Al trabajar en un proyecto, o incluso en el trabajo del día a día, disponemos de distintos recursos para llevar a cabo las actividades necesarias. Es común que al hablar de estos recursos nos refiramos a ellos como capitales, que son aquellos elementos indispensables para producir bienes y servicios. Está, por ejemplo, el capital financiero, que se refiere al valor de un bien económico en el momento de su vencimiento o disponibilidad; existe además el capital fijo, humano, físico, etc.
En estos tipos de capital, existe uno que ha llamado mi atención en particular y es el Capital Social. El concepto de Capital Social es hasta cierto punto nuevo y aún se debate sobre su definición debido a la amplitud de su significado, que varía según el enfoque con que se observe e incluso desde qué disciplina se estudia: sociología, ciencias políticas, economía, teoría organizacional, etc. Dicho esto, una de las definiciones que tratan de conceptualizar el Capital Social de manera muy general es que se refiere a la buena voluntad que se genera como producto de las relaciones sociales, y que ayuda a concretar actividades o a generar acciones1.
Este concepto, aplicado en el ámbito laboral es imprescindible, ya que prácticamente todos contamos con un capital social como producto de nuestras relaciones y actividades realizadas en conjunto con otros colegas en el área de trabajo. Ahora, como mencioné en un inicio, este concepto tiene muchas caras y varía según el enfoque con que se vea; el capital social de cada individuo es una de esas caras. Sin embargo, en esta ocasión quisiera ahondar en el tema viéndolo como el capital social de un equipo de trabajo.
Así como se habla de capital financiero, fijo, etc., el capital social en un equipo es muy importante pero pocas veces contemplado tanto por el líder del equipo, como por el resto de los integrantes. Trabajar en equipo implica colaborar con otros, compartir información o habilidades para que el trabajo de otros sea posible, para facilitar la labor de un miembro del equipo, o recibir ayuda de otros para para realizar o mejorar nuestras propias labores. Sin embargo, creo que no me equivoco al decir que estamos más dispuestos a ayudar a personas por las que sentimos afinidad o simpatía, y somos menos propensos a querer ayudar a quienes nos son indiferentes o incluso nos desagradan. Claro, cuando es parte de nuestra obligación, compartiremos la información con éstas personas, pero quizá no estemos dispuestos a hacer un poco más por ellos o por contribuir a sus resultados incluso cuando ello nos resultara sencillo.
El Capital Social tiene que ver con el apoyo y la colaboración en un grupo de personas, lo que ha demostrado ser superior a la inteligencia individual pues en cierta medida se elimina la necesidad de competir y en su lugar todos trabajan hacia un propósito común.
Las bases de este Capital Social se encuentran en la confianza y la sensación de pertenencia, el deseo y la habilidad que tenemos como individuos de definir metas colectivas y cumplir dichas metas en equipo1. Ahora, pareciera que naturalmente tenemos esta habilidad y deseo de pertenecer a un equipo o a un grupo y realizar acciones juntos para lograr las metas que nos hayamos planteado. La pregunta es ¿por qué muchas veces pareciera que los proyectos o el trabajo cotidiano lo hacemos “a pesar de nuestro equipo/compañeros” y no “gracias a nuestro equipo/compañeros”?
Si eres el líder de un equipo es bueno que consideres, ¿qué tan “abundante” es el Capital Social en mi equipo? En otras palabras, ¿qué tan buena es la relación de mi equipo? ¿Qué tanta disponibilidad tienen para hacer actividades que no son para su beneficio directamente sino más bien, para ayudar o mejorar los resultados de otra persona?.
Margaret Heffernan es una empresaria, autora de diversos libros sobre liderazgo y manejo de personal, en una de sus pláticas TED menciona que generalmente las ideas no surgen ya listas para ejecutarse, sino que requieren ser pulidas, mejoradas y perfeccionadas. Las ideas nacen en esencia, pero es a través de la colaboración y el apoyo de otras personas que logran desarrollar todo su potencial2. Sin embargo, si las relaciones del equipo involucrado no son buenas, habrá poca disposición de los integrantes para contribuir a desarrollar una idea que no es suya. Esto me parece muy desafortunado pues en mi experiencia he podido ver ideas muy buenas frenadas o hechas menos por la poca disposición que muestra el equipo, quienes a veces incluso las invalidan por múltiples motivos.
Como cualquier recurso, el Capital Social (aunque es intangible hasta cierto punto) es imprescindible en un equipo y como tal merece ser considerado y se deben a la vez, invertir recursos para hacerlo crecer. ¿Cómo hacer crecer el Capital Social? Una de las respuestas más obvias quizá sea la de propiciar la convivencia del equipo fuera de temas laborales. Crear espacios para que exista esa posibilidad de convivir sin que el tema central sea el trabajo. Adicionalmente, hablar del apoyo y del saber pedir ayuda a otros como algo positivo, también propicia un mejor Capital Social. Eliminar el estigma de que todos deben saber hacer sus actividades y que si piden ayuda a alguien más, entones “no tienen la capacidad” o “su desempeño es deficiente”. El rol del líder del equipo es importante para trasmitir el valor que se genera en la consecución de la idea gracias a la ayuda mutua entre los miembros del equipo, pues así abres esa puerta a la que muchas personas temen por sentirse expuestos a lo que otros puedan pensar de su desconocimiento.
Hay mucho aún por decir sobre el Capital Social, pues se siguen estudiando sus efectos, motivaciones, etc. Con este artículo, el objetivo es que conozcas el concepto, en especial lo positivo que puede ser en un equipo de trabajo si se sabe utilizarlo y explotarlo al máximo, pues es así como las buenas ideas se pueden convertir en ideas extraordinarias y porque al final del día como lo dijo Margaret Heffernan, “las compañías no tienen ideas, solo las personas las tienen”.
- Adler, P. S., Kwon, S. (2002). Social Capital: Prospects for a New Concept. The Academy of Management Review, 27(1), 17-40.
- Heffernan, M. (2015). Margaret Heffernan: Forget the pecking order at work [Archivo de Video]. Recuperado de: http://bit.ly/2qt1rfb
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