¿Alguna vez te has preguntado por qué sigues corriendo, a dónde quieres llegar, y si valdrá la pena el costo? Tal vez cuando miras hacia el frente, al horizonte, al futuro, escuchas muchas voces (bien intencionadas, incluso) que te dicen que ese camino que has escogido no es el camino, que estás desperdiciando tus talentos, que bien podrías hacer esto o aquello, pero no lo que sueñas, eso no, porque es demasiado loco, demasiado arriesgado… y miras hacia atrás, y te entran ganas de volver a la comodidad de no contrariar a la sociedad, de no arriesgarte a ser visto de menos, o con recelos, porque intentas alcanzar tus ideales.
Ad astra per aspera
Pero pongamos los pies sobre la tierra. Cuando soñamos con nuestros ideales todo nos parece maravilloso, idílico; hasta que miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta que hay más tropiezos de los que imaginamos. Estos tropiezos toman varias formas, pero quiero agruparlos en tres grandes bloques para considerarlos mejor:
1. Las dificultades propias de la obra que queremos emprender. Todo sueño lleva consigo su propia cuota de sacrificio, es algo inherente a él, y debemos ser capaces de decidir estar dispuestos a pagar ese precio. Algunos dirán que hay que saber exactamente cuál es el precio a pagar, pero esto no es del todo posible. Podemos intuir algunas cosas, pero la vida dejaría de ser una aventura si supiéramos todas las respuestas.
2. Nosotros mismos. Sí, nuestros temores y ansiedades, o nuestras dilaciones. Pero no hay manera de evitar los temores y ansiedades. Si no hacemos nada, siempre temeremos ser mediocres y fracasados, y tendremos la ansiedad de ver que otros alcanzan sus sueños. Si hacemos algo, podemos temer fracasar en el intento, pero cuando lo intentamos con todas nuestras fuerzas el fracaso se convierte en un peldaño. Winston Churchill dijo una vez que el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso.
3. Los demás. Porque siempre habrá personas que, bien o mal intencionadas, intentarán frenarnos y nos pintarán el cuadro más oscuro de la situación. Sin embargo, si elevamos un poco más la vista, hacia nuestros ideales, seguro que podremos ver un rayo de luz, tenue tal vez, pero que nos hará continuar por sobre las sombras de la multitud que nos cierra el paso.
El camino para nuestra realización seguro que será áspero, tiene que serlo. ¿Por qué? Porque esa es la forma en que nuestros objetivos se van puliendo y nuestro carácter va tomando brillo. Es cierto que esto no resulta popular en nuestros días, en especial cuando vemos a personas muy adineradas (a las que parece no faltarles nada), con caracteres deformes y personalidades defectuosas… Y con todo, es por esos mismos ejemplos que se hace tan necesario elevar los ideales más allá de las convenciones actuales, hacia la excelencia del carácter.
Así que, ¿hacia dónde estamos yendo? Solo nosotros (cada uno en particular) podemos responder a esta pregunta, porque es una cuestión de elección: Elegir la búsqueda de la excelencia continua, o elegir acomodarnos y mezclarnos con la masa. No se trata de esnobismo, sino del trabajo humilde que se realiza en silencio, dando siempre lo mejor de nosotros a la tarea que amamos.
PD: Gracias por acompañarme durante estos 4 años de Vivir la Excelencia. Es un gusto compartir con ustedes, leer sus comentarios, y saber que puedo servirles. Poco a poco vamos configurando nuevos proyectos, siempre con la misión de servir a cada uno de ustedes que se acercan a esta ventanita de mi casa a leer un poco. Les deseo mucha prosperidad y que cada día, al levantarnos, nos inspire el ideal de seguir avanzando, de seguir viviendo la excelencia, porque esto es un camino, no una meta; es un ideal, un horizonte, que cada día nos va haciendo más fuertes y mejores.
Atentamente,
Gerson E. A. Arenivar
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