18 de abril de 2016

Pensar lo impensado. De Troya a la complejidad empresarial

El desarrollo de las ciencias de la complejidad durante el siglo XX pone a prueba el determinismo mecanicista del siglo XIX: sistemas caóticos, leyes no lineales, condiciones inciertas, imposibilidad de predicciones unívocas, ampliación exponencial de pequeñas incertidumbres iniciales. En este contexto, frente a la imposibilidad de encontrar fenómenos determinísticos en las organizaciones,  la teoría de la gestión empresarial se ve obligada a reconocer la insuficiencia de las antiguas perspectivas de “organizaciones en equilibrio”, a riesgo de ver diluida la propia organización en el flujo del cambio dinámico. Wheatley (1997) intenta un análisis de la repercusión de estos conceptos complejos en el orden de las organizaciones; “vagabundée por estos conceptos como un extraño, alguien no entrenado para la ciencia sino para la teoría y la práctica organizacional. Cuanto más exploraba, más fuerte era el canto de las sirenas. Este territorio nuevo contenía imágenes poderosas, metáforas, y formas de pensamiento que me exigían la búsqueda de comprender los fenómenos que con mayor frecuencia perturban las organizaciones: caos, orden, control, autonomía, estructura, información, planificación, predicción y participación” (p.13). Wheatley, en su propuesta de nuevos paradigmas organizacionales desarrollados a partir de metáforas de la física cuántica, la teoría del caos y la física molecular, reconoce que cuanto más exploraba ese mundo incierto, más fuerte era el canto de las sirenas. Claramente, no hay mayor intencionalidad en la selección que Wheatley hace del recurso a esta imagen; sin embargo, las implicancias de sentido del canto de las sirenas pueden ayudarnos a resignificar el liderazgo en tiempos de incertidumbre.

Cuando el universo deja de tener la precisión de una pieza de relojería, el sistema se vuelve inestable y los fenómenos se tornan imprevisibles. Atravesados por la incertidumbre, sólo cabe la paradójica certeza de que ninguna certeza es posible, la probabilidad de que los modos previsores del pensamiento analítico terminarán diluyéndose en el flujo del cambio. La categoría de complexity gap refleja, en el ámbito empresarial, el atravesamiento de lo indeterminado al tiempo que la desorientación del pensamiento; se reconoce la rapidez del cambio al tiempo que la imposibilidad de representarlo, el aumento abrumador de la información al tiempo que la imposibilidad de asimilarla, la sospecha cierta de que todo lo sólido se desvanecerá irreversiblemente en aires reales o virtuales. El problema con los fenómenos únicos, complejos, no standard, es que no hay base de conocimiento para darles sentido; esta carencia indica, por un lado, los límites de nuestro conocimiento y, por el otro, la imperiosa necesidad de pensar, desde los límites y por fuera del conocimiento establecido, nuevos criterios de acción.

¿Qué debe hacer un conductor cuando las formas tradicionales (aceptadas, ritualizadas) de ejecución ya no son efectivas? ¿Qué debe hacer un líder ante una situación que, extraña e inhóspita, lo pone en peligro a sí mismo y a su equipo?

La guerra de Troya duró diez años. Diez años de un mismo ejercicio, en campo propio y enemigo. Diez años de una misma forma de ejecutar la guerra; la forma habitual, aceptada, ritual, tradicional, del combate cuerpo a cuerpo. Diez años de la repetición de los esquemas conocidos y el despliegue de una misma fuerza. El fin de la guerra de Troya es la prueba de cómo Occidente nace de una muestra de ingenio. Ulises decide romper la repetición que no conducía ni a victoria ni a derrota, y que agotaba todas las fuerzas sin lograr el objetivo. En tiempos en que la fatiga tienta la posibilidad de abandonar la empresa, Ulises –el fecundo en ardides- provoca al pensamiento hasta quebrar los límites de lo conocido. El objetivo sigue siendo el mismo (entrar a la ciudad amurallada), pero Ulises recurre a pensar inusitadamente, fuera de cualquier lógica de formas familiares. Ulises propone ganar la guerra con un caballo de madera. Construir un gran caballo de madera con una inscripción que lo consagrara a la diosa Atenea y enviar un mensajero, junto con el caballo, para decirle a los troyanos que los griegos se batían en retirada. La propuesta de Ulises, que en principio pareció absurda, requería de una larga meditación, la instrumentación de un caudal importante de información y un sutil manejo de lo imprevisible. Los troyanos veneraban la figura del caballo; los troyanos deseaban tener los favores de la diosa Atenea –que durante la guerra se había inclinado por los griegos-; nadie se atrevería a correr el riesgo de insultar a la diosa destruyendo el caballo o provocar la cólera divina, dejándolo fuera del templo de Atenea (que estaba dentro de la ciudad amurallada). Los mejores soldados griegos se dispusieron dentro del caballo de madera y, a fin de dar un contexto de credibilidad, el resto de los soldados deshizo el campamento griego. Al amanecer, los troyanos descubren el caballo gigante, certifican que los griegos han levantado el sitio; algunos permanecen dubitativos, pero los riesgos de no llevar al templo una ofrenda divina son mayores que cualquier sospecha. Así, entran el caballo a Troya y festejan el triunfo de la guerra. Cuando finalizan el festejo, los soldados griegos salen del interior del caballo de madera. La victoria de Troya, paradigma de todas las guerras de Occidente, es lograda por las artimañas de un pensamiento que se atreve a correr los límites de lo conocido.

La apuesta de Ulises es pensar fuera de los hábitos rutinarios, a la intemperie de lo dado; Ulises piensa sutilmente, introduciendo el desconcierto, cercando al enemigo en una paradoja que debe resolver en lo inminente, jugando con la lógica de una razón rutinaria e instrumentando las formas tradicionales de los sentimientos. Ulises es el “que sabe pensar mejor que nadie” (Homero, Ilíada, X, 247); es el hombre que gana la guerra que da origen a Occidente con un caballo de madera. Ulises es el hombre que sabe que no hay mejor recurso para el éxito que el pensamiento; un pensamiento hecho de prudencia, de sagacidad, de cálculo sutil y relato persuasivo. La Odisea, el relato de la travesía de Ulises a su patria, es el relato de Ulises doblegando lo desconocido: Circe, Calipso, los lotófagos, los cíclopes, los feacios, las sirenas, los caníbales, el monstruo de seis cabezas, el mundo de los cimerios. La Odisea es un manual para recorrer los recursos del pensamiento en contextos desconocidos, en un viaje donde se navega sobre lo imprevisible.

Hay una facultad que describe a Ulises; una facultad que seguimos poseyendo los hombres pero para la que no nos ha sido legada una traducción justa: la metis. Se trata de una habilidad cognitiva vinculada con la práctica y el éxito, indispensable para obtener y ejercer el poder en situaciones inusitadas. Se trata de una capacidad compleja, que suele traducirse por astucia, pero que está comprometida con una acción perspicaz y combina el sentido de la oportunidad con la anticipación y la experiencia. Detienne y Vernant (1988) refieren a la metis como las artimañas de la inteligencia: “es una forma de inteligencia y de pensamiento, un modo de conocer. Implica un conjunto complejo, pero muy coherente, de actividades mentales y de comportamientos intelectuales que combinan el olfato, la sagacidad, la previsión, la simulación, la flexibilidad de espíritu, la habilidad para zafarse de los problemas, la atención vigilante, el sentido de la oportunidad, habilidades diversas, y una experiencia largamente adquirida. Se aplica a realidades fugaces, movedizas, desconcertantes y ambiguas, que no se prestan a la medida precisa, al cálculo exacto o al razonamiento riguroso” (p.11). La metis es la capacidad del hombre de pensar de otro modo, fuera de la repetición del hábito, para reaccionar exitosamente frente a lo inesperado.

En el canto XII de la Odisea, Ulises debe enfrentarse a las sirenas, seres extraños y encantadores; incomprensibles a los oídos de los mortales, pero hechiceros. Tan encantador es el canto de esos seres extraños, que los marineros quedan cautivos y arrojan sus naves sobre los arrecifes, olvidando todo objetivo y yendo directo a la derrota. Ulises tiene un triple cometido: lograr su proyecto (volver a Ítaca), proteger a sus compañeros de viaje del encanto de lo desconocido, y comprender lo desconocido. Decide tapar los oídos de los marineros con cera y atarse a un mástil, bajo la promesa de que su equipo no lo desataría aunque él así lo requiriera. Los marineros sobreviven, Ulises llega a Ítaca y pasa a la historia como el único mortal que ha escuchado aquello que escapa a todo conocimiento previsible.

La metis es la facultad humana de configurar las cosas, dándoles un nuevo sentido; reunir lo que a simple vista parece separado, relacionar cosas que nos aparecen distantes e irreconciliables, hasta crear nuevos criterios de acción. Volver a Grecia Arcaica puede ayudarnos a ejercitar la metis, para atender las complejidades de las sirenas sin ahogarnos en sus encantos.

Referencias

Detienne, M. & Vernant, J.P. (1988). Las artimañas de la inteligencia: la metis en la Grecia Antigua. Madrid: Taurus.

Homero (2000). Ilíada. Traducción de E. Crespo Güemes, Madrid: Gredos.

Homero (1993). Odisea. Traducción de J. M. Pabón, Madrid: Gredos.

Wheatley, M. (1997). El liderazgo y la nueva ciencia: descubrir orden en un mundo caótico. Barcelona: Granica.

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