales en torno a la conducta de los otros, permitiendo que los defectos de las otras personas las controlen.
Un modo excelente de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía. Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones: la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública, las guerras…
Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Vivimos en un mundo de preocupaciones. Una vida acelerada, en la cual nunca estamos conformes con lo que tenemos o lo que nos pasa. Si soy proactivo, debo actuar en vez de quejarme. Todo está en el carácter con el cual afronte las cosas. Según se plantea “Siempre que pensemos que el problema está “ahí fuera”, este pensamiento es el problema, porque otorgamos a algo que está fuera el poder de controlarnos. El paradigma del cambio es entonces de fuera hacia dentro: lo que está fuera tiene que cambiar antes de que cambiemos nosotros”
En fin es uno mismo quien tiene la responsabilidad de actuar. Si esperamos que los demás actúen sobre nosotros, actuarán sobre nosotros. No debemos esperar que los demás cambien, sino hacerlo nosotros primero. El enfoque proactivo consiste en cambiar de dentro hacia fuera. Este propone ser distinto, y de esta manera provocar un cambio positivo en lo que está fuera: siendo siempre mejor, siendo positivo.
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