Una de las actividades que más disfruto es la de caminar. A veces, simplemente salgo de la casa para dar una vuelta por la colonia donde vivo, pensando, viendo, respirando… esto último en la madrugada, cuando puedo respirar un poco de aire con poca contaminación.
Una tarde fui a pagar algunas cuentas a un centro comercial, que queda a unos 25 minutos a pie desde mi casa. Al regresar, como a eso de las 6 de la tarde, noté que el cielo estaba un poco nublado; ya deberían haber aparecido algunas estrellas y yo no podría verlas (otra actividad que disfruto) debido al manto nublado medio anaranjado, medio rojizo. Pero al pasar por las humildes casas de unos niños que jugaban a lanzarse una pelota, uno de ellos dirigió la atención del otro hacia su descubrimiento: “Mira, una estrella” – le dijo. Entonces pensé: “Si el niño ha podido ver una estrella pese a lo nublado, ¿por qué yo no he podido ver ninguna aún?” Seguí caminando, cavilando, mas decidí que intentaría ver lo que el pequeño había visto, y justo al elevar mi mirada al cielo, por un minúsculo claro que se abría entre las nubes, vi una estrella.
Aquella tarde aprendí una valiosa lección: Podemos ver nuestra propia estrella, a pesar de los problemas que enfrentemos, si tan sólo nos resistimos a renunciar. Renunciar es una de esas tentaciones que viene con toda clase de justificaciones, por un lado; y por otro, se presenta como la mejor opción antes que enfrentar un fracaso (aunque la realidad es que renunciar es peor que fracasar).
¿Cuál es tú estrella?
En cada casi entrega de Vivirlaexcelencia.tk, mi principal intención ha sido que podamos reflexionar sobre el gran cometido que es nuestra vida. Y, a medida que escribo nuevos artículos, me esmero por hallar mejores temas, mejores palabras, mejores ideas, para que nos emocionemos con la maravillosa obra que tenemos entre manos.
Puede ser que tengamos que enfrentar economías en recesión, incomprensión de nuestros iguales, falta de interés de otros en nuestras realizaciones, envidias, criticas y toda clase situaciones imaginables; puede ser que las nubes sean tan espesas que en lugar de seguir mirando hacia arriba donde se encuentra nuestra meta, comencemos a ver hacia abajo donde se encuentran las quejas, las excusas y el desánimo. Sin embargo, por muy espesos que miremos esos nubarrones oscuros, todavía podremos ver un claro donde brillará la luz de nuestra misión, el sentido de nuestra vida, si perseveramos, obstinados tal vez, en seguir viendo hacia las alturas.
Un día, una oruga, dijo a los bichos que vivían en su vecindario que iba a escalar el gran monte que estaba a espaldas de su pequeña metrópolis. Todos ellos se burlaron de la pobre oruga y con palabras hirientes le decían que era una locura, moriría en intento, y luego, qué… Habría acabado todo y nadie lo extrañaría porque nadie extrañaba a los locos. La oruga escuchó con paciencia todo lo que le decía, pero cuando todos reían más, ella alzó un poco la voz y dijo: “Pues, yo podré estar loca, pero negarme la oportunidad de saber si puedo o no escalar la montaña, esa es una opción que no tengo”.
Al día siguiente, todos los bichos se reunieron para verla partir. Un par de amigos que acababan de enterarse de la “locura” de la oruga, trataron de convencerla de la imposible de la tarea. Ella simplemente les explicó: “No pienso morir, pero si eso sucede, al menos recuérdenme por haber querido ver más allá de lo que los otros ven”.
Comenzó a caminar en medio de una rechifla, mas no se amedrentó. Poco a poco se fue alejando, hasta que la perdieron de vista. Un grupo de luciérnagas se ofrecieron para formar una cadena de información. Se colocarían de tal manera que una le pasase información a la otra hasta hacerla llegar al pueblecito. Las primera noticias llegaron: “La oruga se ve cansada, pero mantiene el paso sin vacilar”. Un par de días después: “Ya subió la por la pendiente Este, parece que va bien”. Tres días más tarde: “Parece que tiene problemas, se la ve más cansada que nunca y ha avanzado muy poco en relación con los días anteriores”. El día siguiente la noticia era peor: “Parece que está haciendo algo, pero no está avanzando, está muy débil, quizá ya no pueda seguir, los mantendremos informados”. La tensión era enorme, pero todos esperaban el desdichado desenlace, que llegó dos días después: “Se ha encerrado en un capullo, no tiene caso… no se ven signos de vida, y a penas había llegado a la mitad de la montaña… no lo logró”.
Todos los bichos lo esperaban, nadie nunca lo había hecho antes, y nadie lo intentaría de nuevo luego del fracaso de aquella oruga desquiciada. Pero unas semanas más tarde, mientras una de las luciérnagas se paseaba cerca de donde observaban la hazaña para mantener informada a la aldea, sin estar tan cerca, sólo lo suficiente para ver panorámicamente toda la montaña, la crisálida se sacudió violentamente. La luciérnaga lo notó, y voló veloz para dar aviso y montar la línea de información. El capullo se estaba rompiendo, ¿era posible que después de tantos días todavía estuviera viva aquella oruga? La primera noticia llegó: “Algo está saliendo, no puede ser… se demora un poco”. Casi inmediatamente: “Está casi del todo afuera del capullo, tiene alas, se convirtió en una mariposa”. La última noticia llegó: “Ahora se está elevando, llegará a la cima, sin duda llegará a la cima”. Y la oruga (que era más bien una mariposa), llegó.
Siempre enfrentaremos toda clase de adversidad, pero es nuestra decisión seguir viendo nuestra estrella, esa estrella que nos guiará hasta el lugar que queremos llegar.
Y hoy, mientras lees estas líneas finales, te pregunto, ¿estás listo para pagar el precio de ver tu estrella a pesar de todo?
¡Que tengas un gran día!!!
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