23 de febrero de 2016

6 conceptos comunes del Psicoanálisis y el Management

Recuerdo en mis tiempos de estudiante, cuando era un furioso defensor del psicoanálisis lacaniano, que hablar de su inserción en el ámbito empresario era un sacrilegio. Implicaba algo así como vender el alma al mismo diablo, o querer insertar un círculo dentro de un cuadrado perfecto. “Im po si ble” recitábamos a coro tanto profesores como estudiantes. Sin embargo, me di cuenta desde el comienzo de mi actividad profesional que esa vinculación no solamente era posible sino que además era un hecho: Existía más allá de los prejuicios.

Lo que es válido aclarar respecto de uno y otro, que el primero posee un corpus teórico importante, lo que implica de suyo una multiplicidad de conceptos vinculados entre sí dándole coherencia interna. Por otro lado, al ser un método clínico centenario, logró una evolución y trayectoria mucho mayor que la del segundo.

Una más last but not least en el presente artículo tomaré por “management” a la definición de Peter Drucker: “Es un órgano multipropósito que maneja un negocio y maneja gerentes y maneja trabajadores y trabajo”.  Esto equivale a relacionar el psicoanálisis con todas las personas que dan vida a las empresas cotidianamente y a aquellos encargados de analizar ambas: sujetos y organizaciones.

1. Deseo y Motivación

El Deseo en psicoanálisis es un concepto clave, sin el cual todo su andamiaje teórico no se sostiene. Hablar de deseo es hablar del hombre como sujeto. Implica pensar en una falla primordial, que le da origen y constituye como alguien al que le faltarán cosas. Un sujeto del inconciente, que intentará cubrir ese agujero durante toda su existencia.

Ese desvalimiento inicial del apenas lactante, que lo hace ciento por ciento dependiente de otro es el origen en lo real de lo que a posteriori hallará su expresión en las palabras: “El punto de partida del psicoanálisis es que el hombre es un viviente, pero un viviente que habla, lo cual tiene enormes consecuencias. El lenguaje transforma al ser humano en lo más profundo de sí mismo, lo transforma en sus afectos, en sus necesidades, lo transforma incluso en su cuerpo. En efecto, nada más venir al mundo, la cría humana es capturada por una estructura que le preexiste. Esta estructura es la del lenguaje. A partir de esta captura por la red del lenguaje, la relación con su propio cuerpo y con el de los demás, ya no va a ser una relación puramente natural (…)  El Deseo, en el sentido de Freud, el deseo inconsciente, ese deseo que es siempre singular de un sujeto, y no propio de la especie, es un deseo que, a diferencia de la necesidad, no camina en el sentido de la supervivencia y la adaptación (…) es un deseo indestructible, un deseo que no se puede olvidar porque es esencialmente insatisfecho. A diferencia de la necesidad, no es una función vital que pueda satisfacerse, pues en su surgimiento mismo está coordinado con la función de la pérdida”[1].

Por el lado del management, ese permanente intento en las organizaciones por satisfacer a los empleados en sus inquietudes; que solo hallará sosiego pero nunca total calma es factible de ser explicado utilizando el constructo psicoanalítico del deseo, que enseña la posibilidad de satisfacerlo pero a condición de que sea solo por un momento.

Los buenos managers comprenden esto a la perfección, y buscan paliar de alguna manera esa búsqueda constante de algo mejor para sus colaboradores, sabiendo  de antemano y a las claras que las metas y logros a alcanzar quedarán vencidos a mediano plazo debiendo buscar otros de forma perentoria.

En la actualidad son muchas las herramientas utilizadas a este fin: Obra social diferencial; Almuerzos, Vehículo y Móvil a cargo de la empresa; Flexibilidad horaria; Family Day; Día de cumpleaños; Planes de pensión; Bonos anuales y premios por objetivos; Planes de carrera a medida, etc. Y no caben dudas que todos ellos buscan acercarse lo máximo posible al bienestar del colaborador, estando advertido que de su renovación sistemática dependerá su potencia práctica.

2. Principio de Nirvana y Zona de Confort

El principio aludido es un “término propuesto por Bárbara Low y recogido por Freud para designar la tendencia del aparato psíquico a reducir a cero o, por lo menos, a disminuir lo más posible en sí mismo toda cantidad de excitación de origen externo o interno.”[2] En palabras del vienés: “Recuérdese que hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de la tendencia a la estabilidad, de Fechner; así, atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las sumas de excitación que le afluyen, o al menos mantenerlas en el mínimo grado posible”.[3]

Si bien no cumple el propósito del presente escrito, dada la complejidad del concepto freudiano me interesa remarcar la necesidad de distinguirlo de otro: la pulsión de muerte. El Nirvana alude a la búsqueda por la ausencia de estímulos, a la estabilidad y no a la destrucción. “Barbara Low propuso (…) el nombre de principio de Nirvana, que aceptamos. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer-displacer con este principio de Nirvana. De ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer con una disminución, de la tensión de estímulo presente en lo anímico; el principio de Nirvana (…) estaría por completo al servicio de las pulsiones de muerte, cuya meta es conducir la inquietud de la vida a la estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar contra las exigencias de las pulsiones de vida -de la libido-, que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira. Pues bien; esta concepción no puede ser correcta (…) Placer y displacer (…) parecieran no depender de este factor cuantitativo, sino de un carácter de él, que sólo podemos calificar de cualitativo”.[4]

En el Principio de Nirvana hay una ausencia de entusiasmo, de energía: Hay una clara falta de deseo.Respecto de la zona de confort, no existe una definición única y es un concepto más operativo que teórico. Es decir, que su máxima utilidad reposa cuando se lo aplica sobre una realidad específica. Alasdair propone pensarla como “…un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de ´ansiedad neutral´, utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo.”[5] A propósito de esto, recuerdo un grafitti que vi cuando era pequeño y causó en mí una viva impresión, que sigue hasta el presente: “… y eligen una tumba blanda” en alusión a una especia de adormecimiento o narcotización de los propios sueños. Los refranes también son ilustrativos: “Más vale pájaro en mano que cien volando” o “Es preferible malo conocido que bueno por conocer”.

Tal como puede verse, en la óptica freudiana y en el ámbito empresarial se evidencia una disposición del ser humano a mantener su statu quo. Una inercia capaz de inhibir acciones, disminuyendo sensiblemente el nivel de proactividad y vocación para generar cambios.

3. La Resistencia al cambio

Enlazado al punto anterior, tanto el psicoanálisis como el management ilustran al respecto de lo difícil que resulta adaptarse a los cambios, ya sean externos o internos. Infinidad de veces escuchamos que las personas somos resistentes a ellos, y que ante cualquier modificación nos mostraremos reacios a incorporarla. El método freudiano incluso sitúa que ante diferencias deseadas por el mismo sujeto, pueden seguir manifestaciones negativas, de malestar, disgusto o desagrado. Es decir, no solamente el individuo se muestra reactivo a las modificaciones del exterior sino que también a las que lo implican directamente. “En la vida, aunque uno desee con todas sus fuerzas la generación de un cambio que reconoce como conveniente -por ejemplo abandonar un trabajo o separarse de su pareja-, el temor ante lo nuevo y la falta de confianza en la propia capacidad suele generar angustia, y la angustia provoca resistencia. Toda resistencia manifiesta una lucha entre tener voluntad de cambio y no tenerla, entre querer y no querer. No obstante, a pesar de la oposición, el anhelo oculto no satisfecho no deja de existir; y aunque lo disfracemos con palabras que justifican la demora al cambio, la necesidad de transformación sigue ejerciendo presión en el cuerpo y empujando hacia la conciencia, siempre”.[6]

Uno de los autores que desde la psicología social ha sido importante en la lectura de los fenómenos grupales, Pichon Rivière, dice que “…las actitudes resistenciales se pueden ver tanto a nivel social, como a nivel grupal e individual (y) crean una situación estereotipada que impide una adaptación activa a la realidad (…) A nivel individual, las resistencias se manifiestan como respuestas de las personas a situaciones de cambio, siempre ansiógenas, ya que tanto el individuo como la comunidad deben enfrentar los dos miedos primarios que originan una perturbación existencial básica. En el caso de los grupos pequeños, la resistencia al cambio se expresa en términos de dificultades en la comunicación y el aprendizaje. El desarrollo del grupo se ve obstaculizado por la presencia del estereotipo en el pensamiento y la acción grupal”.[7].

Tanto en el trabajo como en nuestra vida de relación, cuando las circunstancias se modifican, parece que algo no anda bien y puede generar malestar. Existen diversas razones que explican esta pseudo obstinación, como por ejemplo:

  • Miedo a la pérdida, acompañado por ansiedades de tipo depresivas. Por ejemplo, ante un ascenso, que ya no tendremos la misma relación con nuestros compañeros, o que la tranquilidad que acompañaba al puesto anterior se esfumará también.
  • Miedo al ataque: “Me trasladaron de sección, seguro que va a ser para controlarme mejor”. En este caso, son las ansiedades paranoides las que hacen su entrada, mostrándose con la intensidad del temor y el miedo que, en casos extremos, puede ser paralizante para el sujeto.
  • Ignorancia de los motivos que llevan al cambio. Sabido es que gran parte de las empresas adolece de un sistema aceitado de comunicación. “No me enteré” o “Nadie me lo dijo” son frases que uno escucha cotidianamente.
  • Pensar que detrás de las causas esgrimidas desde la Gerencia existen motivos escondidos. En este sentido, una simplificación de tareas para un puesto de trabajo, podría leerse como un intento de reducir personal a corto plazo. También la incorporación de tecnología, transmitida como un beneficio para los empleados es susceptible de ser percibida con suspicacia.
  • Pérdida del locus de control. Hay personas que se tensionan y confunden cuando sienten que pueden perder el dominio de una situación. Si piensan que a partir de ahora esta facultad estará en otro y no en él, lo esperable es que se muestre rígido e impermeable a las modificaciones.

4. El síntoma

“Lo que se ve, pero que no es” o “Vemos los efectos, no así las causas”. El síntoma es definido desde el psicoanálisis como la expresión de fuerzas opuestas.

Si bien las ideas en Freud a este respecto fueron sufriendo cambios a través del tiempo, su noción central tiene que ver con una especie de lucha entre tendencias que buscan diferentes cosas. De esta transacción fallida surge a nivel psíquico un padecimiento del cual la persona no está enterada más que de esto último: de su angustia, su tristeza, inhibición o la repetición en su vida de situaciones desagradables como por ejemplo sucesivos desengaños amorosos. “El síntoma (…) nace como un compromiso entre dos mociones pulsionales o afectivas opuestas, una de las cuales se empeña en expresar una pulsión parcial o uno de los componentes de la constitución sexual, mientras que la otra se empeña en sofocarlos.”[8]

Decir que el síntoma viene en lugar de otra cosa equivale a pensar que “…se convierte en una barrera significante con las que el sujeto intenta canalizar, metabolizar, dar significación, a ese aumento de la tensión pulsional experimentado como un peligro por el yo (…) El yo, encargado de la represión, actúa bajo la presión de las restricciones que le impone el superyó. Cuando las satisfacciones procuradas por el ello entran en conflicto con el yo, este reprime y se forma el síntoma. El síntoma debe contemplar las exigencias del yo y proporcionarle una ventaja que impida que la satisfacción pulsional que porta, lleve el mismo destino que su representada. Como el yo no puede imponerse, se concilia con el síntoma y lo incorpora a su organización. Así el yo obtiene en el síntoma, una satisfacción narcisista de la que estaba privado, lo que Freud designó como ganancia secundaria”.[9] El sujeto, en el intento de evitar un malestar en exceso, genera su síntoma.

En las organizaciones también ocurren cosas de las que nada se sabe, que pretenden ser evitadas, y se las sufre. Ejemplo, el caso de robo de mercadería por parte de algunos empleados. Es indispensable que ello sea abordado como un síntoma y no como una causa en sí mismo. La implicancia de pensar las cosas de esta manera es cuestionarse profundamente por aquello que está sucediendo o sucedió e intentó taparse, reprimirse.

Me gusta pensar y utilizar lo dicho por Lacan a propósito de la psicosis, “lo no inscripto en lo simbólico retorna en lo real”[10] como una buena forma de ilustrar el fenómeno del robo, pero también aplicable a reducciones drásticas del rendimiento del personal y otras similares.

Toda circunstancia sensible, en el sentido de significativa, genera consecuencias en las personas y merecen ser tramitadas por medio de la palabra: despidos de compañeros; promesas incumplidas; renuncias no informadas o colaboradores mal remunerados son cuestiones que, si intentan ser ocultadas pueden aparecer con otra cubierta, solapadas o disfrazadas de otra cosa.

El inconciente a nivel individual es análogo a lo no dicho a nivel organizacional. En ambos casos se trata de un reservorio de ideas, imágenes, vivencias, ruidos desarticulados que, si no se canalizan por las saludables vías de la palabra se expresarán de manera dolorosa.

5. Sublimación y Creatividad

Otra de las formas sanas de tramitar esas tendencias inconcientes es a partir del mecanismo conocido como sublimación.  “Freud recurre al concepto de sublimación con el fin de explicar, desde un punto de vista económico y dinámico, ciertos tipos de actividades sostenidas por un deseo que no apunta, en forma manifiesta, hacia un fin sexual: por ejemplo, creación artística, investigación intelectual y, en general, actividades a las cuales una determinada sociedad concede gran valor. (…)  Esta capacidad de reemplazar el fin sexual originario por otro fin, que ya no es sexual pero se le halla psíquicamente emparentada, la denominamos capacidad de sublimación”.[11]

Por su parte, el psicólogo contemporáneo, padre del concepto Inteligencias Múltiples, Howard Gardner dice que la persona creativa resuelve problemas con regularidad, elabora productos o define cuestiones nuevas en un campo, de un modo que al principio es considerado nuevo, pero que al final llega a ser aceptado en un contexto cultural complejo.

No caben dudas que el llamado pensamiento lateral o el pensar “fuera de la caja” son sumamente valorados por las empresas y no es exagerado decir que los empleados con estas características tienen más chances de desarrollo que los conservadores. Por último, recordar que todas las personas son potencialmente creativas por el hecho de que en todas está presente su inconciente y como tal la chance de sublimar.

6. El Liderazgo

Freud fue uno de los pioneros en intentar dar una explicación al hecho de porqué un grupo de personas se alinea detrás de una sola. En su recordado libro “Psicología de masas y análisis del Yo”[12] lo explica utilizando el concepto de Identificación, a la que define como “La más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona (…) En segundo lugar, pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva, mediante introyección del objeto en el yo, por así decir; y, en tercer lugar, puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más significativa sea esa comunidad, tanto más exitosa podrá ser la identificación parcial y así corresponder al comienzo de una nueva ligazón. Ya columbramos que la ligazón recíproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase (mediante una importante comunidad afectiva), y podemos conjeturar que esa comunidad reside en el modo de la ligazón con el conductor.[13].

Tal como puede leerse, el sentido de comunidad es un correlato de un especial vínculo con el líder, entendiendo a este último en términos actuales.

Querer ser como el líder es lo que une a las personas: “Una masa ( …) es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo”[14]. Ese objeto externo es el Líder.

Desde el management, la mayoría de los autores indican la necesidad clara de que el líder sea un modelo a seguir por sus colaboradores. Por ejemplo, Bass define al liderazgo transformacional como “Un proceso que se da en la relación líder-seguidor, que se caracteriza por ser carismático, de tal forma que los seguidores se identifican y desean emular al líder. Es intelectualmente estimulante, expandiendo las habilidades de los seguidores; los inspira a través de desafíos y persuasión, proveyéndoles significado y entendimiento. Finalmente, considera a los subordinados individualmente, proporcionándoles apoyo, guía y entendimiento”.[15]

Otros autores establecen: “Los líderes efectivos son excelentes modelos a seguir (…) Son sensibles al hecho de que su comportamiento será observado por otros y que ello, a su vez, condicionará el comportamiento de sus subordinados. (…) El ejemplo que supone un líder tiene un impacto extremo en el nivel de entusiasmo y motivación de todo un grupo de trabajo (…) Las personas lideradas por un buen modelo se encuentran dispuestas a realizar grandes esfuerzos”.[16]

En palabras de Rendón Velarde: “Un gran líder difiere de otros en razón de su amplio uso del ejemplo personal para modelar el comportamiento de sus seguidores”.[17]

De esta manera, a lo largo del texto han quedado al descubierto las que, desde mi punto de vista, configuran las grandes coincidencias entre uno y otro modelo.

No se trata de forzar las cosas. Se trata de vincular el escritorio con el campo, la teoría con la práctica. Darle fluidez a lo rígido y la oportunidad de pensar que los conceptos fueron diseñados para ser utilizados y aprovechados.

________________

[1] Castrilo Mirat, Dolores (2009)  “Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. Terminología Científico-Social”.  Madrid-México: Plaza y Valdés.

[2] Laplanche, Jean et Pontalis Jean-Bertrand (1996). “Diccionario de psicoanálisis”. Barcelona: Paidós.

[3] Freud, Sigmund (1923-1925) . “Obras Completas. Tomo XIX. El yo y el ello, y otras obras”. Bs. As: Amorrortu.

[4] Id. ant.

[5] Alasdair A. K. White (2009) “From Comfort Zone to Performance Management”. EEUU: White & McLean.

[6] Tomado de http://bit.ly/1Q8AyzP

[7] Tomado de http://bit.ly/1T3X8zP

[8] Freud, Sigmund  “El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen, y otras obras” (1906-1908) Obras Completas. Amorrortu Editores.

[9] González Imaz, Marcelo. (2013) “Revista Itinerario. Año 7, N°14” Tomado de http://bit.ly/1Q8AyzS

[10] Lacan, J. (1955-56) “El seminario. Libro 3: Las psicosis”. Buenos Aires: Paidós.

[11] Laplanche, Jean et Pontalis Jean-Bertrand (1996). “Diccionario de psicoanálisis”. Barcelona: Paidós.

[12] Freud, Sigmund (1920-1922) “Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y análisis del yo, y otras obras”. Buenos Aires: Amorrortu.

[13] Id. ant.

[14] Id. ant.

[15] http://bit.ly/1T3X5UP

[16] Zenger, J; Folkman, J. & Edinger, S. (2009) “El liderazgo inspirador”. Barcelona. Profit.

[17] Rendón Velarde, D. (2006) “La mística del líder”. México. Panorama.

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