“Se necesitan virtudes más grandes para soportar la prosperidad que la suerte adversa” - François De La Rochefoucauld
La prosperidad y la adversidad han sido temas muy importantes para la humanidad en su historia. No es un secreto que muchas veces nuestros esfuerzos se encaminan a escapar de la adversidad para alcanzar un nivel aceptable de prosperidad. Pero, ¿por qué motivo François De La Rochefoucauld sentenció que es necesario tener virtudes más grandes para lidiar con la suerte próspera que con la adversa?
En este escrito quiero proponer algunas ideas para formar un marco de referencia que nos permita evaluar la situación dichosa y la desdichada, a fin de decidir si De La Rochefoucauld tenía razón.
La desmitificación de la Adversidad… y la Prosperidad.
No solo en el cristianismo, sino en muchas religiones, se ha leído entre líneas una especie de glorificación de lo adverso. Es como si ser el más pobre, el más desdichado en esta vida, fuera una especie de garantía para un mundo inmaterial en donde los papeles por fin se invertirán respecto a los ricos. Ese pensamiento llevado al extremo produjo movimientos sociales reaccionarios, que usaron la violencia para adueñarse aquí y ahora de lo que solo era una promesa distante. El resultado: nuevos ricos que se olvidaban pronto de su propio origen, aunque seguían usando la jerga popular.
Al otro lado del espejismo, una especie de reinterpretación en la que ser prósperos es la meta máxima, y qué mejor manera de demostrar la bonanza que con la cantidad de cosas que podemos producir y consumir. Entonces nos envolvemos en una loca carrera en la que hasta el más desposeído es capaz de tener en sus manos celular, televisor, televisión por cable, además de otros muchos objetos que no nos pertenecerán hasta que terminemos de pagar nuestros créditos en dos o tres años (o más en algunos casos).
Así que es importante para nuestra reflexión, destacar de una vez que ni la adversidad, ni la prosperidad son virtudes en sí mismas, ni pueden darnos virtud. Son meras condiciones, que cumplen una función a lo largo de nuestra vida, pero que en sí mismas no son nada más que situaciones limitadas en tiempo.
Todos hemos oído la historia de la vaca. Bueno, al menos yo he oído unas dos versiones de esa historia, pero quiero contar lo esencial a fin de que nos sirva de guía para examinar la desgracia y calamidad. Una familia muy pobre se alimenta de la leche de su vaca flaca, entonces un día llegan dos viajeros extraños. Luego de pasar la noche con los pobrecitos campesinos, el más viejo de los extraños, que denota mayor sabiduría, le pide a su compañero que despeñe a la vaca. Aunque el joven racionaliza por qué no debe hacerlo, termina obedeciendo, y después de haber consumado el acto se retiran sin despedirse de quienes los habían alojado. Un año más tarde, cuando el joven extraño se decide a ir a ver qué ha sido de la pobre familia, en lugar de tierra estéril y chozas en ruinas, ve una hermosa y creciente granja. ¿Qué ha pasado?
Examinemos ahora la desgracia. Antes de la muerte de la vaca flaca, ya vivían en una suerte de adversidad, sin embargo, la familia se había acostumbrado tanto a esa condición que la habían perpetuado. No les importaba pasar momentos de hambre, su vaca era toda la esperanza que necesitaban. Acomodados a esta condición calamitosa, ¿podría decirse que exhibían alguna virtud? No, hasta que enfrentaron una desgracia mayor. Entonces, cuando su vaca yacía muerta, descubrieron que vivían auto-engañados, pero también descubrieron que podían usar su tenacidad, su perseverancia y su creatividad para hacer algo nuevo. Esta frase lo resume muy bien: “La adversidad es como un fuerte viento que nos arranca todo menos las cosas que no pueden ser arrancadas. En ella nos vemos como realmente somos” – Arthur Golden.
Así, en mi opinión, la adversidad sirve para descubrir cómo somos en realidad, qué virtudes necesitamos aprender. Pero, no podremos aprender si nos hemos habituado a vivir en la desgracia. Acomodarse a la calamidad no es para nada una virtud.
Ahora, ¿qué es eso que llamamos prosperidad? Tal vez estén de acuerdo conmigo si lo definimos como un estado de progreso, abundancia, bienestar y apogeo. Pero, ¿es realmente lo contrario de la desdicha? Según lo propongo, al decir que ambas condiciones que estamos explorando son meras situaciones limitadas en tiempo, no veo una dicotomía, sino una sucesión. En este sentido, el progreso ha sido la respuesta a los desafíos que se nos oponían, y cuyo resultado es abundancia y bienestar, al mismo tiempo que todavía es devenir, un proceso inacabado por llegar a la culminación de todas nuestras esperanzas, que necesita a su vez nueva oposición (adversidad), a fin de generar nuevo progreso.
El problema de la prosperidad es que puede acomodarnos a lo bueno, apagando poco a poco la llama de nuestra inventiva, de nuestra tenacidad o perseverancia. Pero este problema es real solo cuando nuestra perspectiva de la vida tiene como fin alejar el dolor. Y, de hecho, es este deseo de alejar el sufrimiento el que hace nos habituemos sin importar si estamos enfrentando adversidad o prosperidad.
El punto es que nos gustaría perpetuar toda situación a la que estamos habituados, pues sabemos lidiar con ella. Sin embargo, ¿qué sucede en nosotros o en nuestra sociedad en medio de la prosperidad? Esta frase me parece acertada como respuesta: “Se dice que la prosperidad material trae la cultura y la dignificación del pueblo; mas, lo que realmente sucede es que la prosperidad hace visibles las buenas y malas cualidades de un pueblo, que antes permanecían ocultas” – Ángel Ganivet.
Dicho de otra manera, tal como la adversidad, la prosperidad no nos da virtud, pero descubre lo que hay en realidad en nosotros, esas cualidades buenas y malas que permanecían ocultas.
Resumiendo.
Si la adversidad y la prosperidad sirven para descubrir qué hay realmente en nosotros, ellas mismas no pueden modificarnos. Es decir, el hecho de enfrentar desgracia o bonanza no nos hará diferentes; pero nos mostrará nuestro verdadero ser a fin de que tomemos las decisiones pertinentes de cambio. Después de todo, la virtud es una cuestión de decisión, de carácter, no de situaciones. Una persona íntegra, lo será siempre bajo cualquier circunstancia. Una persona bondadosa lo será con un bocado de pan igual que si tuviera una mesa bufé. Una persona honesta lo será igual si no tiene un solo dólar en su bolsillo o si está haciendo una transacción multimillonaria.
Hasta acá ¿que opinas sobre la frase de François De La Rochefoucauld? ¿Se necesitan virtudes más fuertes para la prosperidad?
En mi opinión, no se necesitan virtudes más grandes para una u otra situación, lo que se necesita, a secas, son virtudes que moldeen nuestro carácter bajo cualquier circunstancia.