En el artículo de hoy quiero abordar, brevemente, este tema que es muy usual en la literatura sobre desarrollo personal, dirección de equipos, gerencia, entre otros tópicos. Me refiero al tema de la motivación. Con franqueza, nadie puede discutir la necesidad de ser personas muy motivadas, o de estar rodeados con otras personas muy motivadas, o de saber las técnicas necesarias para motivar a otros a la productividad. Hay libros enteros cubriendo alguno de esos aspectos. Y entre los libros de autoayuda, por lo general encontramos algún capítulo dedicado a ese apartado de la motivación.
Pero, ¿será posible que entre tantos conceptos y muy buenas ideas para mantenernos entusiasmados por una tarea, hayamos perdido el rumbo? ¿Es posible estar tan entusiasmados con algo, solo para darnos cuenta, al final, de que eso no era lo que realmente queríamos? ¿Es posible trabar duro, hacer renuncias, hacer la tarea con alegría, y sin embargo, hacerlo todo eso por una razón artificial?
No me quiero meter en problemas con estas preguntas. Y tampoco pretendo desvelar alguna novedad al respecto de la motivación. Pero me parece que son preguntas que vale la pena tener en cuenta para reflexionar en algún momento, en especial si un día nos levantamos de nuestras camas para notar una veta de desánimo que asoma en nuestros ojos, mientras nos miramos al espejo.
Explorando el núcleo.
En mi opinión, para entender y desarrollar una vida motivada, hay que comenzar por lo básico del significado de la palabra motivación, que es simplemente actuar impulsados por un motivo. En el arte la motivación, el motivo es lo fundamental.
Rick Warren, en su libro Liderazgo con Propósito, nos dice que “los motivadores externos solo funcionan con los niños”, pero ¿has notado cómo en las empresas, en las iglesias, en las familias, en los equipos deportivos, etc., seguimos tratando de motivar a las personas por medio de recompensas o castigos externos? Esto lo han llamado algunos la técnica de “la zanahoria y el palo”: lo cual significa que te doy una zanahoria si haces las cosas bien y te doy palos si no. Sin embargo, ¿cuánto tiempo duran estos motivadores externos? Con esto no estoy diciendo que no deba haber recompensas y castigos, sino que esas cosas no debería constituir la base de la motivación.
Por otro lado, el motivo es algo interno, es algo que consciente o inconscientemente nos impulsa hacia la acción. Con todo, no basta que el motivo sea algo interno, pues en una de las preguntas que nos planteamos antes nos cuestionamos si era posible hacer renuncias, trabajar duro y con alegría, y sin embargo hacerlo todo por una razón artificial. Además de tener un motivo es necesario que sepamos que es correcto.
Entiendo que a mucha gente la idea de lo correcto o incorrecto le causa escalofrío, por el mundo tan distorsionado en que vivimos, por las tantas corrientes ideológicas que hay, porque cada quien cree que puede decidir si algo está bien o no, porque al final (según ese tipo de pensar) no hay nada malo ni bueno.
Sin embargo, la realidad es algo diferente. Debe existir un claro contraste a fin de saber que caminamos por la senda mejor para construir una vida de excelencia. Así que, además de tener un motivo personal, interno, con el cual nos identificamos, debemos saber si nuestro motivo es eterno. Es decir, ¿qué clase de legado dejaremos al mundo? Y por mucho que nos esforcemos en creer que a nadie le importa cómo vivimos, la verdad es esta: vivimos en un mundo interdependiente en el que lo bueno o lo malo que hacemos, influye directa o indirectamente sobre los demás.
El núcleo de la motivación está allí, en el motivo que te levanta cada mañana para enfrentar los desafíos del nuevo día; que te hace enfrentar cualquier circunstancia; que te impulsa cuando la voluntad y la razón dicen que ya no puedes más.
Sin el motivo correcto, es posible tener mucho entusiasmo y mucha pasión, y sin embargo seguir sumergidos en la mediocridad. Nos pareceríamos mucho al hombre que queriendo hacer un viaje por toda Europa, se compra un mapa de Suramérica. No importa cuanta pasión tenga, ni cuanto entusiasmo le ponga a la tarea de visitar la torre Eiffel, o la torre inclinada de Pisa, o el Arco del Triunfo, nunca llegará porque no tiene el mapa correcto.
¿Has aclaro ya el motivo que impulsa tu vida?
Estas entradas pueden ayudarte a profundizar un poquito más en el tema: