La procrastinación es algo que todas las personas hemos experimentado en algún momento u otro de nuestras vidas. Cuando ocurre, las personas dejan las tareas por hacer y posponen las tareas importantes para un momento posterior.
Para que un comportamiento se entienda como una procrastinación se debe entender como algo que es contraproducente, innecesario y que demorar o la dilación de ese tiempo es perjudicial de algún modo. Se trata de retrasar voluntariamente una acción prevista a pesar de que ese retraso y el no hacer la acción tenga peores consecuencias que sí hacerlo.
Consecuencias de la procrastinación
Las personas que procrastinan sentirán que pierden el tiempo y que no son capaces de hacer las cosas en condiciones. Esto puede generar estrés, sentimiento de culpa e incluso, sentir cierta crisis personal. Por si fuera poco, también se siente una pérdida severa de la productividad personal, desaprobación social e incluso problemas laborales por no cumplir con las responsabilidades o los compromisos. La procrastinación puede provocar que la persona entre en bucle y por tanto que la dilación del tiempo se convierta en algo normal.
Se considera normal que las personas posterguen hasta cierto punto, pero cuando se posterga más de la cuenta, por muchas justificaciones que se intenten dar, las consecuencias generan mucha ansiedad y estrés. En raras ocasiones, estos sentimientos negativos pueden impulsar sentimientos de motivación para acabar la tarea pendiente, aunque la justificación del retraso refuerza el mismo tipo de comportamiento en el futuro.
La persona que procrastina debe entender el valor de las prioridades para ser productivo en sus vidas. Las personas que postergar dan la sensación de ser personas vagas e irresponsables, personas que no tienen ambiciones en la vida.
Por qué hay personas que procrastinan
La procrastinación suele ser un problema de conexión emocional, es decir, las personas que procrastinan suelen tener problemas de ansiedad, bajo sentido de autoestima y una mentalidad autodestructiva que les cuesta controlar. También, puede haber una falta de confianza en uno mismo o que simplemente, no le gusta la tarea a la persona en cuestión y está teniendo un comportamiento pasivo agresivo (como no le gusta la tarea, dice que la va a hacer pero no la realiza como una forma de mostrar su descontento ante dicha tarea).
Se puede entender como una brecha existente entre la intención y la acción. Las personas que postergan lo hacen a causa de un colapso con el autocontrol. Se sabe lo que se debe hacer pero no se es capaz de hacerlo.
Tipos de procrastinadores
No solo hay un tipo de procrastinador, de hecho hay dos tipos: los procrastinadores crónicos y los procrastinadores situacionales. Los primeros tienen problemas perpetuos para terminar las tareas y los segundos lo hacen dependiendo de la tarea en cuestión.
Una persona que tiene un alto nivel de comportamiento impulsivo y carece de autocontrol y disciplina se demore más que aquellos que tienen un mayor nivel de desarrollo en estos rasgos concretos. De alguna forma se involucra el control del ego y la negación de la responsabilidad, justificando y poniendo excusas para retrasar lo que se debe hacer. Es necesario comprender que estas excusas tienen un propósito: continuar con la procrastinación al minimizar los efectos percibidos de las acciones que nos hagan sentir bien.
Cómo tratar la procrastinación
Según un estudio de la Universidad de Estocolmo, parece que la procrastinación no solo es un problema de gestión de tiempo, si no que también pueden haber razones emocionales para desencadenar este problema. Hay quienes piensan, por ejemplo, que funcionan mejor bajo estrés, pero esto alimenta su estrés y malestar.
Las emociones negativas suelen surgir de pensamientos negativos que descarrilan la capacidad de hacer la cosas frente. Algo que tienes que hacer, dejas de un lado las responsabilidad y haces otras cosas que piensas que te hacen sentir mejor como tumbarte en el sofá o ver la televisión… suponiendo que después te sentirás mejor para hacer frente a lo difícil, pero esto no suele pasar, ya que puedes sentirte peor por haber pospuesto la tarea.
En ocasiones, la gestión del tiempo y los tratamientos sirven de poco con los procrastinadores crónicos porque no saben cómo cambiar su pensamiento. El secreto está en cambiar la forma de pensar y por tanto, el estado de ánimo para que no se pospongan las cosas que se necesitan hacer. A continuación vamos a explicarte cómo tratar este problema de forma fácil.
Por qué se hace
Primero debes comprender por qué te estás frenando en hacer lo que tienes que hacer. ¿Qué sentimientos surgen cuando intentas escribir la propuesta o tienes una conversación difícil? ¿Qué temes que pueda pasar si realmente lo haces? ¿Cuál es el peor de los casos? Para muchos, si no para la mayoría, la culpa es de la ansiedad. La ansiedad de estropear el trabajo o no hacerlo nos lleva a posponerlo hasta que, irónicamente, no podemos hacerlo bien o se deja para siempre.
Busca recompensa en lugar de evitación
Si tu estado de ánimo se desploma ante la perspectiva de tomar medidas, tienes que mejorar tu estado de ánimo primero. Cuando quieras hacer algo, lo que sea, date una pequeña recompensa más tarde.
Cuidado con la punta del iceberg
Tienes un montón de ideas sobre cómo funciona y debería funcionar el mundo que se formó gradualmente en tu cabeza, comenzando cuando eras muy joven, pero apenas te das cuenta de ellas, ya que están hundidas debajo de la superficie de tu cuerpo: en la conciencia. Las llamamos creencias iceberg, y pueden ser un problema, porque es probable que no sepas cómo están afectando a tu pensamiento.
Un ejemplo de una creencia de iceberg en juego con la dilación es: “Debería hacer que todo sea perfecto” (¿te suena familiar?). Esta necesidad de tener las cosas de cierta manera antes de tomar cualquier medida obstaculizará tu progreso y te mantendrá atrapado. ¿Cómo sabes que estás lidiando con un iceberg? Las señales incluyen palabras como “Debería” o “Debo” en tu mente.
Cambia tu forma de pensar
La forma en que percibes una situación determinará cómo respondes a ella y, en última instancia, qué haces. Lo que nos sucede a muchos de nosotros es que nos quedamos atrapados en trampas de pensamiento, o formas de pensar que no nos dejan salida ni avance.
Si piensas: “Este proyecto es demasiado difícil, nunca lo lograré”, puede ser una lupa y un minimizador, lo que empeora los aspectos más desafiantes de un trabajo y minimiza los beneficios, los cuales matan tu motivación. En cambio, si piensas o dices: “Este es un desafío, pero es factible, y las recompensas de incluso comenzar valen la pena”… las cosas cambian mucho en tu pente.
Si piensas: “Nunca podría hacer esto por mi cuenta” o “Simplemente nunca soy bueno en este tipo de cosas”, es probable que sea un personalizador o un generalizador excesivo, lo que apunta a una baja autoestima. Porque no crees que eres capaz de hacerlo, y te dices a ti mismo que, bueno, lo crees, y tu miedo se convierte en tu realidad. En cambio, si piensas o dices: “Lo que intento hacer no sería fácil para nadie. ¿Quién mejor que yo para enfrentarlo? ¿Quién más que yo está dispuesto a enfrentarlo?
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