28 de febrero de 2016

Importancia del socio trabajador en las entidades cooperativas

En estas líneas se pretende subrayar la importancia que tiene la figura del socio trabajador como uno de los elementos de sentido centrales de la identidad cooperativa, sus paradojas, perversiones y algunas propuestas para el debate. Se trata, en definitiva, de intentar rescatar este factor central para un análisis actual y provocar debate y propuestas.

En el planteamiento cooperativo de los años más ricos en la creación y multiplicación de este fenómeno socio-económico en el País Vasco, hablamos de las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, las cooperativas, mediante la creación de la figura del socio-trabajador, ofrecieron por un lado, una propuesta para democratizar la empresa y poder participar en ella, convirtiendo al trabajador en sujeto del proceso empresarial. Desde ahí se formuló la máxima de ‘un socio, un voto’ que permite que el socio-trabajador cuente con la última palabra ante las decisiones más estratégicas de la cooperativa. Y por otro lado, colocaron encima de la mesa una salida novedosa y real a la principal batalla histórica que planteaba la izquierda marxista: la lucha entre el capital y el trabajo. Y las cooperativas supieron anteponer el trabajo al capital, es decir, concedieron a la persona dentro de sus estructuras un mayor valor que al capital. Fue su emancipación. Hoy, que ya estamos habituados a la realidad de las cooperativas, esto no nos sorprende especialmente, sin embargo hace sesenta años fue un planteamiento radicalmente valiente e innovador.

El ser una organización compuesta por un colectivo de socios-trabajadores que es dueño de su trabajo es una de las señas de identidad cooperativa más consistente. Se trata de un claro elemento que ofrece mucho sentido al cooperativismo. Esta condición significa para la persona socia que es trabajador y también propietario de la empresa, al mismo tiempo. Son dos atribuciones relativamente paradójicas, pero que han de ser gestionadas con responsabilidad empresarial, humana y social en una tarea de buena pedagogía cooperativa, de equilibrio y de madurez.

No obstante, la práctica real de este rasgo ha provocado algunas perversiones e injusticias. Expresado en una sola idea diríamos que a veces se percibe que el colectivo de socios es un colectivo privilegiado en el seno de las cooperativas, y que en ocasiones, algunos/as ‘utilizan’ ese estatus y se escudan en él frente a los derechos de los trabajadores eventuales, y también frente a los de sus compañeros/as socios más comprometidos. Por partes. Con respecto a los eventuales, parece que ante ciertas situaciones un tanto delicadas (crisis institucionales, ajustes, el reparto de tareas costosas, crisis económicas…) que se le plantean a toda organización, los socios/as son en última instancia, la prioridad absoluta y el sujeto a defender. En definitiva, que se respira una atmosfera de ‘corporativismo’ y ‘seguridad especial’ por parte de los socios/as y para ellos/as. Estas situaciones o ventajas siempre se pueden explicar, pero para mí encierran un grado de injusticia sospechosa con el ideal y los valores cooperativos. Y por otro lado, se produce la injusticia del socio insolidario hacia el total del colectivo de socios comprometidos. Se podría decir que estas actitudes son el fruto del insuficiente nivel de compromiso con el proyecto cooperativo entendido de forma integral. Y además, se sabe que esa situación no va a cambiar nunca; se asume, con cierta contrariedad y resignación, que todos/as los socios/as son ‘intocables’.

Quisiera añadir en este punto un argumento que suelen utilizar muy a menudo algunos/as socios/as para justificar su estatus frente a los eventuales: dicen que los socios/as asumen ganancias, pero también pérdidas (en caso de que las cosas vayan mal para la organización). De todas formas, este argumento cae por su propio peso porque todos/as los eventuales quieren ser socios/as, en mi entorno desde luego sí, y sin ninguna excepción. Sinceramente, creo que este extremo es incontestable.

Antes de entrar en el bloque de propuestas para un debate, un último apunte. Se podría dar la paradoja de que en algunas empresas de capital, si resulta que su principal accionista(s) tiene una sensibilidad especial con este tipo de injusticias, esta realidad fuese mejor que la que se produce en algunas cooperativas.

Acerquémonos, sin más dilación, al bloque propositivo.

Propuestas para el debate y la mejora

En primer lugar se parte de la convicción de que el propio hecho de debatir y proponer aporta ‘per se’ vitalidad y sentido a la cooperativa que lo hace. En esta dirección, estimo que este problema cuenta con un potencial de motivación importante para activar a algunos/as cooperativistas.

Apuntemos, para empezar, una apreciación general. Con esta cuestión, seguramente, hemos tropezado con un problema de naturaleza humana, y no tiene muchas más vueltas en ese sentido: la propia condición humana, es decir, la insolidaridad real y la falta de compromiso que caracteriza a una parte significativa de las personas. Por ello, además de debatir no deberíamos ser demasiado ingenuos/as. La mejora podría venir mediante propuestas y normas concretas aprobadas en los órganos competentes que sirviesen de ‘elementos-correctores’ para minimizar estas situaciones de injusticia.

A continuación, vamos a señalar algunas propuestas concretas que podrían ser objeto de debate en las cooperativas:

  • Estudiar la posibilidad de evaluar el compromiso con el proyecto de los socios-trabajadores para buscar un mayor nivel de solidaridad y justicia entre socios, y entre socios y eventuales. Abrir procesos de discusión con este tema en los colectivos de las cooperativas. ¿Podría ser una norma en el Reglamento Interno? ¿Una decisión de la asamblea y que lo implementase un agente especializado en evaluación? ¿Del Consejo Rector? Ahí está la propuesta para el debate.
  • Hacer cooperativas más pequeñas y descentralizar las ‘grandes’. Perseguir la idea de federarse o asociarse más que la de crear ‘una gran empresa’ o practicar estrategias de fusión. Podría ser una decisión en la que la insolidaridad no se pudiera ‘esconder’ tan fácilmente entre la gran ‘masa’. Junto a esta estrategia sería muy interesante identificar a los líderes cooperativos con mayor potencial para que fomentasen la cultura y la práctica de la justicia y de la identidad cooperativa. Este podría ser un segundo punto de discusión.
  • Establecer un nuevo sistema (herramienta) en el proceso de elección de socios.  Que evalúe, por un lado y especialmente, el nivel de compromiso de la persona candidata a socia con el proyecto, y con las personas que lo componen. Y por otro lado, un nuevo sistema que evite un peligro de arbitrariedad o injusticia que podría producirse en la elección del nuevo socio/a por parte de la dirección y del Consejo Rector. Parece que los métodos de elección de socios/as actuales se podrían mejorar. Sería interesante sintonizarlos con los fines que para este proceso de elección marcase cada cooperativa. He aquí otra cuestión a debatir.
  • Periodo de eventualidad del trabajador en la cooperativa. Sería pertinente reflexionar en las cooperativas en torno a la política que se debe establecer en lo referente al tiempo que debe de ‘esperar’ un trabajador en situación de eventualidad, y reducirlo al máximo posible. También es importante cuidar una comunicación sincera, directa y sistemática con estas personas en relación a este tema. Otro tema más de debate.
  • La diferencia entre las retribuciones. Aunque es sabido que en las empresas de capital la franja salarial es mucho mayor que en las cooperativas, pienso que este debate y una nueva propuesta en la dirección de reducir al máximo la diferencia tendría una ‘fuerza moral’ extraordinaria también para la cuestión que nos ocupa en este escrito. Además, ofrecería una coherencia cooperativa de gran calado simbólico; aportaría un grado de igualdad y justicia entre socios y entre socios y eventuales sin precedentes; supondría una ventaja empresarial, a mi juicio, significativa; ofrecería una autoridad moral mucho mayor a los miembros con responsabilidades dentro de la organización; sería una acción que tendría mucha repercusión en el plano de la justicia real, tanto hacia dentro como hacia fuera de la cooperativa. Aquí contamos con otro gran tema de discusión.
  • Apostar por la educación, la sensibilización, el debate y la formulación de propuestas. No pensar que estas cuestiones tienen respuestas fáciles. Tener la certeza de que son cuestiones complejas, pero que hay que abordarlas para ir conquistando mayores cotas de justicia. Y tener la convicción de que el propio debate y la formulación de propuestas sobre temas que nos afectan directamente son un ejercicio que da sentido y revitaliza el cooperativismo. Este podría ser otro asunto para terminar.

Conclusión: la importante desigualdad en el compromiso con el proyecto cooperativo entre socios, y entre socios y eventuales, deben ser debatidas en el seno del cooperativismo y son precisas propuestas innovadoras, exigentes y valientes. Quizás nos jugamos algo más importante para el cooperativismo de lo que parece a primera vista, es decir, la búsqueda de justicia y la propia regeneración cooperativa.

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