Desde chico me acostumbré a oír lo que parecía ser el meollo de la existencia resumido en tres simples preguntas: ¿De dónde venimos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hacia dónde vamos? Tan acostumbrado estaba a estas preguntas que, incluso, llegué escribir dos capítulos de una obra que feliz mente nunca terminé y que respondería, desde mi perspectiva adolescente, esas cuestiones.
Sin embargo, mientras leía a algunos maestros de la literatura, topé con un replanteamiento tan sutil y tan poderoso de la última de las tres preguntas, que me hizo pensar que la pregunta misma podía abrirnos o cerrarnos el futuro, dependiendo de cómo nos la hacemos personalmente.
El futuro.
Cuando nos preguntamos “¿hacia dónde vamos?” pareciera que nos entregamos a la fuerza aciaga de un destino en el que toda nuestra participación consiste solo en anticipar. Es decir, podemos vislumbrar de alguna manera, por la tendencia de la sociedad, por la tendencia de nuestras elección incluso, hacia dónde nos dirigimos, pero no podemos hacer más que aceptar, como decían los abuelos, “que se haga la voluntad de Dios”, pero no como quien lo acepta con resolución (que algo de virtud hay en ello) sino como quien se resigna a no tener la oportunidad de cambiar dicha voluntad. Preguntarnos ¿hacia dónde vamos? es la pregunta del niño que se sube al coche de su padre esperanzado a que él lo conduzca hacia el parque de diversiones, pero resignado si esa salida tiene como destino al dentista.
¿Y si nos planteamos esa pregunta de otra manera? Cuando observamos detenidamente nuestra historia, notamos que el constante devenir de nuestra raza, con sus éxitos y fracasos, esboza la realidad de que la pregunta que hemos tenido siempre en mente no es “¿hacia dónde vamos?”, sino “¿Hasta dónde podemos llegar?”, reacios a aceptar al sino como algo hecho e inmutable. Incluso enfrentando situaciones que no controlamos directamente, esta forma de plantearnos el futuro (¿A dónde puedo llegar?) pone el énfasis en lo que sí podemos controlar: nuestras actitudes, nuestra voluntad, nuestro carácter. Es esto lo que hace que un hombre como Todd Huston pueda tener el valor, la entereza y el entusiasmo para lograr en 66 días el record de ascender los picos más altos de cada uno de los cincuenta estados de Estados Unidos, a pesar de haber perdido una pierna a la edad de 14 años. Pero, también, esa forma de plantearse la pregunta es la que mueve a una madre soltera a romperse la espalda abnegadamente, para hacer llegar a sus hijos a un futuro mucho mejor.
Y tú, ¿cómo te harás esta pregunta? ¿Seguirás en el “hacia dónde vamos” dejando que otros dirijan tu viaje, o decidirás cuestionarte a ti mismo “hasta dónde puedes llegar”? Tal vez esto sea solo un ejercicio pueril, pero si ha servido para que tú, mi apreciado lector o mi querida lectora, hagas una pausa y pienses en tu futuro, entonces ha valido la pena.
1 comentario:
Nice shar,I hope more people discover your blog because you really know what you're talking about. Can't wait to read more from you!
Publicar un comentario