«La disciplina es el alma de un ejército. Hace formidable a un pequeño grupo, le da fuerza a los débiles y sube la autoestima de todos»
– George Washington –
No se puede subestimar el poder de la disciplina, porque con ella se alcanzan las alturas a las que aspiramos. Los hombres y mujeres ilustres de la historia han sido muy disciplinados para realizar aquello en lo que habían puesto todas sus esperanzas. Algunos de ellos llegaron a hacer afirmaciones como que “el genio es 1% de talento, más 99% de transpiración”, porque creían que aunque tenemos habilidades naturales muy importantes a la hora de buscar nuestros ideales, sólo el desarrollo constante de dichas habilidades puede hacer una diferencia real.
Pero, ¿puede alguien ser muy organizado y no ser disciplinado? Sencillamente, sí. La disciplina no tiene que ver con organización, por muy importante que sea esta. La organización es el deseo que tenemos de realizar nuestras actividades sin pérdidas de tiempo, es poner en un papel los horarios para realizar esta o aquella tarea; pero sin disciplina, todo eso es sólo un buen deseo sobre el papel.
Nuestra autodisciplina nos fortalece, puede subir nuestra autoestima, puede hacer de nuestras familias y organizaciones entidades formidables. Y esta autodisciplina surge del compromiso que tenemos con nuestros sueños.
Inmediatamente viene la organización, el poner en primer lugar lo verdaderamente importante para nuestra vida, y como somos personas disciplinadas podemos llevar a cabo aquello que nos proponemos.
En la siguiente reflexión vamos a profundizar un poco más al respecto de esta virtud tan importante para quienes mantenemos nuestros pasos por la senda de la excelencia.
Tomado de mi e-book “En la Búsqueda de la Excelencia”
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