21 de agosto de 2007

¿Opción o Vocación?


Todos nosotros somos capaces de reconocer cuando alguien está haciendo algo por vocación o porque simplemente era la única opción que le quedaba (o que le pareció mejor remunerada), y lo notamos por la dedicación que muestra en sus tareas, por la sonrisa que mantiene en el rostro y porque siempre está dispuesto a dar más de sí mismo.


En cambio, hay algunas personas que cursan una carrera, ponen un negocio o consiguen un empleo porque simplemente “esa” era la opción “adecuada”, porque el mercado los exigía (al menos por un momento), pero al final parece que pudieron haber hecho cualquier otra cosa y entonces se habrían sentido realizados.


Es cierto que a veces no podemos llegar a ser todo eso que soñamos de niños, después de todo, ¿cuántos de nosotros somos astronautas o inventores? Sin embargo, a medida que crecemos vamos descubriendo nuevas dimensiones en las que podemos desarrollarnos y con las cuales haríamos un aporte singular a la sociedad, pero cuando aun estas dimensiones son suprimidas por la presión social no nos queda más que optar por una “opción” entre un espectro muy limitado.


Pero, ¿qué sucede con nuestra vocación, con nuestras habilidades y capacidades? ¿Deben ser sacrificadas porque simplemente no dan de comer? Hace un par de meses una amiga me dijo que ella nunca estudiaría Psicología porque de eso no se puede vivir, y me citó el ejemplo de dos primos suyos que ya habían egresado de la universidad y aún no encontraban trabajo. Después de unas palabras más me resultó evidente que habían estudiado la carrera sin tener en cuenta la dirección que querían darle a su vida y profesión.


¿Cuándo sabemos que estamos siguiendo nuestra vocación?


En palabras sencillas podríamos responder: Cuando estas satisfecho con lo que haces y sin embargo buscas más en la vida. Sin embargo, nos hará bien considerar tres hitos que aseguran que estamos siguiendo nuestra vocación.


a) Cuando somos conscientes del costo.


Seguir un sueño (o vocación de vida) no es sinónimo de ser ciegos. Es preciso considerar el precio que estamos dispuestos a pagar para alcanzar lo que queremos. La historia está repleta de personas que lograron lo que deseaban no porque el camino estuviera pavimentado con nubes, sino porque una vez hecho los cálculos, decidieron pagar con su sudor (y en algunos casos con la vida).


Ser conscientes del costo de nuestra vocación nos sitúa en la realidad, nos hace darnos cuenta del trayecto que hemos avanzado y de cuanto nos falta por delante. Esto requiere de una aguda visión de nuestro futuro, junto con el desarrollo constante de nuestras capacidades (innatas o aprendidas). Pero una vez que somos autoconscientes la gama de posibilidades comienza a crecer sustancialmente para nosotros.


b) Cuando podemos renunciar a todo lo demás.


Se dice que en cierta ocasión, Alejandro Magno arribó a las costas de sus enemigos para entablar una cruenta batalla. Sus soldados, un poco temerosos, se sentían desmotivados, pero luego que todos los soldados hubieron bajado de los barcos, ordenó quemar las naves. Mientras el ejercito veía cómo ardían en el fuego las naves, Alejandro se dirigió a ellos diciendo: “Hemos venido a ganar una guerra y no hay forma de retirarnos. Debemos vencer o morir en el intento, pues sólo regresaremos a nuestros hogares de la única manera posible: en los barcos de nuestros enemigos”.


Una vez que decidimos pagar el precio de nuestra vocación debemos ir tras ella a como de lugar. Esto me recuerda la historia de Alexander Graham Bell, quien nos legó la maravilla del teléfono. Aunque podría haber hecho grandes cosas con sus talentos, decidió que quería inventar un aparato con el cual comunicarse a grandes distancias. Seguramente era una locura, pues no tenía dinero para financiar sus investigaciones y pruebas y quien podría haber aportado el capital para esta labor lo consideraba un desquiciado. Sin embargo, a pesar de las privaciones que le toco vivir por algún tiempo, continuó ocupándose en su proyecto (su sueño, su vocación) hasta que un buen día los resultados salieron a la luz, y toda pena fue compensada. ¿Qué diría Alexander Graham Bell si pudiera ver los celulares?


El punto es que sólo la constancia en lo que hacemos (cuando lo hacemos porque es nuestra vocación) garantiza resultados sorprendentes.


c) Cuando somos felices en lo que hacemos.


Nada puede reflejar si estamos siguiendo nuestra vocación o no tan fielmente como la alegría con la que realizamos nuestras tareas. Como has notado, los tres hitos que hemos descrito brevemente hasta el momento tienen una secuencia lógica: si somos conscientes del costo entonces podemos renunciar a todo lo demás para hacer lo que realmente nos gusta hacer y cuando hacemos aquello para lo que nos sentimos llamado solo podemos ser felices.


A propósito de eso de “ser felices” conviene recordar que la felicidad no es una meta que se alcanza, es más bien un camino por el que es nuestra decisión transitar. Abraham Lincoln dijo una vez: “cada uno es tan feliz como se decide a serlo”. ¡Cuánta verdad hay en esas palabras! No se trata de los cientos de miles de dólares en el Banco, o de las mujeres guapas que frecuentamos, ni de los amigos influyentes que tenemos. Todo eso puede desaparecer un día así nada más. Pero cuando hemos decidido ser felices, incluso bajo circunstancias adversas, nada ni nadie puede quitarnos esa felicidad.


Es verdad que a veces podemos sentirnos desanimados porque nuestros planes no salen como deseamos, y podemos llorar desesperados y preguntarnos “por qué a mí”, pero incluso entonces, nuestra decisión de ser felices por quienes somos y lo que valemos nos ayudará a superar la tormenta.


Finalmente.


Reconozco que esto puede sonar demasiado idealista. Pero te invito a meditar en los tres hitos que hemos descrito con brevedad y trata de aplicarlos a la actividad que actualmente realizas, para saber si es o no tu vocación.


Hace un par de años leí una historia interesante. En una conferencia de motivación un joven estudiante fue llamado al frente por el expositor, quien le pidió que se presentara y dijera que estudiaba. “Soy estudiante de ingeniería” respondió, “y voy ya a la mitad de la carrera”.

- “Muy bien” - replicó el conferencista - “y ¿por qué usted decidió estudiar ingeniería?”

- “Pues me pareció la mejor alternativa entre las carreras en demanda actualmente”

- “Muy bien, y ¿qué más?”

- “Pues sé que hoy en día da mucho dinero ser ingeniero”

- “Pero no lo noto muy entusiasmado que digamos” – indicó el conferencista – “¿Qué otra cosas le gustaría hacer? Si pudiera renunciar a la ingeniera para hacer lo que en verdad le gusta, ¿qué es lo que haría?”

Los ojos del muchacho brillaron y con una media sonrisa dijo: “Me gustan los niños, y me gusta enseñarles sobre carpintería, a veces lo hago los domingos por la tarde, pero…”

En ese momento el expositor lo interrumpió y terminó la oración por él: “¿Pero nunca has pensado que a los maestros de manualidad para niños también les pagan?”.


Mi deseo es que te conviertas en un experto servidor (eso hace a un verdadero líder) y que tengas un día exitoso.

No hay comentarios:

Followers

Nos visitan de:

Test Footer

Besucherzähler Compteur Visite
Contatore
compteur de visite Besucherzähler contador de usuarios online